lunes, 26 de marzo de 2018

Paco Puerto

La lucha sindical es, al mismo tiempo, paciencia e intensidad. Es necesario saber aguantar y esperar, y esperar, y esperar… Pero es también imprescindible reconocer el momento en el que conviene actuar, porque se da la correlación de fuerzas que permite avanzar un paso más en la lucha por la justicia y la dignidad: en la sociedad y en el trabajo. Quien se acerca por primera vez al sindicato, a veces encuentra a faltar la épica, porque la lucha se construye desde un sinfín de actos y compromisos aparentemente insignificantes, cotidianos, próximos. Para decepción de los más aguerridos e intrépidos, no hay tomas de la bastilla ni asaltos al palacio de invierno. El sindicalismo es una lucha larga, y sus héroes son héroes pequeños.

Aún así, quien lleva un tiempo en el sindicato, quien se ha sabido supeditar a la lógica de una organización que tiene en la fraternidad y en la solidaridad sus premisas centrales, descubre que sí existe la épica, y que esta es grande, precisamente porque se escribe con letra pequeña. Un buen ejemplo lo encontramos en la trayectoria vital del compañero Paco Puerto, histórico militante de CCOO de Catalunya que da nombre a nuestra Fundación para la Formación y el Estudio. Nacido en Cabezas de San Juan, los tres ejes de quien empezó a trabajar con 7 años y murió demasiado temprano, fueron el trabajo, el sindicalismo y la lucha, y en los tres destacó por un excepcional compromiso, perseverancia e infatigable sentido de la justicia.

Una anécdota que nos da pistas de su fuerza interior, frente a la crueldad huera, gratuita, miserable del Tribunal del Orden Público, es la de lo que se decía al ser torturado, con tal de no delatar al compañero/a: ‘¿Haré sufrir a alguien lo que yo estoy sufriendo?’. No hay lógica más sencilla, ni más generosa que esta, que presupone además dos certezas tremendas: una, la de la sinrazón de la brutalidad extrema, la otra, la de que es en la responsabilidad de cada uno/a de nosotros/as, donde se resuelve la suerte de todos/as. A Paco Puerto quiso morderlo el régimen, como lo mordieron las ratas en las cárceles a las que le condenó el franquismo, y sin embargo su dignidad y su voluntad de lucha salieron indemnes, y esa es una lección de vida.

Recuerda su compañera, Esperanza, que a Francisco la madre de un amigo le pronosticó que su vida sería corta, y cuenta cómo, en un guiño del destino, tras dar varias vueltas de campana con su seiscientos, al salir aturdido del vehículo, la puerta a la que se dirigió para pedir ayuda, era la del cementerio. No era su hora. Vivió con una intensidad tremenda, organizándose desde que tomó conciencia de que “en solitario, aquella rebeldía que le inspiró la Pirenaica” no le llevaría lejos. Tuvo tiempo para levantar, con muchos otros compañeros/as, las Comisiones Obreras de Catalunya, y puso especial cuidado en defender y promover con todas sus fuerzas el trabajo y la formación como un derecho inalienable que ha de estar al alcance de todos/as.

Tal vez el momento más sugerente del pequeño acto de homenaje con el que el Ayuntamiento de Cabezas de San Juan inauguró el pasado lunes el ‘Centro de Formación Municipal Paco Puerto’, fue aquel, en el que la compañera de Francisco recordó que su compromiso era con las ‘personas’, desde la inmediatez y la acción directa. Cuando algunos aún procesábamos el debate entre Madina y Errejón en ‘Salvados’ sobre ¿Dónde está la izquierda?, digiriendo la impotencia que transmitía, esta sencilla reivindicación venía a sernos un bálsamo. La izquierda no tiene futuro como criatura cerebral, ni como elucubración filosófica, porque la teoría se acaba astillando en mil virutas. Es en la acción, en la solidaridad y fraternidad del día a día, donde se construye la lucha por superar la injusticia, y se hacen fuertes e irreductibles los valores de la izquierda. Eso es lo que nos traslada la vida y la lucha de compañeros como Paco Puerto.

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