miércoles, 27 de agosto de 2014

Cambio... y corto

La convocatoria de la huelga general del 29S en 2010 impidió a José Luis Zapatero participar en la tradicional fiesta minera que se celebraba cada primer domingo de septiembre, desde 1979, en la pradera de la Tercia, en Rodiezmo. Desde entonces al PSOE le ha faltado el escenario que le permitiera presentar, en el momento del reinicio de la actividad parlamentaria, su cercanía a la clase trabajadora y a sus demandas. No sabemos si Pedro Sánchez, nuevo Secretario General del PSOE desde su reciente congreso extraordinario, habrá echado de menos la oportunidad de darse un baño de multitudes en el pequeño pueblo leonés para consagrar la vocación socialista y obrera de su proyecto político. Eso sin duda le habría permitido dar fe de ese ‘cambio’ que anunciara el lema de su congreso ‘Cambiando… cambiando el PSOE, cambiando España’, y que, tras las últimas derivas y excursos del socialismo español, fuera deseable que se tratara de un cambio hacia las propias esencias y orígenes. Tal vez por eso, a falta de la fiesta de Rodiezmo, Sánchez decidiera acercarse a Santiago de Compostela para aprovechar el foco mediático del encuentro Rajoy-Merkel y así dar visibilidad a un programa, el suyo, que más allá de la tan explícita voluntad de cambio, resulta algo confuso e indefinido.

En Santiago el nuevo líder del PSOE criticó la situación en Europa, presentó un decálogo de propuestas y dio algunas claves de sus referentes políticos. Sorprende que al identificar los problemas que enfrenta la Unión Europea Sánchez diera especial relevancia a lo que definió como crisis de liderazgo. Parece notorio que lo que padece Europa es una crisis democrática y que lo que le sobra es precisamente el liderazgo de una canciller a cuya sombra languidece no tan sólo buena parte de la socialdemocracia europea, sino también el futuro del proyecto común, anquilosado por su inmensa intransigencia. Es de temer que el liderazgo que echa de menos el nuevo secretario general del PSOE en Europa sea el suyo propio, y que este quisiera medirse en los ejemplos de Matteo Renzi y Manuel Valls, jóvenes y resueltos líderes del liberalismo con reminiscencias socialdemócratas, para lo que sin duda el seductor académico aporta planta y talante. La nueva deriva al centro del PSOE que ello supondría, se confirma de hecho cuando se analizan las 10 propuestas que hace Sánchez para Europa. A excepción de la devaluación del Euro, planteada también por el defenestrado Montebourg, ninguna de ellas aporta un cambio de calado frente a la lógica y la mercadotecnia de la desabrida tercera vía.

Algunas de ellas resultan, eso sí, algo pasmosas. Así por ejemplo la primera, que pretende cambiar los objetivos del Banco Central Europeo para incluir junto al de estabilidad, el del pleno empleo. Parece evidente que cambiar a estas alturas el Artículo 127 del Tratado choca no sólo con la aritmética existente en el Parlamento y en el Consejo, sino también con el más que probable recelo de la propia socialdemocracia europea. Resulta además irritante que cuando hace ahora exactamente tres años, el presidente Zapatero, en una tropelía política de primer orden, introdujera junto al PP el objetivo de estabilidad en la Constitución española, ahora su sucesor pretenda corregir ésta en el Tratado. Pero al margen de arrebatos como este o el de negarle el apoyo a Jean-Claude Juncker, la afiliación política de Sánchez se define en sus referentes. En el artículo publicado a raíz de su visita a Santiago las citas de González y del texto del Grupo de Reflexión Europa 2030 lo sitúan con meridiana claridad. Conviene recordar que las conclusiones de este grupo de sabios (Mario Monti…) se presentaron en Madrid 4 días antes de que el presidente Zapatero anunciase su histórica genuflexión ante los mercados y diera paso al giro programático que tanto costó en derechos y condiciones a la ciudadanía.

El texto del grupo de reflexión recoge todos los tópicos y parece recuperar por momentos las esencias del darwinismo social. Europa se ha de definir en su lucha abierta con el mundo. La transformación que comporta en términos de competitividad la globalización, obliga a adaptar y flexibilizar el modelo social europeo y a actuar ‘con osadía’. Como cita Sánchez del informe liderado por González, el dilema que se plantea es el de ‘reformar o decaer’, lo que le confirma en la órbita de esa desviación del socialdemocracia que le ha costado a Europa los derechos sociales y laborales conquistados desde la posguerra. Es por eso un despropósito que en su artículo apele a firmar un nuevo contrato social. El único que se alcanzó en Europa se impuso gracias a la alianza del centro con la izquierda. El bipartidismo al que parece seguir confiándole su suerte el flamante secretario general, comportó una pérdida de credibilidad ante el capital, que ha convertido en irrisoria la posición negociadora de la socialdemocracia en Europa. Por eso convendría que el cambio propugnado por Pedro Sánchez no se quedara en la forma sino que llegara al programa y al contenido. Resulta imprescindible que la regeneración democrática del PSOE no se quede en un cambio de caras, sino que se defina en un proyecto rompedor, radical y progresista, que supedite la economía a la política y ayude a recuperar una mayoría real para la izquierda.

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