martes, 6 de diciembre de 2016

114 dedos

Bertrand Thibault refiere en su reciente libro ‘La tercera guerra mundial es social’ una cifra que resulta especialmente lacerante. En la provincia de Guangdong, en el sur de China, con una gran producción textil y de juguetes, cada día se mutilan 114 dedos de operarios/as. Sin duda las proporciones de la China son mastodónticas, pero si tenemos en cuenta que al año mueren 100.000 chinos/as en accidentes laborales sin contar enfermedades profesionales, y que esta cifra es, respetando la proporción demográfica, 10 veces superior a la española, se entenderá que al menos hay 90 dedos que se salen de la estadística de un país como el nuestro.

Gracias a la falta de inversión, la infrafinanciación de la inspección, la desarticulación de la negociación colectiva y la precarización del empleo mediante temporalidad y subcontratación, también aquí estamos viviendo un repunte de la siniestralidad laboral. Las políticas de austeridad, con los subsiguientes sacrificios en derechos, en certezas, en seguridades, son el precio que nos dicen hemos de pagar para poder competir con países como la China. El comercio se ha convertido en el argumento redundante, en la válvula que introduce la presión en nuestro sistema económico y político, justificando la merma de derechos y libertades.

Aunque casi no se mencione en los medios, estos días se está preparando lo que podría ser una nueva descarga de ‘competitividad’. Cuando el próximo 11 de diciembre se cumplan 15 años del acceso de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC), el gigante asiático podría acceder de manera automática al estatuto de economía de mercado, lo que impediría la aplicación de legislación anti-dumping por parte de la UE. Aunque no lo parezca, Europa aplica en la actualidad 81 medidas anti dumping y 13 anti subsidio a la China, que, de desaparecer, podrían comportar una pérdida de hasta un millón y medio de empleos.

Son datos del Economic Policy Institute, un think tank de los EEUU que, desde su fundación, en 1986, analiza críticamente la política comercial y estudia con especial énfasis su impacto sobre los sueldos medios y bajos. La pérdida del PIB europeo por la apertura a China, que el EPI sitúa entre 114 y 228 mil millones, al final será probablemente menor. La posición de la mayor parte de los partidos europeos es reticente a la concesión del estatus de economía de mercado a China y la liberalización con esta potencia económica se acabará realizando sí, pero con sigilo, sector por sector, respondiendo a las circunstancias e intereses de los lobbies pertinentes.

El EPI calcula que, a lo largo de los últimos 15 años el déficit comercial entre Bruselas y Beijing se ha cuadruplicado, pasando de 48.800 millones a los 182.800 millones actuales. El impacto de la competencia alevosa de un país que mutó el comunismo en capitalismo de estado, en nuestras economías y empleos, ha sido el de la devaluación laboral y del modelo social europeo. Mediante la intervención estatal y gracias a una política monetaria implacable, China ha ido colocando su excedente de producción al precio de fuertes desequilibrios sociales y ambientales en el propio territorio y de la destrucción de sectores enteros en Europa.

El vínculo entre la política comercial y la calidad de vida y de trabajo no puede serle ocultado a la ciudadanía. Lo hemos visto con el TTIP, el CETA o el TISA. Lo saben bien líderes como Le Pen o Trump, que lo han convertido en la clave de bóveda de su discurso. Al señalar el contubernio de los partidos tradicionales con las multinacionales a la hora de devaluar los derechos y las libertades civiles y laborales en nombre del comercio y de la competitividad, no han hecho sino encauzar el sentimiento de traición y de impotencia frente al establishment. El miedo, el odio y la incertidumbre, bien manipulados, se han convertido en combustible para el fuego patrio.

La obscenidad de Trump que, no lo olvidemos, va a presidir el gobierno más rico del planeta, a la hora de denunciar el impacto de los tratados comerciales en las clases trabajadoras, no tiene límite. Convendría recordar sin embargo cómo, ante la denuncia del dumping comercial por parte de cualquier alternativa con arraigo democrático, ya sea sindical o política, muchos medios, y especialmente los perritos falderos de la oligarquía, se han lanzado en tromba a ridiculizar las posiciones críticas con una globalización puramente mercantil y financiera por rancias y supuestamente poco realistas. Hoy los señala no tan sólo la demoscopia europea, sino los 114 dedos que acaban cada día como desechos, en la basura de algún polígono industrial del sur de la China.

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