domingo, 14 de octubre de 2018

VotOX

La presentación que hizo José Antonio Ortega Lara del líder de VOX, ante un concurrido Palacio de Vistaalegre, fue muy acertada. Santiago Abascal es, no cabe duda, un ‘licenciado en supervivencia por la universidad de la vida’. Lo es a pesar de que su lucha por la existencia ha discurrido bien lejos del medio en el que ha de sobrevivir la mayor parte de la ciudadanía, eso es, el mercado laboral. Por eso tampoco le falta razón a quienes, con excusable sorna, han llamado a Abascal ‘chupóptero’, y es que algo tan patrio y lejano a la subversión como la Real Academia de la Lengua define a esta criatura como aquella que ‘sin prestar servicios efectivos, percibe uno o más sueldos’ o, ‘que se aprovecha de otras’. La trayectoria del líder que ha sacado a la extrema derecha del armario del PP, cumple con las dos acepciones. En la Agencia y Fundaciones madrileñas en las que se le colocó no dio palo al agua, tal vez por ser de guardarse los palos para otros menesteres. Que se aprovecha de los demás parece también apropiado, cuando su vocación por sembrar cizaña no busca sino proyección y notoriedad.

En este aspecto ha tenido dos grandes maestros en los dos jóvenes líderes de C’s y PP, que, a base de competir por ver cuál de los dos era más reactivo y extremado, han abierto el espacio que ahora pretende ocupar VOX. Rivera y Casado han normalizado, en una competición irresponsable e impropia, un discurso visceral que ahora hace suyo este aprendiz de brujo criado a la sombra de Esperanza Aguirre y tutelado por el ex hombre fuerte de Trump, Steve Bannon, al que al parecer se le ha encomendado la misión de minar la construcción europea mediante el reforzamiento estratégico de la extrema derecha continental. A pesar de que le falta base popular y que sus incondicionales se desplazan con mocasines italianos, haría mal la izquierda en subestimar el potencial de contagio de VOX y en dejarse distraer por el aparente beneficio que comporta una derecha dividida. La historia y la actualidad política del continente han dado suficientes muestras de la facilidad con la que se instala la involución democrática al amparo de la inquietante indiferencia del capital financiero y del poder de algunos medios.

El proteccionismo es algo más que una política económica o comercial, es un estado de ánimo que se extiende como la pólvora ante el descrédito que han cosechado los estados al supeditar la justicia social al interés de los mercados. La búsqueda de seguridad y de protección que han inducido la lógica de la austeridad y la retirada del estado del bienestar se resuelve con excesiva facilidad en la construcción en negativo de la identidad colectiva. Y es aquí donde se ceba el discurso catártico de la derecha construyendo un ‘nosotros’ frente a la amenaza que se atribuye de manera conspiratoria y torticera a feministas, inmigrantes o independentistas. No es más que la lógica acunada hace más de cien años por el socialdarwinismo, la de la lucha por la supervivencia de la nación, el supremacismo de la raza que dio rango de ‘política’ al oprobio, la crueldad y el exterminio programado por parte del fascismo europeo. El recurso a la figura de la familia ‘natural’, de la ‘comunidad histórica’ o del ‘derecho selectivo’, son así poco más que la sombra que proyecta la institucionalización del rencor, de la codicia y del miedo.

Que este arsenal de la estulticia se arme en aras del cambio en la orientación política que representa la voluntad transformadora a la que asistimos en las propuestas y en el presupuesto presentado por el gobierno, no hace sino confirmar las complicidades de las que se sirve la extrema derecha entre aquellos poderes que han esquilmado a las clases populares con la excusa de la crisis, y que ahora miran con recelo el anuncio de políticas que persiguen una redistribución de la riqueza. En definitiva, el reclamo de VOX viene a ser a la democracia, lo que el botox a la belleza. El veneno de la toxina botulínica, que produce parálisis muscular, administrado en pequeñas cantidades puede ayudar a generar una falsa apariencia de tersura y juventud. El remedio de VOX, en la lógica de una ‘fuerza nueva’, pretende imbuir así una dosis de vigor y testosterona, cuando no hace sino desfigurar. Dado que el botulismo tiene además efectos secundarios como el estreñimiento y la disminución de la lucidez mental, habrá que defender que la arruga es bella, especialmente cuando es fruto de la madurez, y no de la irritación crónica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario