martes, 24 de abril de 2018

Somos Rubianes

Lo de la calle dedicada a Rubianes es de justicia poética. En uno de sus muchos relatos breves, perfectamente hilvanados, irreverentes y geniales, el cómico galaico-catalán (como le gustaba presentarse) explicaba al público cómo su tatarabuelo Alegret habría sido ejecutado por no presentarse a batalla en Cuba, por tener otros menesteres más lúbricos a mano, que le comportaban mayor urgencia y voluntad. El hombre al que Rubianes ha sucedido en el callejero, el Almirante Cervera, también estuvo en Cuba, donde envió a la muerte a 500 marineros en una batalla que sabía tan perdida como la guerra, pero a la que presentó a la tropa porque así lo había dispuesto el mando.

Estos dos destinos, el de la libertad furtiva, y de la disciplina ciega, se reparten la larga historia de este país y forman parte de sus más profundas señas de identidad. No deja de ser un lujo que confluyan, en cierta medida, en el nombre de un artista tan descreído y políticamente incorrecto como Pepe Rubianes. Tal y como están las cosas, de seguir vivo, hoy probablemente se estarían beneficiando de su humor irredento los presos de Estremera, riéndose con un hombre al que el bien de la nación le sudaba el apéndice por delante y por detrás, y que habría preferido marchar preso a callar y ver como el país se hunde, día a día, en la ciénaga de la beatería y la falsedad.

Y es que hoy la ceremonia de la infamia es completa. Mientras la tergiversación, la ruindad moral y la desfachatez triunfan a tutiplén, la duda que nos embarga es hasta cuándo seguirá desfilando ante nosotros esta feria de monstruosidades, esta galería de excesos, que, sin dudarlo, Rubianes habría puesto en su sitio, allá en lo alto del campanario. Nos queda la duda del lugar que le habría merecido la actualidad, la del conflicto de legitimidades en Catalunya y su choque de trenes, siempre pospuesto e irrefrenable, pero también lo que habría dicho de Ciudadanos, despachándolos tal vez en un símil explícito o dándoles juego en alguna sátira imperdonable.

Y es que las contradicciones de la alternativa oficial son cada vez más evidentes, y cada vez se les ve más el plumero, como cuando apelan al ideario ‘liberal’, pero al mismo tiempo encajan, como anillo al dedo, en la trama que urde el partido en el gobierno. Ni los múltiples ataques a la libertad de expresión, ni el vetusto pero hoy tan actual nacionalcatolicismo, ni tan siquiera la corrupción o el nepotismo parecen amedrentar a C’s en sus más íntimas convicciones. Todas ellas caben en un españolismo exagerado, tras el cual se amagan las intenciones reales, que pasan, es de temer, por alimentar la panacea de unas libertades inexistentes, con tal de favorecer a los magnates.

En el año 2006, cuando se retiró de la programación del Teatro Español el estreno de la obra de Rubianes ‘Lorca eran todos’, CCOO ofreció al artista su auditorio en Madrid, para que pudiera estrenar la obra. En el exterior se congregaron ese día un centenar de españolistas exacerbados, de los cuales una buena parte ya había pasado antes por la sede del PSOE, reivindicando que “Si ustedes son Rubianes, Nosotros somos españoles”. Es de temer que en España, sigan faltando alternativas, y que en este país o se acabe siendo un ‘Alegret’ fustigado, o un ‘Cervera’ disciplinado. En cualquier caso, y ante la disyuntiva, de lo poco que podemos jactarnos, es que si ‘ellos’ son españoles ¡Nosotros somos Rubianes!

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