domingo, 18 de septiembre de 2016

Goldman Barroso

La vida está hecha de estampas, algunas más reveladoras que otras. En la larga trayectoria vital que ha llevado a Durao Barroso de la militancia en el Movimiento Reorganizativo del Partido del Proletariado, de orientación maoísta, a la presidencia no ejecutiva del banco Goldman Sachs en el Reino Unido, hay un momento que resulta especialmente esclarecedor. Sucede en los días posteriores al 25 de abril de 1974 en Lisboa, en plena revolución de los claveles. El futuro Presidente de la Comisión Europea, en aquel momento vinculado estrechamente a la Federación de Estudiantes Marxistas Leninistas, aprovecha el tumulto para apoderarse, frente a la facultad de derecho, de un camión cargado con muebles universitarios. Sin pensárselo dos veces se lo lleva hacia las oficinas del PCPT/MRPP, con la previsible y generosa intención de paliar el más que probable déficit en el inventario de la sede central, pero lo que se encuentra es la desabrida y agria reacción del líder del partido Arnaldo Matos, que lo conmina a emprender el camino de vuelta para devolver el camión al lugar en el que se lo ha encontrado.

Poco se puede averiguar hoy sobre el paso de Durao Barroso por la izquierda portuguesa, al margen de esta anécdota y alguna curiosa filmación, pero parece evidente que su sentido de la oportunidad no encontró la esperada complicidad entre los y las camaradas, y explica tal vez porqué, unos años después, entró en el partido ‘naranja’ portugués, el conservador y mal llamado Partido Social Demócrata, dejando de lado su aventura maoísta. Cuando 40 años después, en 2014, nuestro hombre recoge el Premio Europeo Carlos V en el Monasterio de Yuste, da otra pista que tal vez no revele su divisa vital, pero que sí ayuda a entender lo pragmático de un carácter forjado para la prosperidad. La supuesta cita de Cervantes que utiliza para describir la naturaleza indómita del proyecto Europeo dice así: ‘El que tropieza y no cae, adelanta camino’, y es aquí donde se puede entender lo del camión e incluso la esporádica afinidad con los meninos rabinos, como se conocía a los militantes del MRPP, que quedan así relegados a una piedra en el camino de aquel que, sin llegar primero, supo llegar.

Para quien no sea muy de eufemismos, parece evidente que la naturaleza que se oculta tras estas estampas del hombre que dirigió durante 10 años los destinos de la Comisión Europea, es la de un manifiesto oportunismo. Una actitud que precisa de una cierta ambigüedad, como cuando lanzó su famosa cita del ‘país de tanga’, refiriéndose a la precaria situación de la economía portuguesa, en ‘taparrabos’, para a continuación hacer todo lo posible no para vestir al país, sino para arrancarle hasta ese último trapo con tal de entregárselo al Fondo Monetario Internacional. O cuando invitó a Blush, Blair y Aznar a las Azores un año después, para apoyar, contra el criterio de la ciudadanía portuguesa, la guerra en Irak, y declarar, cuatro años más tarde, que había sido víctima de engaño. Poco se puede decir del paso gris de Barroso por la Comisión Europea, al margen de que ha sido probablemente el peor Presidente hasta la fecha, responsable de un modelo de gobernanza y de austeridad que han condenado la construcción europea a luchar por no sucumbir entre el euroescepticismo, el populismo y la mediocridad.

Sí hay que reconocerle a Barroso lo de ‘genio y figura hasta la sepultura’. En su último viaje oficial como Presidente de la Comisión, nuestro hombre visitó Londres para criticar con dureza las veleidades euroescépticas de Cameron y compañía. 20 meses más tarde, sabemos que se hará de oro alimentando el tráfico de influencias al defender los intereses de Goldman Sachs en la salida del Reino Unido de la UE. La catadura moral de Barroso por desgracia no es ninguna novedad ni tampoco una excepción. Pasado los 18 meses de ‘abstinencia’ el ex comisario de comercio, Karel TTIP de Gucht ha fichado por el gigante Arcelor Mittal, mientras la anterior responsable de la agenda digital, Neelie Kroes, se ha decantado directamente por Uber. El desprestigio que comporta la vocación por la puerta giratoria de algunos máximos representantes de la Comisión Europea ni siquiera es ajeno a la dinámica de clientelismo que demasiadas veces se percibe también en la política estatal, autonómica e incluso municipal. El resultado es el desprestigio de la política que tanto interesa a las grandes corporaciones y un fenómeno de pandemia democrática que por ahora no se resuelve en ningún tipo de iniciativa política, sino en más impotencia y desafección.

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