sábado, 7 de mayo de 2022
El hábito hace al monje
“No es más fuerte la luz del estallido sino aquella que no se apaga”. El propósito al empezar este blog era ambicioso y así quedaba recogido en su cabecera. La llama, que encendimos hace ahora diez años, sigue viva, aunque en algunos momentos haya flaqueado y en otros haya chispeado, en una sucesión de golpes, a veces de lucidez, otras de hastío y de rabia, que hoy suma ya 400 entradas. El compromiso inicial con la sostenibilidad, recogido en el lema, respondía a una inclinación política, económica y social por el equilibrio justo, al anhelo por superar el conflicto constante que es seña de identidad de nuestro tiempo. Pero la sostenibilidad acabó por contagiarse al propio blog, y si es fácil situar en el horizonte una luz que no se apaga, alimentar la lumbre, semana a semana, se acabó por convertir, algunas veces, en un auténtico suplicio, y muchas otras, en un estímulo para seguir pensando, escribiendo, interpretando una realidad que no ha dejado de transformarse.
Diez años en términos históricos son poco más que un suspiro, y, en el caso de la segunda década del siglo XXI, el suspiro era agrio y venía cargado de presagios. El nacimiento de ‘la bombeta’ respondía al estupor y al enojo frente a la reforma laboral que impuso el PP de Mariano Rajoy. Aquella artería política, que condujo a la huelga general del 29 de marzo, tenía su excusa en la gobernanza económica de la UE, y Angela Merkel, encarnación del infausto régimen de la austeridad, inauguraba el blog sosteniendo desafiante un cerdito hucha. A lo largo de los siguientes meses y años, se le sumarían en las viñetas diseñadas por Sonia otras asiduas prominencias como Barroso, Draghi o Lagarde. Su ceguera y falta de horizonte político socavó, como ha demostrado el paso del tiempo, la cohesión social, alimentó el agravio que encendía el populismo de la extrema derecha, y ponía en un brete el que Europa no se acabara rompiendo por las costuras, perdiendo por el camino, eso sí, al Reino Unido.
En clave nacional los diez años han dado para casi todo. Desde el espectáculo permanente de la corrupción del Partido Popular hasta la creciente precariedad laboral, la depauperación de la sanidad y la educación públicas, la decadencia del poder judicial, o la mordaza a la libertad de expresión. Frente a este panorama nacía el movimiento del 15M, se articulaba la reivindicación plebiscitaria en Catalunya, o aparecía Pedro Sánchez en el blog, ya en 2014, decidido a emprender una ardua carrera de obstáculos que le llevaría, cinco años después, a la Moncloa. En Europa y en España hacía presencia el terrorismo con los atentados de Charlie Hebdo, Bataclan y las Ramblas, se intentaba reforzar el eje atlántico mediante el TTIP y en el debate europeo se pasaban el testimonio una retahíla de estrafalarios oportunistas como Schäuble, Djisselbloem o Juncker, que quedaban retratados, siempre desde la ironía, en el blog. Frente a ellos Varoufakis, Pablo Iglesias o recientemente Yolanda Díaz, situaban un cierto contrapeso.
A diez años de la reforma laboral el horizonte no es exactamente esperanzador, con una guerra en Europa, una pandemia que no acaba, una crisis institucional y un contexto socioeconómico que no parece que vaya a superar la crisis endémica que vive el sistema, pero se han situado algunos hitos legislativos y políticos que no permiten que acabe de naufragar el optimismo. El incremento del Salario Mínimo Interprofesional, la reforma de las pensiones y del estatuto de los trabajadores, o las tan esperadas transferencias europeas, invitan a seguir soñando. Revisando el relato que componen las 400 entradas la sensación es que la secuencia ha ido perdiendo una nota de humor y se ha hecho algo más pesada la reflexión que, en algunos momentos, apunta a una pura elucubración ideológica. Parece que, por momentos, la cuestión que se perfila es la de la propia sostenibilidad del modelo socioeconómico que padecemos y que ahoga, cada vez con mayor contundencia, cualquier conato de transformación política.
No sabemos si la llama seguirá crepitando por mucho tiempo, o si ese faro incombustible que hemos puesto por horizonte, acabará por llevarnos a algún lugar menos inhóspito. Seguiremos intentándolo. Desde la convicción de que un mundo más sostenible reclama en primer lugar que seamos firmes y constantes en nuestras pequeñas luchas y proyectos. A estas alturas no hay fe que reivindicar más allá de aquella que arraiga en un humanismo que parece zozobrar, día a día, ante el apremio de la codicia, el narcisismo y el fetichismo tecnológico. Frente a esta perspectiva no queda sino reivindicar el compromiso y la conciencia crítica permanente. Y es que, a fin de cuentas, el hábito sí hace al monje.
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