jueves, 6 de julio de 2023

El toro y la luna

Mientras el cohete Miura rasca el suelo con sus zarpas metálicas y lame con lengua de fuego las inmediaciones de Arenosillo, en Huelva, la derecha extrema, en estrecha connivencia con la extrema derecha, se impacienta ante la puerta de chiqueros, esperando la señal para saltar al ruedo. Ya lo han hecho en algunas comunidades y ciudades, y los acuerdos suscritos confirman los peores augurios. Frente a la evidencia de la alternativa política retrograda, casposa, lacerante que encarna la alianza entre PP y Vox, no caben más que dos opciones. Darlo todo por perdido, como si la res estuviera ya batiendo el polvo en el albero, o luchar y organizarse: Para poner en valor las señas de identidad del proyecto de progreso que más ha aportado a la sociedad en tiempos de democracia. Para echar el resto. Hace poco el físico austríaco Zeilinger recordaba que, desde el punto de vista de la física cuántica, es imposible demostrar que la luna sigue ahí, si nadie la mira. Pero a diferencia de la luna, que sabemos que seguirá ahí por mucho que no la veamos, nuestro destino político hoy aún no existe. Somos nosotros quienes lo escribimos. Con nuestros propios miedos y certezas.

Si la fuerza de la derecha está en negarlo todo: la evidencia, la memoria, los derechos, la diversidad o la justicia, el poder de la izquierda radica en afirmarse: En aquello que se ha conseguido, en lo que se ha sembrado, y también en lo que se piensa recolectar en el futuro. Si a la derecha lo que le hace daño es la verdad, el confrontar promesas y resultados, a la izquierda lo que la mata es la impunidad, la desafección y el agravio brutal que sufre quien padece, de manera crónica, miedo, precariedad e incertidumbre. La derecha vive del ejemplo de payasos y oportunistas como Silvio Berlusconi, que convierten la política en espectáculo, que popularizan el triunfo de la falta de escrúpulos, aunque sea desde una tumba en la que yacen como faraones exangües, observando desde sus cuencas vacías la cúpula marmórea del mausoleo que se llevan como pírrica victoria. Son estos cínicos imperiosos los que acaban sirviendo como referente para todos aquellos que, por miedo y desconfianza, prefieren comulgar con el relato de la naturaleza corrupta de la política, y se interesan tan sólo por la dimensión colectiva cuando se trata de fútbol, de la iglesia o el ejército, vistiendo su soledad con prejuicios, uniformes y banderas.

Nada está escrito. Ni tan siquiera que el Miura, a pesar de los nobles esfuerzos de sus ingenieros e ingenieras, levante un vuelo que lo lleve más allá del destino de toda centella pirotécnica: un sordo estampido en lo alto de la bóveda celeste que le impida arrojar al éter sus satélites enanos. Si lo hace tendremos en España la nefasta constelación que se anuncia en regiones como Castilla y León, y que se muestra, en toda su virulencia, en países como Hungría o Finlandia. Las claves políticas de la regresión se articulan desde buen principio en tres ejes: la migración, la fiscalidad y las relaciones laborales. En nuestro caso, con una demografía en mínimos, lo de contener la migración no pasará de ser el sueño húmedo de algunos y algunas xenófobas, porque de hecho, lo que se extenderá aún más, será el clasismo racial, la contratación en origen y la marginación laboral de las minorías. La previsible reforma fiscal institucionalizará en España el modelo Ayuso, y acompañaría una vuelta atrás en el marco laboral, que recupere la tenaza de la temporalidad y del paro lo que, en una nueva vuelta de tuerca, nos devolvería a la casilla de salida de la Gran Recesión, con un nuevo impulso hacia la desigualdad y la pobreza estructural.

El pulso por determinar el futuro, por condicionarlo y por instalar en el gobierno títeres que respondan exclusivamente a los intereses de quienes les interesa más el poder que el dinero, es visible. Lo ejercen los grandes patrimonios y las grandes corporaciones, que dominan los consejos de redacción e inspiran las soflamas de los gacetilleros y gacetilleras de las ondas y de la fibra óptica. Su principal misión es la de negar la realidad, distraer la atención de los logros alcanzados, alimentar el individualismo e inspirar el agravio permanente, con tal de instalar la polémica entre la mayoría que padece todas las crisis, y obviar que la responsabilidad y la oportunidad reside en acabar con el inmenso poder de una minoría absoluta. Tal vez el sentido común sea inútil en el mundo de lo diminuto, donde rigen las normas de la mecánica cuántica, pero tiene mucho que decir en el mundo de lo que importa, que es el mundo de la política. Aquí la luna luce con fuerza. Incluso de día. La victoria está al alcance de la mano. Se construye desde el realismo y desde el compromiso, no dando nunca nada por perdido, luchando por realizar día a día lo más preciado que compartimos todas y todos, que no es otra cosa que nuestra democracia.

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