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Es la bomba. No la dictadura, sino la democracia. Y sino que se lo pregunten al periodista que, en noviembre de 2011, auguraba que la convocatoria de un referéndum en Grecia encendería “la mecha de los referéndums en otros países de la eurozona”. Peligro ¡Democracia! Aullaban indignados los columnistas y analistas en medio mundo, y mientras los mercados amenazaban con una nueva fase ciclotímica de consecuencias apocalípticas, a Yorgos Papandreu le empezaron a ajustar las tuercas en el marco de la reunión del G20 que se había convocado por aquellos días en la otrora idílica Costa Azul. De lo que se le dijo al líder heleno en la cena a la que fue invitado el 2 de noviembre en el Palacio del Festival de Cannes no ha quedado constancia, pero es de temer que al hijo del fundador del PASOK se le atragantara el foie. La visita a los infiernos que le organizaron la siderúrgica Madame Merkel, Monsieur Yunque, en aquel entonces presidente del Eurogrupo y el inefable moscardón Sarkozy, de bien seguro que le trajo a la memoria las sabias palabras de su padre cuando, en 1981, le avisó de cómo el ingreso de Grecia en la Unión los acabaría por convertir “en el trasero de Europa”. Tal vez por eso y por salvar sino el trasero sí al menos la situación, fue por lo que Papandreu ofreció, tres días después, su renuncia.
La relectura de la prensa de aquellos días deja joyas inequívocas. Así el hoy presidente de la Comisión pedía explícitamente ‘vaciar la convocatoria de su contenido letal’, un periodista bien informado delataba que en las bambalinas de las instituciones europeas nadie ocultaba ‘su disgusto frente al comportamiento de Papandreu’, o Antonio López Istúriz , secretario general del Partido Popular Europeo, proclamaba que “La convocatoria de referéndum ha sido sólo la gota que colma el vaso, este señor tiene que irse” ¡Imperdonable democracia! Al fin y al cabo se trataba, así el títular de otro plumilla ocurrente ‘De una traición de 200.000 millones de Euros’. Ese era el importe aproximado de la suma del primer y del segundo rescate que, tanto el Fondo Monetario Internacional como la Comisión Europea, se apresuraron en suspender, a la espera de una actitud menos ‘beligerante’ por parte de Grecia. Que el importe de su rescate no supusiera ni tan siquiera la mitad de lo que en aquellos años eludía fiscalmente, y hurtaba así a la ciudadanía europea la banca del pequeño país gobernado por Jean-Claude Juncker (LuxLeaks), no resulta relevante. Se sale al parecer de la retórica de la diplomacia de la deuda, o de la urbanidad que se le supone a la lógica extractiva de la estrategia de la ‘austeridad’.
Sea lo que fuere, a Papandreu le tocó dimitir y a la sociedad griega le tocó tragar. El dictado de la troika y de su ejército de tecnócratas impuso, ‘líbranos señor de toda responsabilidad’, las recetas equivocadas que, tres años después, han dejado tras de sí un paisaje desolador. De los 11 millones de griegos, hoy un millón y medio están en el paro (27%) y 3 millones viven en la más absoluta pobreza. Austeridad y recortes han depauperado además la riqueza del estado en una cuarta parte y han incrementado la deuda del 124 al 175% del PIB. Este es el escenario en el que la troika pide hoy la expulsión de 5.500 funcionarios más, o exige que se ponga fin a una moratoria de los desahucios que ha evitado que un número importante de griegos se vean condenados ya no al frío y a la penumbra, sino directamente a la indigencia. Este es también el escenario en el que se celebrarán, el próximo 25 de enero, unas elecciones que responden al fracaso del primer ministro Andonis Samaras y de su partido, el eufemístico ‘Nueva Democracia’, a la hora de hacer que los griegos acepten sumisión política y ruina social. Que la convocatoria y el muy probable triunfo de la coalición de izquierdas Siriza, despierte los mismos fantasmas que removiera Papandreu tres años atrás, no es por tanto de extrañar.
Si hace ya dos años el semanario alemán ‘Der Spiegel’ otorgaba a Tsipras el dudoso honor de ser considerado ‘el hombre más peligroso de Europa’, los pronósticos electorales han azuzado la retorcida imaginación de los eurócratas hasta extremos insospechados. La Comisión y el FMI ya han suspendido el programa de rescate mientras el gobierno alemán dibuja en el horizonte una Unión Europea sin Grecia. La sopa algo confusa de partidos en la que junto a Siriza y Nueva Democracia, se ven los restos desgalichados del PASOK, la Izquierda Democrática de Dimar, parte, hasta 2013, del gobierno de coalición, el centro derecha de To Potami, el Partido Comunista (KKE) y hasta la nueva creación política del retornado Papandreu, puede dar pie a todo tipo de interferencias. El programa de Alexis Tsipras con una posible auditoría de la deuda y la consiguiente restructuración, pueden dar alas a aquellas fuerzas antidemocráticas que se han hecho fuertes en el corazón financiero de Europa y animarlas a mover hilos y cuentas. Sería un gran error. No se sabe lo que los griegos deben a Europa, pero parece evidente que como mínimo a los griegos/as Europa les debe una buena dosis de democracia. Por eso es fundamental
un fuerte triunfo de Siriza. Porqué sin Grecia ni habría ni habrá auténtica democracia en Europa.
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