
Ha empezado la campaña electoral en Catalunya. Con ella se ha desatado una clara agresividad hacia las posturas que se salen de la lógica de la ‘lista única’. La falta de respeto democrático hacia aquellos y aquellas que no le reconocen el carácter ‘plebiscitario’ al proceso de elecciones al Parlamento Catalán y que identifican la estrategia supuestamente ‘nacional’ liderada por el president Mas con una estrategia ‘política’, es muy preocupante. Comporta una tensión que enrarece y crispa la confluencia principal y mayoritaria de todos aquellos que están por el derecho a decidir y por la soberanía plena del pueblo de Catalunya. Por ello parece necesario reconducir el debate desde el respeto mutuo y situar el proceso electoral en el marco que le es propio y que no es otro que el de la madurez social y democrática que siempre ha caracterizado a la ciudadanía catalana. En este sentido se sitúan a continuación cuatro cuestiones que parecen relevantes:
Continuidad. Es comprensible el enfado de quién se resiste a que la lista de ‘Junts pel Si’ sea identificada como la ‘Lista de Mas’. La respuesta terminante y clara de la vicepresidenta del govern Neus Munté, corrigiendo a Raül Romeva para decir que el pacto sí establece que Artur Más será el President, y que todo está ‘hablado y bien hablado’, parece dejar claro sin embargo que estamos ante una ‘lista del President’. La conjetura de que Convergencia ha decidido diluir estratégicamente su ‘marca electoral’ en un movimiento transversal para poner freno a la pérdida de votos provocada por sus políticas sociales y económicas, no parece por tanto irreverente ni tampoco mal intencionada. Hay que respetarla.
Credibilidad. Quien presenta las elecciones como ‘plebiscito’ asocia el voto a la ‘lista única’ con un voto refrendario que legitima la aplicación de una hoja de ruta en el futuro inmediato. Esta prevé la celebración de elecciones constituyentes, la elaboración de una constitución y un referéndum para aprobarla. Sin embargo para los que formamos parte de la amplia mayoría que apoyó la celebración de un referéndum en Catalunya y vimos cómo la Generalitat se fue arrugando en su posición hasta convocar una ‘consulta’ absolutamente neutral en relación a su trascendencia política, parece improbable que quien renunció a celebrar un referéndum ahora vaya a aprobar una ley de transitoriedad jurídica.
Coherencia. Es factible que la mayoría que saque la lista única no sea absoluta. A la espera del resultado conviene al menos considerar esta posibilidad en el marco del respeto que es propio de todo proceso democrático. Si la lista única no alcanza una mayoría clara el resultado será una lista descabezada (Romeva ha anunciado su retirada si fracasa) y un proyecto político liderado por quien votó la reforma laboral, aprobó la ley de estabilidad presupuestaria, apoyó al gobierno central para evitar un referéndum sobre el TTIP e introdujo los peores recortes sociales que ha conocido la historia moderna de Catalunya. Sin olvidar la corrupción y la connivencia con intereses oligárquicos evidentes.
Cohesión. La lógica de las elecciones plebiscitarias rompe de manera interesada el consenso social y democrático en Catalunya y amenaza su futuro inmediato. La importante mayoría social que se enfrentó al espíritu autoritario y antidemocrático del gobierno del Partido Popular, reunía tanto a los defensores de una soberanía ‘nacional’ como a los que exigían respeto a la soberanía ‘popular y democrática’. Esta mayoría ha sido instrumentalizada y dividida. Los términos y formas en los que se plantea por parte de algunos la campaña intenta imponer la prioridad de lo ‘nacional’ sobre lo ‘social’, olvidando que el nexo entre lo uno y lo otro es precisamente lo ‘democrático’.
Estas 4 cuestiones merecen ser consideradas en profundidad. Quien defiende la soberanía social y política pone a la misma altura la emancipación colectiva que la emancipación personal y humana. Por eso los derechos nacionales no pueden ser considerados al margen de los derechos sociales y laborales y han de ser defendidos conjuntamente. Cuando países de dimensiones muy parecidas a Catalunya como Grecia, Portugal o Irlanda han vivido la tragedia de la injerencia política y la invasión de sus competencias, la cohesión social y la confluencia política son la principal garantía para alcanzar algo tan crucial e irrenunciable como la plena soberanía.
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