sábado, 5 de marzo de 2022
13, rúe Génova
El 13 de la calle Génova se las ha visto de todos los colores a lo largo de los últimos cuarenta años: desde el formateo a martillazos de discos duros hasta cajas fuertes en ‘B’, pasando por reformas fantasma o conexiones subterráneas con las cloacas del estado. Escribía Pablo Montesinos hace tres años en relación a ‘kitchen’, que a Pablo Casado no le temblaría el pulso y que sería implacable en su lucha por recuperar la honorabilidad del partido. Dos años después, el dirigente, ahora impopular, debió entender que la resistencia al cambio no era tan sólo orgánica, sino también arquitectónica, e intentó, sin éxito, una mudanza que nunca se llegó a realizar. En Génova se quedó hasta que, hace dos semanas, se le plantó delante de la puerta, la ‘brigada’ de Ayuso, en una ofensiva que no sólo suponía un hito en la crónica de tropelías escrita en sede popular a lo largo de los dos últimos lustros, sino en nuestra propia historia democrática. Se trata sin duda de un salto cualitativo, al ser la primera concentración que se realiza singularmente en contra de la depuración de responsabilidades políticas y a favor de la corrupción. Un arrebato histriónico que nadie resume mejor que la propia Ayuso:
“Han sucedido hechos gravísimos que para recuperar la confianza de la opinión pública habrá que investigar y expulsar a sus autores”. Pero evidentemente no se trata de discernir sobre la profundidad de la ‘mordida’ realizada por un familiar, sino de identificar a quienes se han atrevido a cuestionar a quien es, así ‘El Español’, ni más ni menos que todas las mujeres en una: “la virgen que llora negro, la tía de pueblo, la macarra, la colegona leal”. La inocencia de la ‘santa de los bares’ ha de quedar así preservada de cualquier práctica ‘teodocrática’ (Cayetana dixit), que pretenda confrontar con su responsabilidad a quien no puede ser culpable porque, antes que nada, y por encima de todo, es mártir y víctima a un tiempo. Cuando en la Junta Directiva Nacional del PP, ante 400 compañeros de partido, Ayuso dijo aquello de “no sé cuántas Ritas Barberá quiere dejar el PP en la cuneta” su habitual desparpajo debió de atragantársele a más de uno. Y es que al margen de que en el PP las cunetas se omiten, lo de mencionar a Rita Barberá, es lo más parecido a mentar la soga en casa del ahorcado.
Suerte de González Pons que puso las cosas en su sitio, recordando el principio político que rige en el PP, y que no es otro que “cuando se confía en la honorabilidad de alguien ni siquiera hace falta que dé explicaciones.” Así, quien las tuvo que dar, fue el Presidente defenestrado, y no tanto por lo que hubiera hecho o deshecho, sino por haber perdido la confianza de la comunidad popular. En el caso del joven dirigente con el que se ensañó la muchedumbre reunida ante Génova 13 al grito de ‘traidor, pelele, niñato’, quien expuso el análisis forense con augusta claridad fue la marquesa de Casa Fuerte al establecer que “El señor Casado se ha suicidado políticamente”, lo cual siempre es más civilizado que el linchamiento público. En esta pequeña tragedia que da para un sabroso vodevil, la única imagen que desencaja es la emoción explícita y la lealtad desaforada demostrada por Pablo Montesinos al líder caído en desgracia. Pero la explicación parece sencilla. Su renuncia y retorno al periodismo demuestra que no se trataba de un auténtico político, sino de un advenedizo que tan sólo estaba de paso.
Ahora que queda todo aparentemente resuelto, con un Feijóo que se propone recomponer el partido desde la moderación y la templanza, la duda es si esto será posible con un edificio que al parecer está poseído, y encima se encuentra, infausta contrariedad, en Madrid. Que el PP seguirá teniendo dos almas a pesar del congreso de ‘reinicio’ que se anuncia para abril en Sevilla, parece incuestionable. La una pretende ampliar la base hacia la derecha, recuperando el terreno perdido con Vox, la otra recuperar la solvencia de un partido cristiano demócrata europeísta, capaz de recuperar el pulso demoscópico desde la centralidad. Las dos parecen en esencia incompatibles y cuentan con liderazgos que se suponen emblemáticos.
En el caso de la Presidenta madrileña, sus principales bazas son su visceralidad, falta de contención y querencia por la polarización permanente, pero pueden ser de corto recorrido. En el caso del Presidente gallego su pragmatismo, serenidad y mentalidad de corredor de fondo, anuncian una estrategia de resistencia y de victoria por agotamiento, que explotará las diferencias en el seno del gobierno de progreso. Se diría que la alternativa es la de la frescura y efervescencia de la caña de cerveza o la de la resistencia del crustáceo cirrípedo que crece sobre rocas batidas por el oleaje oceánico. En el segundo caso el reto será que, a pesar de las buenas intenciones, el 13 de la rue Génova no cambie en el fondo, sino tan sólo en la forma, manteniéndose la arquitectura, por mucho que la nueva dirección sea: 13, Rue del Percebe.
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