
Se preguntaba Manuel Cruz en un
interesante artículo (La sonrisa del des(a)tino) publicado el pasado viernes, sobre la identidad política de Podemos. Tras analizar su vínculo umbilical con el 15M y sus primeros referentes transatlánticos, el filósofo barcelonés recordaba que la formación ha establecido su norte en la socialdemocracia, sin realizar sin embargo la necesaria reflexión crítica sobre cómo “enfrentarse a la brutal embestida del capitalismo en su actual fase de desarrollo”. La cuestión no parece baladí, pues la adscripción a la socialdemocracia podría ser una maniobra de distracción, o bien representar una patente de corso ideológica.
Aunque para Cruz lo relevante es lo primero, eso es, si la socialdemocracia no es para Podemos más que una estación de paso, para los que observan al nuevo partido desde la izquierda, resulta primordial entender de qué tipo de socialdemocracia habla Pablo Iglesias. El contexto político, con negociaciones en el Parlamento con PSOE y Ciudadanos, y a nivel europeo, con la batalla desatada en Francia por trabajadores y estudiantes con tal de derrotar la deriva liberal del partido socialista francés, requiere en este sentido de una posición clara por parte de la dirección del partido, más allá de cualquier ambigüedad estratégica.
Podemos debería ubicarse a uno u otro lado de la línea que ha ido trazando en Europa la socialdemocracia, desde el congreso del SPD de 1959 en Bad Godesberg, hasta el Congreso de Reims en el 2008, pasando por aquel XXVIII Congreso del PSOE en Madrid, celebrado bajo el lema premonitorio: ‘Construir en Libertad’. Allí, en 1979, Felipe González pronunciaba desde la indignación de quien decía estar en política por un ‘impulso ético’, aquello de que “hay que ser socialistas antes que marxistas”. Así se iniciaba el socialismo español en la vocación por poner el carro delante del caballo, la economía por delante de la sociedad y el capital por delante del trabajo.
La deriva liberal de las terceras vías de los Schröder, de los Blair, de los González y de los Valls, no ha hecho sino debilitar la socialdemocracia como fuerza de cohesión y de transformación social en Europa. Dos artículos recientes de Sami Naïr y de Josep Ramoneda hacían explícita la dimensión de la debacle del socialismo en Francia. La incompetencia e improvisación política, la falta de proyecto, y la capitulación permanente (Naïr) por un lado; la cercanía a la extrema derecha en el punto ‘terrorismo’, y al mandato de la austeridad en lo económico (Ramoneda) por el otro, sitúan al socialismo en el umbral de la irreverencia y de la irrelevancia política.
Parece evidente que en este escenario Podemos debería establecer con claridad de qué parte está. La lucha social que vive estos días la República francesa, con movilizaciones el pasado 9 de marzo y una huelga este viernes convocada por estudiantes y trabajadores/as franceses/as, merece el apoyo y el aliento incondicional de quien quiere recuperar para el estado español la justicia, la cohesión y la democracia social. Se da la casualidad de que en Francia la reforma laboral del social liberalismo francés de los Hollande, Valls y Macron, llega con el #nuitdebout al punto de rebeldía popular que está en el origen del 15M y por tanto de Podemos.
También las recetas liberales francesas están inspiradas en las reformas laborales del PSOE y del PP. Las facilidades para el despido colectivo, el aumento del tiempo de trabajo y la ofensiva frontal contra la cobertura de la negociación colectiva y contra la tutela sindical, son los ingredientes de una dieta ideológica que, en nuestro caso, nos ha supuesto la astenia social y económica. Por eso Podemos debería referenciarse en la resistencia civil y en la lucha obrera que están emergiendo en Francia. Ninguna negociación justifica mantener por un solo instante más la ambigüedad en relación a los propios principios y valores fundacionales.
Nadie duda de que el estado español, precise con urgencia de un gobierno y es respetable el ceder la iniciativa a quien tiene mayores visos para gobernar. En ningún caso esto comporta la obligación de deslavazar y desvirtuar el propio programa. La participación de Podemos en un gobierno de PSOE y Ciudadanos es indefendible, pero no lo es la abstención, siempre y cuando el pacto entre socialistas y Ciudadanos introduzca claras líneas rojas. Esas líneas son las que reclaman hoy en Francia sindicatos y estudiantes: centralidad del empleo de calidad, del diálogo y de la negociación colectiva y más democracia, más justicia y más solidaridad.
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