lunes, 17 de septiembre de 2018

Nación e involución en la izquierda

El auge de la extrema derecha ha tenido uno de sus últimos episodios en Suecia, uno de los principales baluartes de la socialdemocracia europea. El éxito electoral de los demócratas suecos, que han incrementado el voto del 5,7%, cosechado en 2010, al 17,6%, alcanzado en las recientes elecciones generales, subraya el calado de un cambio en el mapa electoral, que ya se hizo evidente antes en Alemania, Italia, Austria o Francia. Los sindicatos, conscientes de que una buena parte de la base social del emergente populismo de derechas proviene de las clases trabajadoras, han hecho sonar todas las alarmas frente a una deriva populista que apela al trabajo organizado y al conjunto de la izquierda europea. Aquí conviene destacar, como una salida en falso, el discurso de la renacionalización de la lucha de clases, y de la reducción del ámbito de intervención de la izquierda, teorizado en el mundo académico desde hace ya unos años, y que cuenta entre sus referentes políticos más actuales al líder de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, o a Sarah Wagenknecht, líder en el Bundestag, junto a Dietmar Bartsch, del grupo parlamentario del partido de la izquierda ‘Die Linke’.

La creación hace unas semanas del movimiento de concentración ‘Aufstehen’ (en pie), que toma su nombre de la emblemática canción ‘Get up, stand up’ de Bob Marley, ha supuesto un fuerte revulsivo para el debate en la izquierda alemana, por el distanciamiento crítico que supone hacia las posturas tradicionales de solidaridad y apertura de fronteras. A pesar de que los planteamientos de ‘En Pie’ se oponen diametralmente al populismo de la Alternativa para Alemania (AfD), y se erigen de manera clara en contra de la xenofobia y el racismo, su voluntad de renacionalizar la izquierda y de dar vida a una ‘verdadera democracia’, son cuestionables como mínimo por dos razones. En primer lugar porque la creación del movimiento responde al lamentable auge de la extrema derecha, y entra por tanto en una lógica reactiva que busca ‘recuperar’ simpatizantes abducidos por el populismo de AfD, adaptando los propios postulados. En segundo lugar porque al hablar de ‘verdadera democracia’, y hacerlo, singularmente, desde la propia dirección de un grupo parlamentario del Bundestag, se atiza el fuego del descrédito de las instituciones y se alimenta la pulsión postdemocrática

También en nuestro país, un reciente artículo firmado por Anguita, Moreneo e Illueca, ha suscitado un cruento debate que algunos han interpretado ya como el anuncio de la próxima creación de una ‘corriente’ dentro de Podemos, y de un posible cisma, en la lógica de la eterna mitosis ideológica en la izquierda, que replicaría en clave española el experimento de ‘En Pie’. Las referencias en el mencionado artículo al ‘decreto dignidad’ de Matteo Salvini, y su velada fascinación por el carácter antisistémico y la defensa de las ‘clases populares’ de los que haría gala en sus políticas el líder de la Liga Norte, resultan chocantes por venir de quienes pueden ser considerados ortodoxia en la izquierda y por tanto conocedores a fondo de la historia política de Europa. En este sentido, no se les debería escapar el carácter demagógico de las propuestas de Salvini, denunciado por los sindicatos italianos, y que la estrategia de Liga y M5E se distingue apenas del ‘Trabajo, libertad y pan’ de la NSDAP de Hitler, o del sucinto ‘Lo social tan sólo funciona si es nacional’ que resumía el fascismo alemán del NPD en el 2009.

El carácter regresivo de las propuestas de este intento de ‘renovación’ de la izquierda, no hace sino mostrar impotencia y debilidad. Que este tipo de iniciativas surjan de líderes políticos que en cierta medida están de vuelta, refuerza la sospecha de que la lógica simplificadora que aplican a la realidad sociopolítica, obedece antes a la autocomplacencia que a una lectura estructurada de la actualidad. En este sentido vale la pena defender que, frente a los cantos de sirena de la extrema derecha, hay que reafirmar los propios valores, reforzar las estructuras organizativas y extender las alianzas sociales hacia todas y todos aquellos que tienen en la solidaridad, la justicia y la cohesión sus referencias centrales. Esta ambición ha de desplegarse no tan sólo al nivel de los estados, integrando partidos, organizaciones y movimientos sociales, sino también en el ámbito de la Unión, y muy especialmente en el marco de las próximas elecciones al parlamento europeo. En estas la máxima prioridad es la de frenar el populismo desde una iniciativa fuerte, ambiciosa y cohesionada que recupere, desde la defensa a ultranza de la dignidad del trabajo, de la redistribución justa de la riqueza y de la calidad democrática, la mayoría social que necesitamos para pasar página a la corrosiva herencia con la que el neoliberalismo ha contaminado la construcción europea.

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