jueves, 31 de agosto de 2023

Crónica del despropósito

Lo de la Real Federación de Futbol está para llamar a la Oficina para la Resolución de Anomalías en Todos los Dominios. La Agencia norteamericana que sustituyó, hace un año, a la responsable de documentar los encuentras en la tercera fase, es sin duda la más adecuada para averiguar cuál es la naturaleza del fenómeno que está alterando este metaverso del fútbol. No se sabe si Luis Rubiales esconde bajo la calva un transistor o un muelle oxidado, pero parece evidente que le sobra energía para mantenerse en el puesto, mal que nos pese a todos/as, sin inmutarse, sin asomo de decoro ni de vergüenza, mientras alrededor suyo se desploma el anfiteatro de este drama cañí que sobrecoge ya incluso a los esquimales de la tundra ártica y a los indios Korubos, allá en el Valle del Yavari. Lo de la victoria del mundial femenino ha pasado a segundo plano, porque el primero sigue ocupado, de lleno, por las gónadas del Presidente de la Federación. Las que se sujetó con las manos junto a la mujer del jefe de estado en un gesto lúbrico, demasiado explícito y difícil de encajar en el contexto del fútbol femenino, y las que parecen marcarle el paso a modo de giroscopio personalizado.

Lo de Rubiales recoge de alguna manera la pugna entre las dos Españas, la ilustrada y aquella otra que no tiene más lustre que el que le luce en las botas. Pero incluso en el país con el índice mundial más bajo en dimisiones por representante público, lo del Presidente de la Federación es de nota. Se hace patente en su puesta en escena la vocación por la defensa jurídica, especialmente de la propia persona, una larga trayectoria como zaguero en 6 clubes de fútbol de tres divisiones, y una firmeza a la hora de mantener la posición, que para si hubieran querido los de Numancia. Negar lo evidente, eso es, que el beso forzado a Jenni Hermoso convirtió al príncipe con salario mensual de 32.000 euros netos, coche de empresa y poder desbordante, en un sapo, eso es, en un paria a los ojos de la inmensa mayoría de la población, puede ser comprensible, pero no lo es mantener el pulso a costa de todos y de todas. Cuando han trasladado su estupor, crítica y denuncia desde el presidente del Gobierno, hasta la FIFA, pasando por las propias jugadoras, el cuerpo técnico de la selección o el arco parlamentario casi al completo, cualquier defensa se convierte en un despropósito.

Pero si a Rubiales le puede faltar la dignidad que se le presupone al cargo que ostenta, preocupan aún más otras dos cuestiones. En primer lugar que en el debate público, especialmente por parte de algunos medios, se haya relativizado el evidente desatino en la actuación del Presidente de la Federación y se haya intentado presentar como camaradería o informalidad lo que es un atentado al mínimo decoro exigible a todo representante institucional, a la par que expresión de la cultura del acoso sexual que sufren muchas deportistas, como manifestó recientemente un Alto Comisionado de Naciones Unidas. Pero lo que traslada de manera más clara la decadencia que distingue o se ha instalado en la Federación de Fútbol, es la exigua calidad moral y la falta notoria de coherencia por parte de directivos, delegados y responsables, que el viernes aplaudían con fervor al Presidente para, dos días después, al ver la balanza inclinada, distanciarse resueltamente. Sirva como ejemplo Joan Soteras, responsable de la Federación catalana, que justificaba su apoyo inicial por haberle defendido Rubiales cuando él se sintió vilipendiado y amenazado en el cargo.

Esta declaración es muestra clara de la confusión entre lo individual y lo colectivo, entre la propia persona y el cargo ejercido, que es el cimiento sobre el que se construye el corporativismo, el favoritismo y el clientelismo que son seña de identidad de la corrupción institucional. Que esta se haga patente con especial fuerza en una institución deportiva en la que el 96,5% de los miembros de la Asamblea General son hombres, y en la que tan sólo un 9% de las 411 personas que trabajan, son mujeres, pone en evidencia que lo de repartir privilegios y prebendas en base a la confianza y a la amistad, es característico de una concepto gregario de masculinidad que hace ineficiente y opaca cualquier estructura organizativa, y que, desgraciadamente, sigue muy presente en muchos sectores e instituciones. Superar esta rémora pasa por ajustarse a los criterios de paridad, o si la resistencia es superior, por desdoblar los órganos de dirección de las Federaciones con tal de garantizar que exista las tan necesarias sensibilidad y respeto en relación a la manera de proceder y de actuar.

Y en relación a Rubiales, resulta sorprendente cómo la celebración de una gran victoria femenina ha sido finalmente deslucida por la ofuscación, simpleza y obcecación de un sólo hombre. En su trayectoria deportiva, el Presidente de la Federación marcó, en los 298 partidos jugados en las diversas categorías profesionales, un solo gol. No hay registros de cuál fue la malla que recibió el chut del zaguero de Motril, pero de lo que no cabe duda, es de que, en términos deportivos, su gestión de la victoria del mundial de fútbol femenino ha sido un lamentable gol en propia puerta.

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