domingo, 3 de junio de 2018

Un día feliz

La moción de censura la presidió, en su meridiano, el bolso de Soraya Sáenz de Santamaría. Fue un día muy duro, y por eso el Presidente se refugió durante casi 10 horas donde el chef José Ynglada. No se ponen de acuerdo los medios en si se metieron entre pecho y espalda un salmorejo, unas anchoas de Santoña y un solomillo de vaca, soplándose de paso dos botellas de Whisky, o si se trató de un menú más equilibrado, con alcachofas, tomates, boletus y atún, acompañados de agua mineral sin gas. En cualquier caso y como hemos venido padeciendo durante más de 6 años, el presidente sin chispa, el presidente del plasma, no estaba donde había de estar, allí donde se le esperaba, en el lugar ocupado por un exclusivo maletín negro.

Pero la política da muy pocas alegrías, y por cada día de esperanza, llueve piedra durante semanas y meses. Y ayer fue un día de estos. Un día para respirar, para soñar con un país diferente, centrado en el diálogo y en el progreso social, con un gobierno volcado en recuperar la cohesión y la igualdad, entre territorios, entre generaciones, entre personas. Se llenó la boca el inefable Rafael Hernando de recriminaciones, escupió hiel en todas direcciones, a espuertas, anunciando las maneras que ostentará el PP desde la oposición. Mintió interesadamente y pasó por alto el grado de corrupción institucional y política que deja en herencia su partido a un país al que dice amar, pero al que ha expoliado e instalado en la crispación y la precariedad.

El discurso del mérito político de la recuperación es falsario y peligroso, por dos razones. En primer lugar, porque el modelo de crecimiento que ha resultado desastroso y que ha dado profundidad y relieve social a la crisis financiera y económica, es seña de identidad de los dos partidos que gobernaron durante este siglo, en la misa medida en que también ambos promovieron, con algunos matices, graves errores de cálculo al supeditarse, sin oponer resistencia, al mandato que ha emanado, durante años, de las instituciones europeas, y que ha sido controlado, en buena medida, por espurios intereses financieros. En segundo lugar porque la recuperación que tanto celebran, no es una recuperación generalizada y real.

El reciente informe del Banco de España ‘La desigualdad de la renta, el consumo y la riqueza en España, 2018’ muestra cómo la destrucción de empleo causó un aumento considerable de la desigualdad durante la crisis, y apunta no más que lo que ya sabemos, eso es, que la recuperación ha afianzado y extendido esta desigualdad mediante la precarización del empleo que se ha creado, desde 2013, y que, gracias a las reformas laborales, es de pésima calidad. Asalariados y pensionistas han perdido poder adquisitivo gracias al partido popular, pero si con alguien se ha ensañado especialmente la política del gobierno saliente, es con los más jóvenes. Así nos lo muestra con toda crudeza el informe de la CES: Indicador de calidad juvenil.

La tasa de jóvenes que no tienen trabajo ni proyecto educativo en España, es la 6ª peor de Europa, después de Italia, Bulgaria, Grecia, Rumanía y Croacia, posición que mantiene también cuando se considera el porcentaje de jóvenes que, tres años después de haber alcanzado su nivel superior de estudios, no ha encontrado un empleo. En desempleo juvenil, también el de larga duración, somos los segundos, empezando por la cola, y, eso sí, somos adalides en temporalidad. Tal y como establece una reciente resolución del Parlamento Europeo, “los contratos de duración determinada y a tiempo parcial han aumentado en la Unión Europea en los últimos 15 años, debido a las políticas de austeridad y los recortes de los derechos laborales que se llevaron a cabo, que han propiciado una creciente precarización e inestabilidad laboral”. Un mensaje muy claro para el PP, que ha convertido nuestro país en líder de la precariedad, pero también para el PSOE, del que esperamos un claro cambio de tercio, hacia la calidad y la estabilidad laboral y social.

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