lunes, 11 de septiembre de 2017

Pura demagogia

Parece comprensible el estupor de los y las asistentes a la Comisión de Empleo del Congreso, cuando, hace ahora dos semanas, Fátima Báñez, se jactaba de una “salida de la crisis a la española: sólida, sana y social”. Los diputados y diputadas que esperaban obtener información sobre la extinción del Plan PREPARA, se encontraron con un pródigo ejercicio de autobombo y, de paso, con la impertinencia de Celia Villalobos que, desde el fondo de la sala, interpeló a la congresista Yolanda Díaz cuando esta se atrevió a criticar el tono exultante de la ministra de Empleo. La ex Vicepresidenta del Congreso se justificaría más tarde diciendo que ‘en política o se hace precisión, o se hace literatura, o se calla uno’ y que lo de Díaz era ‘pura demagogia’.

Pero ni es demagogia, ni conviene tampoco callar ante la falta de precisión de la ministra del PP. Como denunciaba recientemente CCOO, en julio de 2017 había 3,34 millones de personas registradas como paradas, de las cuales un millón y medio carecía de prestación. En agosto, el 92,5% de los contratos firmados fueron temporales, con el índice de temporalidad rozando el 27%. Más del 28% de la población está en riesgo de pobreza o exclusión social (el 23,6% en Catalunya) y, a pesar de Villalobos, el reciente estudio de UNICEF ‘Children of Austerity’ es todo menos literatura, cuando establece que España cuenta con una de las tasas más altas de pobreza infantil (30%), que alcanza el 40% si hablamos de pobreza anclada (umbral de 2008).

Decía Fátima Báñez que no hay nada más social que la creación de empleo, pero si nos atenemos al informe sobre pobreza laboral de la Fundación tripartita europea (2017), es de temer que acabemos por achacarle la demagogia al propio gobierno del PP. En relación a la pobreza laboral, importan también los salarios, la intensidad de empleo por hogar y el número de niños/as y de dependientes que este ha de atender. Como demuestran las estadísticas de Eurofound, un elemento que incide con fuerza en el riesgo de pobreza es la contratación y las formas atípicas de empleo. El autoempleo, la temporalidad o la parcialidad, son así auténticos caladeros no tan sólo de precariedad sino también de pobreza y de exclusión social.

El discurso del emprendimiento resulta ser un arma de doble filo, al aliviar las estadísticas, pero comportar, en el caso europeo, un 40% de la pobreza laboral. En nuestro caso, los autónomos sin asalariados a cargo tienen un riesgo tres veces superior de sufrir esta lacra, que los trabajadores por cuenta ajena. En relación a la temporalidad, los asalariados con contratos temporales llegan a cuadruplicar el riesgo de pobreza laboral que sufren los trabajadores con contrato indefinido, proporción que es casi idéntica en el caso de los trabajadores a tiempo parcial (el 16,6% del empleo asalariado y 35% de los contratos firmados en agosto). En el caso de los parciales involuntarios, cerca del 30% de estos están en situación de privación material.

Parece evidente que el bienestar de la ciudadanía no se mide tan sólo por el número de empleos, sino que, con tal de escapar a la demagogia, hay que ir un paso más allá. Importan los salarios y por tanto la negociación colectiva, pero también la intensidad de empleo por hogar. Resultan por eso críticas la tasa de empleo femenina y las políticas de conciliación, ya sea la flexibilidad de los horarios, la gratuidad de la educación preescolar o las políticas de dependencia. Más allá, Eurofound llama la atención sobre la necesidad de las ayudas para la vivienda, que suponen un serio obstáculo para el 86% de las personas que se encuentran en situación de privación material. No es literatura, ni tampoco demagogia, ni tan siquiera si recordamos que, frente al discurso de la austeridad, el gobierno viene de regalarle a la banca 40.000 millones de ayudas que le faltan a una política económica que, mal que nos pese, ni es sólida, ni es sana, ni es tampoco social.

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