
“Mientras el desempleo crónico de masas parezca posible, cada hombre parecerá el enemigo de sus compañeros en la lucha por disponer de un puesto de trabajo. Esta lucha favorecerá manifestaciones aún más desapacibles: el odio contra los extranjeros, el odio contra los judíos, la enemistad entre los sexos”. La cita de William Beverdige, utilizada por Guido Iodice y Daniela Palma en un reciente artículo (
La hija de Ángela Merkel y Françoise Hollande, en referencia a Marine Le Pen) resume la principal clave del auge del Frente Nacional (FN) en la política francesa, que ha vuelto a poner contra las cuerdas a la política tradicional.
Como ya se puso en evidencia en las elecciones europeas de 2014, el voto al FN proviene, no de un ejército de desharrapados y racistas marginados, sino que se debe, en buena medida, al voto de obreros/as (43%) y empleados/as (36%). La estrategia de la extrema derecha francesa al ocupar el espacio de política social abandonado por el socialismo, y erigirse en denunciante del ‘horror ultraliberal’ y de la ‘sociedad de la pobreza y de la desigualdad’, le ha valido la capacidad de determinar la estrategia electoral de los grandes partidos, hasta el punto de forzar el apoyo del Partido Socialista francés, en tres regiones, al partido de Nicolas Sarkyozy.
Sami Naïr lo resumía este domingo recordando que este es el resultado de “más de 30 años de demagogia y de impotencia política”. El último capítulo en las traiciones neoliberales al ideario socialdemócrata del PSF, escrito mano a mano por Hollande y Valls, le ha supuesto perder cada una de las elecciones que se han sucedido, a lo largo de los últimos tres años, en Francia. Por mucho que el lobby de la actualidad pretenda esconderlo, el empleo, mucho más que el terror o la inmigración, sigue siendo uno de los elementos centrales a la hora de decidir el voto de las clases populares. Una reflexión que merece ser trasladada a la campaña electoral del 20D.
En relación al Partido Popular, a pesar de la esperpéntica estrategia de pretender que los y las votantes confundan consumo prenavideño y recuperación, parecería que ya no van a engañar a nadie… Más que a ellos mismos, claro. “Frente al inmovilismo o la inexperiencia, las políticas económicas el PP han demostrado que dan los resultados que reclaman los ciudadanos: empleo, prosperidad y bienestar.” Así figura al menos en el programa electoral del partido del 25% de paro. El que más ha precarizado el empleo en nuestro país y ha esquilmado el estado del bienestar y la viabilidad de las pensiones al precio de inyectar dinero en la banca privada.
En relación al nuevo partido de la vieja política, Ciudadanos, su gurú económico, Luis Garicano, ha buscado la inspiración directamente en el norte. Omitiendo el pequeño detalle de que un país con el 6% de desempleo es un flaco referente para otro que sufre una estadística cuatro veces superior, su fijación en el contrato único danés omite que el precio de la flexibilidad en el empleo es del de una seguridad que ni el gasto social, ni las políticas activas de empleo en nuestro país pueden ofrecer. El modelo socioeconómico de Albert Rivera y Cia es el del Ibex 35, con el paro estructural como catalizador de la deflación competitiva de los salarios.
Y así llegamos a nuestro propio Partido Socialista, el de un Pedro Sánchez que busca su reflejo en el fracaso de Hollande y de Mateo Renzi. Al margen de la extravagante inspiración en algún asesor de calamitosa trayectoria como el ínclito Larry Summers, el candidato del PSOE ha confiado su programa económico a Jordi Sevilla y Angel Ubide, dos empleados del poder financiero que no han hecho sino perseverar en los errores de la segunda etapa de Zapatero y cuya ambición política va poco más allá de la gestión del pacto de estabilidad. A nadie extraña así que el partido socioliberal ni tan siquiera se haya distanciado de la reforma laboral del PP.
A cambio, el programa económico de Podemos y también el de Izquierda Unida sí ofrecen una considerable solidez y vocación de transformación social. El plan nacional de transición energética, las políticas públicas, la activación de la demanda mediante el aumento del Salario Mínimo y el Pacto Nacional por la Economía productiva atestiguan la voluntad de abandonar la lógica financiera para volcarse de lleno en la economía productiva. La derogación de la reforma laboral y la reactivación de la negociación colectiva, son dos firmes apuestas por evitar la ‘polarización social francesa’ y recuperar lo más fundamental y básico: la cohesión social.
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