domingo, 3 de septiembre de 2017

'Inactivos'

La teoría clásica del mercado de trabajo que nace con Adam Smith en el siglo XVIII, establece que la economía tiende al pleno empleo y que la variable de ajuste entre la fuerza de trabajo que se ofrece y la demanda por parte de quien emplea, recae en los salarios. Así, un mercado laboral ajustado será aquel en el que hay un equilibrio entre oferta y demanda, y uno con déficit aquel en el que la reserva de empleo permite que se ajusten los salarios a la baja. Que hoy el cambio de tendencia en el mercado laboral, con una demanda creciente y la mejora de las estadísticas, no se traslade a los salarios, sugiere así que existe una reserva adicional de fuerza de trabajo, una bolsa de desempleo oculto, que escapa a los indicadores al uso.

Este es el planteamiento del estudio de la fundación tripartita europea Eurofound de reciente publicación, que pretende analizar y cuantificar lo que en inglés se denomina ‘Labour Slack’ y que establece el desajuste real entre oferta y demanda de trabajo. En el año 2015, un 35% de la población de la UE en edad de trabajar (330 millones) o bien estaba desempleado (22,8 millones) o constaba como inactivo. De los 91 millones de inactivos habría sin embargo 17 millones que, de una u otra manera, querrían trabajar. Si a estos añadimos los 10 millones de trabajadores/as parciales involuntarios, la oferta de la fuerza laboral en Europa sería de más del doble de la que recoge el indicador de desempleo, contabilizando 50 millones de personas.

Este desajuste se debe a la rigidez en la definición de las variables. Así la OIT establece como empleado a aquella persona que trabajó como mínimo una hora en la semana de referencia y como desempleado a aquella que no trabajó, está disponible para trabajar en las dos semanas siguientes y ha buscado activamente empleo en las últimas 4 semanas. Quien no cumple con uno de los requisitos es inactivo. Así no cuenta como desempleado/a quien padece el efecto desánimo, quien sufre un impedimento circunstancial (familia, estudios…) o aquellos/as que trabajan menos de lo que desearían. En el caso del estado español la bolsa de horas ‘deseadas’ por los parciales involuntarios supondría 800.000 empleos que se escapan así a la estadística.

Parece evidente, tanto como que el mercado laboral no tiende al pleno empleo, que los indicadores actuales reproducen una imagen falseada del trabajo que demanda la población. Lo inapropiado del ‘barómetro’ de la tasa de desempleo para medir el clima del mercado de trabajo, ya lo pone en evidencia el que los objetivos de la UE no se midan por esta, sino por la evolución de la tasa de empleo. La necesidad de ampliar el número de indicadores resulta tan obvia como la necesidad de intervenir en el mercado de trabajo no tan sólo a través de las políticas activas de empleo y de la inversión, sino también mediante la mejora de las garantías que dan solidez, calidad y estabilidad al empleo que ya existe, y que van desde el salario mínimo, al dinamismo de la negociación colectiva, la inspección o la formación continua.

Lamentablemente este no es el discurso hegemónico. Como se puede constatar en la reforma laboral presentada por el gobierno Macron este jueves, sigue primando el ‘tópico’ de que es prioritario generar la confianza del capital mediante la flexibilización. Las cinco ordenanzas y las 36 medidas anunciadas nos son harto conocidas y van del abaratamiento del despido a la descentralización de la negociación colectiva, pasando por la devaluación de la capacidad de concertación por parte de los sindicatos. Se trata del maquillaje que se extiende de la estadística a la narrativa y oculta que quien más empleo creó en Francia en los últimos veinte años fue Lionel Jospin (900.000 puestos de trabajo), distanciándose precisamente de la tercera vía y del discurso socioliberal. Lo que se aplica en Francia y se ha aplicado en España no es una renovación del modelo social como pretende Macron, sino el ‘golpe de estado social’ que denuncia la Francia Insumisa

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