domingo, 6 de enero de 2019

Sin vendas

Caverna mediática y política cavernícola. La herencia que nos deja el 2018 requiere de tacto y de una buena dosis de talento natural. El horizonte político está extremadamente polarizado. Tanto, que parece un trabalenguas de siglas, consignas y soflamas que ofrece mucho ruido, y muy pocas nueces… ¿Quién lo despolarizará? La estrategia de los polarizadores es de sobras conocida, y no es otra que la de despolitizar: Substituir el argumento por el improperio, la razón por la visceralidad. Por eso el despolarizador que nos vuelva a politizar, será un político o política de verdad. No lo tiene fácil para hacerse escuchar en la caverna, para devolver el foco a la política real. Es responsabilidad de todos nosotros que pueda hacerlo. Nos va en ello la calidad de un futuro que nos pertenece a todos. Y este no se alimentará de proclamas ni de voces, sino de derechos, de valores y de buenas condiciones, para vivir y para trabajar.

Los retos en este 2019 son enormes. El año de las elecciones municipales, europeas, tal vez autonómicas y estatales, se enmarca en un contexto de alto riesgo y de una acusada vulnerabilidad. Un horizonte que aparece enladrillado no tan sólo en lo democrático, sino que augura grandes bloqueos e incertidumbres en el ámbito global. La desaceleración del crecimiento económico, el aumento de la desigualdad y del malestar general, reclaman doble dosis de política real. Es un año para entrar en detalles, para afilar indicadores, para confrontar la vehemencia e ilusionismo retórico, con la solidez de lo pragmático, eso es, de lo ‘que ha sido hecho’, y que, por tanto, ya forma parte de aquello que todos compartimos, y que no es otra cosa que la realidad. Y porque algunos no quieran verla, intenten mostrar tan sólo una ínfima parte, se deshagan en aspavientos y aúllen vendándose los ojos, no deja de ser menos real.

En la economía, la realidad de la inmensa mayoría de la población, es un reflejo de su situación laboral. Por eso es una buena noticia que acabe el 2018, con más de 19 millones de personas trabajando, y lo es también que el último consejo de ministros, aprobara una serie de medidas urgentes en el orden social. Era prioritario mantener el poder adquisitivo de las pensiones, y mejorar los ingresos a la seguridad social. Se ha avanzado parcialmente, aumentando el salario mínimo y la base máxima de cotización, pero queda por derogar el índice de revalorización y el factor de sostenibilidad. Era urgente avanzar la carrera de cotización de los jóvenes para mejorar su confianza en el sistema, y si es una buena noticia que se extienda la obligación de cotización a todos los programas de formación y prácticas no laborales y académicas, aún queda por hacer en ámbitos como las becas para los estudios o las prestaciones familiares.

Supone una mejora importante que se recuperen los convenios especiales de cuidadores familiares de personas dependientes, pero no lo es que se mantenga suspendida la incorporación de las empleadas del hogar al régimen general. Crea expectativas que se pretenda abordar una reforma integral del sistema asistencial, pero decepciona que se congele el IPREM, que limita el poder adquisitivo de personas expuestos, demasiadas veces, a la pobreza severa, o que aún no se haya querido recuperar el subsidio para los mayores de 52 años. Sin duda el gobierno tiene circunscrito su horizonte político a la aritmética parlamentaria y a la disponibilidad presupuestaria, y esta se encuentra inmersa en un fuego cruzado que, lamentablemente, tiene bien poco que ver con el orden social, porque precisamente trata de distraer de cuestiones tan inmediatas como la desigualdad, la injusticia o la precariedad.

Frente a un contexto sociocultural, que tiene su expresión más cáustica y actual en la película ‘A ciegas’, en la que los protagonistas han de taparse los ojos para no morir, es hora de quitarse las vendas. Después de una primera fase de destrucción del empleo, y de una segunda en la que se volvió a crear trabajo, pero de pésima calidad, es el momento de conjurar una tercera fase, y de no fiársela a los extraterrestres, sino a la política real. Ésta ha de tener su eje central en el ámbito laboral y en la suficiencia de rentas. Para ello es prioritario desenmascarar a los fantasmas y monstruos de las contrarreformas y de la involución democrática y social, y hacerlo a la luz de los derechos y de la sensibilidad social. Frente a quienes viven del miedo, del agravio y de la mentira permanente, el 2019 ha de ser el año del renacimiento político, de la cohesión, del trabajo decente y de la responsabilidad. Tan sólo a nosotros nos corresponde, y para salir de la cueva, lo primero es quitarse la venda, y ponerse a andar.

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