domingo, 18 de octubre de 2020

Martillo y memoria

La derecha visceral se enfrenta a la historia preferentemente con dos estrategias: la del martillo y la de la tergiversación. A esta obedece la mitificación de un origen primigenio que siempre fue mejor, y que convierte en héroes y villanos a los personajes históricos. Mientras los primeros se acaban amoldando sin pudor a los fines de la propaganda, a los segundos, preferentemente, se les aplica la lavativa del mazo. Lo hemos visto con la reciente campaña desatada por vox, que se ha ensañado especialmente con políticos republicanos como Francisco Largo Caballero. El vandalismo ejecutado estos días sobre estatuas y monumentos, e institucionalizado con el beneplácito del partido popular y de ciudadanos, se ha de interpretar desde el contexto político actual. Aquí concurren, por parte de vox, la agitación previa a su moción de censura, y por parte del PP, la necesidad de levantar una cortina de humo que distraiga de su incompetencia en la gestión de la pandemia en Madrid y de las iniciativas judiciales que ponen en evidencia su connivencia con la corrupción.

Lo que sorprende es lo que apuntaba en una reciente entrevista Pepe Noja, escultor de la placa y de la estatua dedicada a quien la caverna ha bautizado como ‘Lenin del PSOE’. No habría extrañado si la agresión la hubiera realizado un talibán, en la mejor tradición ejemplarizada en la destrucción de los budas de Bamiyan, pero sí resulta chocante que, aun tratándose del encargo de una gran constructora, el martillo lo empuñara un obrero. Y decimos que choca por haber defendido Largo Caballero a lo largo de toda su vida los intereses de la clase trabajadora y por enunciar, en la clausura del V Congreso de la Federación de Juventudes Socialistas, en abril de 1934, que: “El fascismo progresa, y si no progresa más, no es por la actitud de los republicanos, sino por la de la clase obrera, que hace todo lo posible por impedir su desarrollo”. La conexión o desconexión de la extrema derecha con las trabajadoras y trabajadores es un asunto de gran actualidad y comporta una prioridad en la salvaguarda de nuestro sistema democrático, de la que ha escrito, entre otros, Thomas Piketty.

Que hoy no exista esa conexión, más allá de la retirada anecdótica de una placa, tiene que ver con el clasismo que rezuman, por los cuatro costados, las derechas de este país, y con la poca confianza que le han merecido históricamente las élites a la clase trabajadora, en lo que Largo Caballero define positivamente como ‘indisciplina anárquica de las masas obreras españolas’. Pero no conviene confiarse. Como observa el economista francés “la clase social está estrictamente determinada por la propiedad” y hoy propiedad es también conocimiento y eso que se conoce, eufemísticamente, como ‘capital humano’. El acceso a este tipo de ‘propiedad’ por parte de lo que Piketty denomina ‘izquierda bramán’ ha supuesto una brecha ideológica importante en la izquierda que ha promovido “el sentimiento de abandono de las categorías populares por parte de los partidos de centroizquierda, mecanismo sobre el cual se ha injertado el discurso nativista, dirigido a recuperar una parte de los electores abandonados”.

El resultado se ha podido apreciar en la transformación del mapa electoral en Francia, Italia o Alemania, con una deriva que ha favorecido las opciones del populismo identitario, eso es, del agravio comparativo y del factor ‘frontera’, pasando a segundo plano la redistribución de la riqueza y el factor ‘propiedad’. El riesgo que comporta hoy la voluntad de aprovechar las crisis, con tal de transmutar la indignación de la clase trabajadora ante la pobreza, la precariedad y la injusticia, en fervor patriótico, no se le escapa a nadie. Que no se consolide esta estrategia en nuestro país depende en buena medida en aquello que tan bien conocía Largo Caballero: “Esa indisciplina anárquica es lo que nos salva… pero hace falta socialismo auténtico”. El partido en el que militó y que hoy conforma junto a ‘Podemos’ la coalición de progreso, ha tomado algunas decisiones muy relevantes en este sentido, que no se pueden sino aplaudir. Tiene en contra a los medios de comunicación y de incomunicación (redes) y también el déficit de recursos de un aparato administrativo depauperado por la derecha de este país.

También en esto hace falta recuperar y situar con claridad nuestra historia reciente. Lo que ha empobrecido a las clases populares no es la pandemia, sino cómo se han esquilmado los servicios públicos y cómo se ha incrementado la deuda mientras se corrompían los unos y se enriquecían los que no saben perder ni ganar. Sería una inmensa irresponsabilidad permitir que también esta crisis redunde en más injusticia social. Para evitarlo no queda sino socialismo auténtico, no sea que tras arrancar la estatua del ex presidente de la II República, pongan un agradecido monumento al SRAS-CoV-2, más conocido como Covid, en su lugar.

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