lunes, 24 de octubre de 2016

Futuro

Dice Woody Allen que “me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida”. Y no le falta razón. Si bien es cierto que en la línea lógica, la de la causalidad, el pasado marca el presente, y el presente decide el futuro, no lo es menos que el presente influye en el pasado, mediante la interpretación de la historia, propia o colectiva, y el futuro, aún sin estar definido, incide en el presente a través de la actitud y de la expectativa, ya sea de incertidumbre, apatía o esperanza. Así el presente, como vértice de acción, determina nuestro futuro, pero, a su vez, padece de la idea o sospecha que tenemos de nuestro porvenir.

Preparar el futuro, eso es, ese espacio que es permeable a la fortuna y a la fatalidad, marca el presente de muy diversas formas. La propiedad es, en cierta medida, fruto del futuro. Una manera de crearse una seguridad, es la de adscribirse un bien, un patrimonio, que permanezca vinculado inalterablemente a la persona, más allá del presente. Si uno lo piensa bien, y tiene en cuenta el carácter infinito del tiempo, resulta algo pretencioso el querer otorgarse el derecho a perpetuidad sobre un espacio, pero esta se ha convertido, al mismo tiempo, en una manera óptima de influir en las relaciones con otras personas, de ‘apropiarse’ de ellas.

La propiedad puede ser también de bienes inmateriales, a través de la acumulación de dinero, del ahorro, y puede ser, a su vez, individual o colectiva (familiar…). Otra forma de generar certeza para el futuro es mediante el derecho, que no es una propiedad en sí, sino una garantía para la acción y al mismo tiempo para asegurar unos mínimos existenciales. Así el derecho a una vivienda, a la educación, a la sanidad y a un trabajo que permita la subsistencia, hace innecesaria la propiedad, que sin embargo coexiste con el derecho en una tensión permanente.

Finalmente, como equilibrio entre propiedad y derecho, se creó la previsión social, que fue el acuerdo al que llegaron capital y trabajo, con tal de garantizar la paz social a través de la generación de una cierta certidumbre colectiva con respecto al futuro. El problema aparece cuando con el neoliberalismo, la codicia y el apetito sobre el capital acumulado como ‘propiedad’ colectiva (léase el fondo de pensiones), se junta con las ganas de comer, eso es, con la voluntad de introducir de nuevo la inseguridad en la sociedad para hacer más volubles y mudables a las personas y poder ejercer de esta manera mayor influencia y control sobre ellas.

El Partido Popular se ha dedicado en cuerpo y alma a aplicar el recetario neoliberal, no tan sólo esquilmando el fondo de reserva de las pensiones, de los casi 67 mil millones que se encontró en 2011, a los 25 mil actuales, sino también en otros dos frentes. En primer lugar, y pese a que se presente como adalid de la Constitución, se ha de decir por una vez que el partido de Rajoy es probablemente el partido más anticonstitucional de la historia de la democracia, con la vulneración permanente mediante sus políticas, de derechos fundamentales como el empleo o la vivienda (artículos 35 y 47), por no hablar del derecho a la educación o a la sanidad.

Junto a estos derechos que dan certeza y seguridad a la ciudadanía, el Partido Popular se ha dedicado además a arruinar otro elemento central de previsión personal y colectiva (mediante la cotización): el empleo de calidad. La reforma laboral introducida en 2012 con una ofensiva a la contratación indefinida y a la negociación colectiva, ha introducido la precariedad en el presente (con salarios de miseria), y la ha proyectado al futuro, haciendo que sea insostenible el sistema de pensiones. El complementar bajas pensiones con empleo, la solución introducida en 2013 y que ahora Báñez pretende ampliar, culmina así una estrategia que no se puede entender, sino como un agravio generacional.

Probablemente sea este el elemento más perverso de las políticas del PP. El presionar la escasa oferta de empleo para jóvenes (50% de desempleo), ampliando la demanda por parte de los pensionistas, genera una competencia entre generaciones que profundiza la brecha en la solidaridad y la cohesión intergeneracional. Sin duda es esta la mejor manera de hacer inviable o imprevisible el futuro inmediato. Decía Willy Brandt que el futuro no va a ser dominado por aquellos que están atrapados en el pasado. Ojalá tuviera razón, pero si la tuviera, sería a pesar del Partido Popular y de aquellos/as que lo apoyan en primera o segunda votación.

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