miércoles, 25 de enero de 2023

Teatro, puro teatro

Mientras la protesta inundaba las calles y plazas francesas, y la ciudadanía se desgañitaba con tal de salvar su derecho a una pensión digna, Emmanuel Macron se deleitaba en la exposición dedicada al galerista Kahnweiler en el museo Picasso. Si consideramos que, al mismo tiempo, el candidato a la alcaldía de Barcelona por Junts, Xavier Trias, buscaba refugio en Murcia, con tal de dar esquinazo a la movilización contra la cumbre hispano francesa en Barcelona, parecería que el éxodo temporal de la política de la realidad, muestra una tendencia preocupante. Decía el gran pintor malagueño que “el arte es la mentira que nos permite comprender la realidad” y, en esa lógica, tal vez la política sea el teatro que nos permite gobernarla. De allí que sea tan esencial la puesta en escena. En el caso de la cumbre transpirenaica, el fondo escénico escogido fue el de las ‘Meninas’ de Picasso. Allí, junto a canes, enanos e infantas cubistas, se plasmó gráficamente la sintonía entre los dos presidentes, cuajada, pocas horas antes, en la firma de un Tratado de Amistad y Cooperación.

Así, mientras 200 manifestaciones movilizaban a 2 millones de franceses para mostrar su repulsa a un aumento de la edad de jubilación, mientras Trías amenizaba tal vez una sobremesa murciana con una reflexión sobre lo indigesta que resulta la pasión política, en Barcelona se visualizaba por todo lo alto la cercanía entre dos jóvenes líderes y el acuerdo en temas cruciales como la interconexión energética o la red europea de transportes. En qué quede luego la entente transpirenaica se verá. Por en medio hay hasta tres convocatorias a nivel municipal, estatal y previsiblemente autonómico. El encaje entre estas diferentes piezas parecería que por ahora favorece al inquilino de Moncloa y algo menos al del Palau. Subastada la pieza de los presupuestos estatales y habiendo sido cobrada esta por Aragonés para cambiar el delito de sedición, ahora, mientras se desvanece por momentos la intensa agenda legislativa del gobierno central, al President de la Generalitat le falta contrapartida que poder dar a cambio de que le aprueben los presupuestos catalanes.

La dramaturgia política, que se ciñe a las encuestas de voto y deja de lado, una y otra vez, lo que son las necesidades perentorias de la ciudadanía, convierte en juego de cromos lo que debería ser el compromiso con unos presupuestos, indispensables para unas políticas públicas que se ajusten a las necesidades inmediatas. La cocción a fuego lento que se pretende administrar al presidente catalán beneficia a Junts, en teoría al PSC, y no es de descartar que sea visto con cierto apego por quien no sería reacio a un relevo en el liderazgo, especialmente si se suspenden las inhabilitaciones. Por tanto es el teatro el que manda, y, de manera flagrante, el que se interpreta entre bambalinas. Pero como la premura es mala consejera en político, algunas de estas estrategias corren el peligro de ser poco más que un tiro en el pie. Pretender sacar rendimiento a la actividad legislativa realizada con un congreso que hiberne durante diez meses, denota una cierta candidez. Mantener el ritmo y actividad legislativas pasa sin embargo por mantener unas alianzas que al parecer ya se dan por amortizadas.

En lo que concierne a Cataluña, en el PSC tampoco parece ser prioritario lo del compromiso con la ciudadanía. El maximalismo en la oferta de negociación de los presupuestos y su alineamiento con los intereses del Cercle de Economia y las patronales, recupera la peor versión del PSC, sin modelo alternativo para Catalunya, muy cercano a los intereses corporativos, y con un oportunismo que ha puesto en escena de manera alarmante Jaume Collboni en Barcelona. La instrumentalización de los presupuestos muestra una falta manifiesta de moral política y un distanciamiento de la realidad que vive la ciudadanía, que tiene el peligro de tener un efecto boomerang. Aprobar presupuestos y exigir cuentas habría mejorado ciertamente el libreto, como también habría facilitado las cosas a ERC una actuación algo menos histriónica en el Congreso. Lo uno por lo otro, no es de descartar que acaben perdiendo los dos. En el caso de los republicanos entra además en juego la afición repentina por estar en misa y repicando, en aquello que Enric Juliana definía con ingenio como un “alarde táctico que roza los confines de la física cuántica.”

Y claro, luego está el proyecto de Junts, al que por momentos parece que le queda grande la democracia y que se sentiría más cómodo con el partido único, a no ser que realmente no se reconozcan en unos presupuestos que llevan su propia firma. Las recientes declaraciones de Jordi Pujol instalando la xenofobia en el patio de butacas sin inmutarse con aquello de ‘los catalanes están amenazados de acabar minorizados’, no acaban de ayudar tampoco a situar el proyecto de la derecha nacional catalana más allá de lo que, en la lógica de Enric Juliana, vendría a ser la sombra del gato de Schrödinger, eso es, la superposición cuántica que hace que el felino pueda estar vivo y muerto al mismo tiempo. Pero cuidado, esto nos adentra en el territorio de la política zombi, y una cosa es el teatro de la política, y otro el teatro, puro teatro.

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