domingo, 14 de enero de 2018

El sentido de los 'comunes'

La semana que comienza es de especial trascendencia para el futuro inmediato de quienes votamos un nuevo parlamento el pasado 21 de diciembre. Si en los dos polos opuestos es de temer que habrá poca novedad, más allá de la voluntad de imponer criterios ya sea desde la aritmética parlamentaria o mediante el recurso a los tribunales, es en la posición que ocupan los Comunes, donde pueden darse algunas claves interesantes. En este sentido la lectura de los resultados electorales, muy inferiores a lo esperado, sus proyecciones sobre el mandato y, especialmente, sobre las próximas elecciones municipales, invitan a interpretaciones que aún siendo complementarias en el fondo, pueden mostrar diferencias de calado.

Dos artículos publicados recientemente nos enseñan cómo cambia la misma botella, según se vea medio vacía o medio llena. En el primer caso, nos encontramos con quien identifica la debacle electoral en la falta de definición de los Comunes en la cuestión nacional, en su política de alianzas, en definitiva, en la ambigüedad en su identidad y estrategia, como principales obstáculos para que el partido de Ada Colau pueda realizar todo su potencial sociopolítico. Por otro lado, hay quien sitúa la botella medio llena por el papel que puede jugar En Comú Podem en un escenario de fuerte polarización, e incluso plantea un interrogante de gran interés: “¿A estas alturas pueden convivir indepes y no indepes en un mismo partido?”

Esta cuestión, es sin duda relevante, y es de agradecer que alguien, aunque sea al coste de muchas dudas, resuelva finalmente en sentido afirmativo. Frente a la dicotomía de la ‘vieja’ y la ‘nueva’ política, no puede haber sino la política en mayúsculas, y esta, en el caso de la izquierda, no puede situar las prioridades más que en el compromiso social y en la legitimidad democrática. Lo ‘social’ es inclusivo, es más, la diversidad o ‘tolerancia’ mutua en lo ‘nacional’, no es sino una forma de coherencia ideológica. Si ahora la polarización y el conflicto de ‘legitimidades’ parecen haberse comido la base electoral de la que se nutren los Comunes, el tiempo dirá, y no es de descartar que se repitan más adelante sus resultados en las generales.

En cualquier caso frente a la tentación de demonizar también al último partido con vocación transversal en lo ‘nacional’, vale la pena analizar algunos de sus referentes. Así al consultar la colección de artículos publicada en el cincuentenario del PSUC, en 1985 (‘La nostra utopia’), leemos por ejemplo al que fuera su Secretario General, Gregorio López Raimundo recordándonos que, para alcanzar los necesarios cambios políticos y sociales, se ha de construir una alternativa política de izquierdas y ampliar la democracia de base participativa, sumando movimientos asociativos y sociales. Que los y las trabajadoras constituyen una única clase que ha de ser la vanguardia de la lucha popular en defensa de los intereses nacionales.

Parece obvio que la vía pluralista y democrática al socialismo propugnada por el PSUC, se habría sentido muy distanciada de cualquier discurso nacionalista, pero no podemos dejar de pensar si, frente a este fenómeno, no habría defendido la transversalidad de la lucha de clases como elemento integrador más allá de las banderas. Las diferencias entre los Comunes y su principal referente histórico en la izquierda catalana son muchas, pero hay suficientes elementos como para que pongamos en duda que, en el contexto actual, el partido de Gutierrez Díaz y de Rafael Ribó, se hubiera replegado en uno de los dos frentes, sin ambicionar el representar al conjunto de ese ‘caleidoscopio de infinitos colores’ que es la clase obrera catalana, y de hacer frente a su problema real: ‘el de su dispersión política y organizativa’.

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