domingo, 18 de marzo de 2018

Blasfemia

Que no lo dude nadie. Este es el país de la irreverencia. Que alguien con el horizonte intelectual de Salvador Sostres, se atreva a criticar a quien fuera titular de la Cátedra Lucasiana de Matemáticas de la Universidad de Cambridge durante 30 años, por defender ‘majaderías tan poco científicas como negar a Dios’, sugiere que la derecha es, en este país, una anomalía científica en sí misma, un agujero negro que engulle cualquier ápice de cordura o de sentido común. Que en el reino de la caspa, el calvo Sostres es el rey, a estas alturas ya no lo duda nadie, ni tampoco que la provocación sea, para muchos, la última reserva espiritual ante la notoria falta de argumentos que comparten los devotos de la inmaculada concepción.

Pero el problema no radica en la falta de coherencia, de luces y de criterio de la derecha emblemática, la de la virgen del Rocío y de la cabra de la Legión, sino el punto hasta el que se ha aupado y controla las instituciones.. Las diligencias abiertas recientemente contra Willy Toledo por declararse fervoroso del coño insumiso y por cagarse en Dios, atentando supuestamente contra los sentimientos religiosos, muestra hasta qué punto en este país vive horas de gloria el ultramontanismo. A falta de integridad en la esfera pública, lo que cunde es el integrismo, a falta de transparencia moral, lo que triunfa es el obscurantismo. Dice el actor madrileño que lo que sucede en este país es una vergüenza insoportable, y no le falta razón.

La ‘ley mordaza’ y la reforma del Código Penal han socavado derechos y libertades como la libertad artística o la libertad de expresión. Ya antes de aprobarse, en 2013, lo denunciaba el comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, y un grupo de expertos de Naciones Unidas. Hace poco la Corte de Justicia Europea recordaba a la Audiencia Nacional que quemar una foto no es una incitación a la violencia sino un acto de crítica política. Es probable y deseable que suceda lo propio con Pablo Hasél, César Strawberry o el periodista Álex García y se ponga en evidencia que las operaciones ‘araña’ organizadas en el limbo del artículo 578 del código Penal, no persiguen sino paralizar a los que discrepan, mediante el miedo y el terror.

Lo explica Arkaitz Terron en el informe de Amnistía Internacional ‘Tuitea, si te atreves’, publicado hace unos pocos días: ‘el objetivo es crear un clima de autocensura’. Se quiere una sociedad pacata, genuflexa, temerosa y dispuesta a tragar: ya sea con las pensiones, las contrarreformas laborales, la corrupción o la desigualdad rampante. La estrategia no dista mucho de la inquisición, aunque echen menos humo las hogueras, y se escuchen menos los gritos de brujas y profetisas. El objetivo último no es otro que el que perseguía entonces el santo tribunal: la intimidación. Que se callen los científicos/as y poetas, que no pronuncien su indignación cantantes y artistas, luchadores, sindicalistas, idealistas, de todo pelaje y razón.

Dice Álex García en el informe de Amnistía que lo están haciendo “para intimidar a la gente en el contexto general de la crisis, para desviar la atención y asustar”. Algún día se entenderá qué es lo que ha demorado tanto el momento, en el que acabaremos arrancándonos la coraza del fatalismo y el nudo del pavor. No tiene más secreto que el del poder hegemónico, que se basa en el control de las instituciones y de los medios de comunicación. Frente a él hay que armarse de valor y bregar y bregar, porque no existe otro destino que el que nos construimos nosotros, e incluso aquellos que dicen que está todo predestinado, y que nada puede hacerse para cambiar nuestro destino, miran antes de cruzar la calle… Aunque claro, eso lo decía Stephen Hakwing, un ‘charlatán’, demagogo, blasfemo y populista.

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