miércoles, 30 de mayo de 2018

Un país inverosímil

Un presidente inverosímil sin duda precisa de un país inverosímil, y hay razones para pensar, que el nuestro no lo es. Lo sabremos a finales de esta semana, cuando veamos si el congreso se pliega a un nuevo ejercicio de funambulismo retórico para cargarle las baterías por unos cuantos meses más, a quien es, hoy lo sabemos, el responsable de un partido contaminado por la corrupción política, la financiación ilegal y el expolio programado de los recursos públicos. Lo sospechábamos, pero ahora, con la primera sentencia de la Audiencia Nacional sobre la red Gürtel, se confirma: Rajoy & Cia han vivido muy por encima de sus posibilidades, y, de paso, también de las nuestras.

Que lo hayan podido hacer sin mayores contratiempos, siendo votados una y otra vez, nos hace inverosímiles, en cierta medida, a todos nosotros. Con cuatro ex tesoreros, cuatro presidentes de la Comunidad de Madrid, tres de la de Valencia, uno de la de Illes Balears juzgados y/o imputados, el surrealista episodio de los ordenadores de Génova, los 373.000 euros en dinero negro de un tal M. Rajoy, la caja B, las autopistas, aeropuertos y canales… parece que sobraban razones para desconfiar. Y cada minuto que se ha perpetuado la impunidad del PP, no ha sido sino aire para que la hidra siguiera envenenando democracia, política y convivencia con su aliento infecto.

Ahora, en previsión de lo peor, alguno ha corrido a decir que les podrán cortar la cabeza, pero que no la piensan entregar. En el país de la inverosimilitud no nos habría de extrañar por tanto, si Mariano, al igual que el patrón de Francia, Denis de París, sigue tan campante aún después de decapitado, paseando su testa entre las manos. Si lo hace, todos nos vamos a sentir un poco decapitados, como si fuéramos un país sin parlamento, sin vergüenza y en el que prospera cualquier argumento, menos el del sentido de la responsabilidad. Esto vale especialmente para Cospedal que, con pleno cinismo, acusa a la oposición de intentar desestabilizar economía y sociedad.

Los cálculos apresurados que se quisieron filtrar hace unos días, y a los que se recurre ahora, recuperan aquel argumento de la crisis, por el cual la soberanía se había de supeditar a la prima de riesgo y a las agencias de calificación. Y sin embargo, parece evidente que la falta de estabilidad y el desequilibrio lo ha introducido el PP, haciendo de la recuperación un negocio reservado a unos pocos, que nos ha traído al resto incertidumbre y precariedad. Desde el 20N de 2011 hemos aumentado la deuda en 300.000 millones, hemos perdido un 10% del poder de compra de los salarios y hemos visto cómo se atacaba el trabajo de calidad, las pensiones, la educación o la sanidad.

Parece evidente que algunos son inverosímiles tan sólo cuando les interesa, y que saben perfectamente qué intereses defienden. Los nuestros, los de la gran mayoría de la población que cree que no hay alternativa a la democracia, son ahora los de sacar a Rajoy del gobierno, sin contemplaciones ni miramientos. Porque es un partido corrupto, sin discurso, y que tan solo sobrevive de extender el conflicto y la crispación. De eso ya hemos tenido bastante. Ahora se trata de reiniciar nuestro sistema político, de recuperar un cierto grado de honestidad, de confianza y de dignidad pública, y de esperar que prospere la moción de censura y que por culpa de quien no quiere si no medrar o sacarle rentabilidad al caos, no se nos quede cara de tonto a todos los demás.

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