domingo, 24 de mayo de 2015

Intervención en Bézieres

Intervención en la fiesta de la CGT en Bézieres, municipio gobernado por el Frente Nacional

Estimados compañeros/as y amigos/as,

A vosotros y a vuestro Secretario General Serge Ragazzacci muchas gracias por la invitación. Es un placer estar aquí hoy y disfrutar con vosotros de este marco festivo y poder compartir vuestras reflexiones y debates. Para nosotros en Barcelona, en Cataluña y en España hoy es un día especial. Es la víspera de las elecciones municipales y autonómicas en una buena parte del estado español. Teníamos hambre de elecciones. Porque hacía tres años y medio que lo pudimos votar por última vez. Porque en ese tiempo se han tomado decisiones que no estaban en ningún programa ni tenían legitimidad alguna. Porque con la mayoría absoluta hemos asistido a una degeneración de la democracia y de la cohesión social a la que, no lo dudéis, pondremos solución: Mañana en nuestras ciudades y pueblos, el próximo septiembre en Cataluña, y en noviembre en el estado español, donde expulsaremos del poder al Partido Popular.

Las elecciones al final ponen a cada uno en su sitio. Con la aparición de alternativas que no son del agrado del capital financiero, pero que tienen la oportunidad de triunfar, muchos se han puesto nerviosos. Se ha visto en la manipulación de las encuestas. En la multiplicación de amenazas y de mentiras. En Barcelona la alternativa la encabeza una persona que se ha batido el cobre por defender a los más vulnerables, a aquellos que son expulsados de sus casas, y son condenados a la marginación extrema y a la precariedad. Se presenta en el marco de una alianza amplia, en la que participan sindicatos y movimientos sociales. Es por aquí por donde pasa el cambio. También en las ciudades, que son tan importantes, porque son el espacio de la cohesión y de la solidaridad. El espacio desde el que tal vez no podamos atajar los problemas en su origen, pero sí poner solución desde la responsabilidad mutua y desde el sentido de la vecindad.

Porque la tormenta griega de la que habla el documental se ha extendido a todas partes. Ha arrojado a las personas al desempleo, a los bancos de alimentos y a la pérdida de toda esperanza. Tenemos una ciudadanía atormentada. Las 150 personas que cada día son desahuciadas en nuestro país, sino también las 9 que cada día deciden poner fin a sus vidas. Nadie habla de ellas, pero forman parte de la realidad, una realidad marcada por la incertidumbre, la precariedad y el miedo. Son víctimas de una tormenta que no es un fenómeno atmosférico, sino de una estrategia diseñada y ejecutada por quienes tan sólo persiguen el aumento de su margen de beneficios. Lo hacen en nombre del interés de todos. Del vuestro y del nuestro. La excusa es la competitividad global. Europa está en lucha con el mundo. Y luego nos acusan a nosotros de ideología, mientras ellos imponen un régimen que es tan inútil, como desleal e injusto.

Esta ideología, ¡La suya! Es muy simple y se funda en 3 axiomas: 1) La deuda es la responsable de la crisis y por eso hay que recortar servicios y prestaciones, 2) El desempleo tiene su origen en un mercado laboral rígido y por eso conviene facilitar los despidos individuales y colectivos, 3) Los desequilibrios en Europa son fruto de una mala evolución salarial en ciertos países, y por eso conviene intervenir y descentralizar la negociación colectiva. La liquidación y la privatización de los servicios públicos, la destrucción del empleo y la intervención en la capacidad de establecer los salarios por parte de los sindicatos, se convierten así en mecanismos de dominio. Una misma receta para toda Europa. Una misma estrategia que nos empobrece, nos enfrente a los unos con los otros. Una misma ideología que alimenta el populismo, la xenofobia, el egoísmo y la mediocridad.

Cuando vemos cómo los gobiernos europeos se pelean por no tener que acoger su cuota de ‘refugiados’ mediterráneos, entendemos hasta qué punto sienten en su nuca el aliento de la extrema derecha, y cuanto han cedido ya la iniciativa política a la intolerancia y el fundamentalismo. Cuando el Líbano, con cuatro millones de habitantes, ha acogido a un millón de refugiados sirios, y la UE, con sus 500 millones no se pone de acuerdo en acoger a 20.000, vemos hasta qué punto hemos perdido el sentido de la vergüenza. La solidaridad europea es al parecer 25.000 veces inferior a la libanesa. Si el corazón de los libaneses es grande y fuerte como un cedro, que como sabéis pueden tener 50 metros de altura, el nuestro no pasa de los dos milímetros, eso da para una hormiga o para una col en invierno, pero no da para mucho más ¡Y luego hay quien se extraña de que no todos nos sintamos orgullosos de ser europeos!

Si alguien en algún momento pensó que la Unión Europea y su modelo social podría ser un faro en el mundo, se equivocó. Hoy la identidad de nuestro modelo político no viene marcada por la democracia y la cohesión social, sino por la sumisión a los mercados y al capital. En su lucha con el mundo, Europa intenta asegurarse los recursos y dominar los mercados mediante tratados de comercio que nada tienen que envidiar a los que firman los EEUU. La estrategia transatlántica llega al punto de negociar para la propia UE un tratado que, como el TTIP, puede suponer, después de Maastricht y la gobernanza, el golpe de gracia definitivo para nuestros derechos como ciudadanos, consumidores y trabajadores. Poco importan los 30 millones de parados en Europa o que la mitad de los trabajadores del mundo vivan con menos de 2 dólares al día. No para aquellos que han provocado la crisis y que precisan de ella para enriquecerse más y más.

La precariedad, la pobreza y la injusticia social que se han instalado en nuestros países con la austeridad, tienen dos efectos contrapuestos. Por un lado pone vientos en las alas a los más reaccionarios, pero por el otro ha despertado la conciencia de un número creciente de ciudadanos/as y trabajadores/as que exigen una regeneración en el fondo y en la forma de nuestra democracia y de nuestra sociedad. Las personas están cansadas de que haya bancos que sean demasiado grandes para caer, y que al mismo tiempo haya personas y países enteros que, como Grecia, sean demasiado pequeños como para que se respete su soberanía y dignidad. Cuando está en juego la democracia, la cohesión, pero también la justicia y la paz, es hora de que los trabajadores converjamos con fuerza para decir claro y alto que estamos hartos de que se quiera imponer los intereses del capital a las libertades y derechos de las personas.

El próximo congreso de la Confederación Europea de Sindicatos nos dará una oportunidad para lanzar un mensaje claro a la Comisión Europea y a los grandes lobbies que se esconden detrás. Queremos que se preserve el acceso al diálogo social, que se dinamice la negociación colectiva, se respete el derecho al empleo, pero también a la manifestación, a la huelga y a la expresión y la protesta. Pero hacen falta también verdaderas políticas públicas para crear empleo de calidad con tal de generar una demanda que necesitamos urgentemente para romper el círculo vicioso de la devaluación social y laboral. Para eso hacen falta políticas que hagan frente a los desequilibrios sociales y que se respete la democracia y el empleo de calidad. Esta es una buena razón para reforzar y desarrollar aún más la cooperación y la lucha europea e internacional. Una buena razón para luchar juntos en el marco de un sindicalismo de clase cuya ofensiva se extiende más allá de nuestras fronteras. Por eso ¡’Viva el sindicalismo en Europa’, ‘Viva la CGT’ y ‘Vivan las Comisiones Obreras’!

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