miércoles, 27 de noviembre de 2019
La mochila de Frankenstein
Publicado en 'La nostra veu', revista de la Federación de Pensionistas de CCOO de Catalunya.
La diversidad de experiencias y de modelos que coexisten en la Unión Europea supone una riqueza importante, pero a menudo comporta la tentación de trasladar aquello que funciona en un país a otro, sin mayores consideraciones. Esto no siempre funciona, porque los elementos que configuran el estado del bienestar tienen su propio encaje económico, social e incluso cultural, y la vocación por ir sumando partes de aquí y de allá puede hacer que en vez de configurar un modelo óptimo, por justo y equilibrado, lo que acabemos haciendo sea un pan como unas ostias. Si hasta ahora nos habíamos confrontado con la fascinación de algunos responsables políticos por la formación dual alemana o la hacienda sueca, los últimos meses, ha sido en particular una figura social la que ha copado los titulares. Se trata de la mochila austriaca, una de las dos propuestas para superar la segmentación del mercado de trabajo (la otra es la reordenación y simplificación de los contratos de trabajo), que el gobierno Sánchez incluyó en su ‘agenda del cambio’, presentada en febrero, y que se ha enviado a Bruselas en el marco del Programa Nacional de Reformas 2019.
El nombre oficial de la criatura mimada de la actual Ministra de economía y potencial vicepresidenta del Gobierno, Nadia Calviño, es el de un ‘sistema de cuentas individuales de capitalización para la movilidad’. Su referente fue introducido en Austria en 2003, y se trata de un ‘seguro’ o ‘fondo de previsión’ en el que los empresarios anticipan las posibles indemnizaciones a las que puedan haber de hacer frente en el caso de despido. La cuota, establecida en un 1,53% del salario bruto mensual, alimenta un fondo que queda libre de impuestos, y que puede ser utilizado por la persona trabajadora en caso de despido, o, si no se da la situación, al final de su vida laboral mediante un único pago. En este caso habrá de hacer frente a un impuesto del 6%, a no ser que prefiera recibir el pago de manera periódica como complemento anual de la pensión. En este punto conviene matizar que la introducción del sistema de la ‘mochila austriaca’ no afectó el carácter público del sistema de pensiones austriaco, uno de los más sólidos de Europa, con prestaciones que continúan estando por encima de otros países de su entorno geográfico como Alemania o Bélgica.
Los argumentos que se utilizaron en la República austriaca para introducir este sistema de capitalización fueron principalmente dos: reducir el coste del despido por parte de las empresas y facilitar la movilidad voluntaria de las personas trabajadoras que no ven reducido su ‘fondo de contingencia’ por cambiar de empresa. En cuanto a la participación de los sindicatos austriacos en la configuración de esta prestación se han de valorar tres elementos. En primer lugar la realidad del mercado de trabajo austríaco, con una temporalidad del 8% y una tasa de desempleo que, a lo largo de los últimos 25 años, ha superado en ocasiones contadas el 6%. En segundo lugar se ha de entender la situación de salida del debate y la inexistencia de indemnizaciones por despido a las personas trabajadoras que llevaban menos de 3 años en una empresa, lo que comportaba evidentes agravios comparativos. Finalmente se ha de poner en valor el marco del diálogo social austríaco, que está reconocido como una figura institucional, y que presenta un dinamismo que lamentablemente queda muy lejos de lo que es característico en nuestro país.
La valoración que hacen de la ‘mochila’ los compañeros/as de la confederación austríaca OEGB, es en principio buena, aunque hay algunos elementos que sitúan en negativo. Uno de ellos es el carácter ‘privado’ de los fondos en los que se ingresan las aportaciones empresariales, y que, a pesar de tener que contar con una autorización gubernamental, suman en la parte financiera de la economía. El otro es que ante la desaparición de la ‘inhibición’ que puede suponer el tener que pagar una indemnización por despido, muchos empresarios recurren con mayor facilidad a medidas de ‘flexibilidad externa’ que no a la negociación de compromisos internos. Es aquí donde el referente austríaco parece comportar riesgos evidentes para nuestro modelo laboral. Cuando el gobierno presenta la ‘mochila austríaca’ como un elemento para superar la segmentación entre contratos temporales e indefinidos, olvida u omite intencionadamente el efecto que puede tener sobre el empleo en un país como el nuestro, caracterizado por fuertes ajustes laborales en períodos de crisis económica.
El eufemístico ‘sistema de cuentas individuales de capitalización por movilidad’ tiene además otros riesgos para nuestro modelo social y laboral. En primer lugar comporta un aumento de los costes laborales, que puede afectar a la evolución de los salarios y a las tan necesarias inversiones en el tejido productivo. Por otro lado socializa el coste del despido entre el conjunto de empresas, eso es penalizando aquellas empresas que pretenden dar estabilidad a las plantillas, y beneficia a las que hacen un uso más discrecional de la contratación. Finalmente, la implantación del sistema austríaco comportaría una transición compleja entre el modelo actual y los derechos adquiridos por trabajadores y trabajadoras, y el nuevo modelo de capitalización.
En definitiva la mochila austríaca es un recurso que pude haber funcionado en su país, pero que comporta riesgos evidentes si se pretende implantar en el nuestro. Es lo que tiene el efecto ‘Frankenstein’, eso es, querer construir un modelo socio-laboral evitando el diálogo social y la búsqueda de los necesarios consensos, para hacerlo a piezas, encajando aquello que aún siendo valioso en su particularidad, combinado puede acabar resultando monstruoso.
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