lunes, 29 de julio de 2019
Fisiología del cambio
A la perplejidad e incredulidad ante el espectáculo vivido en el congreso esta última semana, se le puede sumar una profunda desazón, si revisamos la entrevista realizada por Pablo Iglesias a Iván Redondo, el 20 de abril de 2016. En ella, el actual jefe de gabinete de Pedro Sánchez y el líder de Unidas Podemos, esbozan un horizonte esencialmente técnico de la política, en la que priman, por encima de todo, estrategia y comunicación. Sus fuentes y referencias a la hora de abordar lo que a ellos realmente les importa, eso es, la dramaturgia y el relato, son algunas series de ficción política y la figura de algunos líderes (“olvidaros de las ideologías, hablad de las personas”, así Redondo), que ocupan el centro de la conversación. El que quiso ser asesor de la dirección nacional del PP y acabó apuntándose al proyecto Sánchez en las primarias del 2017, deja dichas algunas máximas que, vistas en perspectiva, resultan reveladoras.
Así, quien sin duda ha tenido algo que ver en la negociación de la investidura fallida, le reconocía a Iglesias, hace poco más de tres años, que Podemos había ganado la primera vuelta, pero que les quedaba por ganar la segunda: “De construir relato, sabéis, pero de construir gobierno, está por ver”. Tras augurar que ‘la palabra es contención’, Iván Redondo brindaba “por el entendimiento entre izquierda y derecha”, antes de acabar el programa regalándole un peón de ajedrez al líder de Podemos. Cuando lo que se ha escenificado estas semanas es un juego autodestructivo cuyas claves han sido la precipitación, la obstinación y la irresponsabilidad, la conversación de Iglesias y Redondo resulta premonitoria. La lucha obsesiva por el relato, la desconfianza visceral y el tecnicismo permanente, amenazan con echar al traste con el voto que, con tanto esfuerzo, placó a la derecha el pasado 26 de abril.
Escribe el siempre lúcido Enric Juliana en una reciente columna que “en fase paroxística, la batalla por el relato hunde el relato” y es este el paisaje al que asistimos después de esta primera y cruenta batalla que deja, a su paso, poco más que tierra quemada. A estas alturas habrá que considerar en profundidad si lo que ha faltado a la dirección del PSOE y de Unidas Podemos es cultura de negociación, voluntad de acuerdo, o, lo que sería mucho peor, cultura democrática. Esta presupone una vocación por la deliberación y la construcción del consenso, que ha sido inexistente, ya fuera por carecer una parte de interés real por llegar a un acuerdo, o por confundir la otra el tocino con la velocidad, eso es, el ministerio con el programa. En cualquier caso, los líderes de la izquierda no han estado, ya sea por personalismo espurio, obsesión estratégica, o prejuicio macartista, a la altura de la confianza depositada en ellos.
Nos recuerda Ignacio Sánchez Cuenca en ‘La superioridad moral de la izquierda’ que “la aparición de conflictos y divisiones en torno a cuestiones no económicas debilita el voto de clase”. A pesar de que el PSOE renunció, tiempo ha, al concepto de ‘clase’, debería preocuparle, al igual que a Podemos, el gran paso atrás que han dado en este sentido. Se convendrá que, a pesar nuestro, ni los unos ni los otros, se alejan demasiado de una socialdemocracia cuya historia, en palabras del filósofo madrileño, es la de “cómo el principio de acomodación fue ganando terreno al principio de asimilación”, y que, por el camino, ha sacrificado buena parte de su ortodoxia emancipadora. Así, lo que tampoco tiene demasiada lógica, es que se pretenda que siga primando la naturaleza fisípara (reproducción mediante división o fisión) y cainita en una izquierda, ya de por sí bastante descafeinada y deslucida.
Desde el estimulante mundo de la fisiología celular, se nos brinda la alternativa de la fusión celular espontánea, aquella que, de dos células diferentes, origina nuevas células híbridas. Esto sucede especialmente en el caso de tejidos (o partidos) lesionados, en los que la fusión de una célula madre, con otra somática, puede dar lugar a un proceso de programación de nuevas células que permitan regenerar el tejido dañado. No es más que una idea, pero se agradecería que los líderes que han merecido la confianza del voto de progreso de este país, miraran más allá de su sombra, de su horizonte tecnocrático y académico, y de sus 140 años de historia, para brindarnos una oportunidad real para arrinconar a la derecha y a la extrema derecha que tanto disfrutan con la impotencia y la inmadurez que se han puesto en escena. No fuera caso, que se haga realidad la versión política de la minúscula y magnífica novela de Augusto Monterroso, y: “Cuando volvieron de sus vacaciones, la izquierda ya no estaba allí”.
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