martes, 29 de julio de 2014

Pudiéramos

Que el líder del más reciente fenómeno de la izquierda de este país lleve por nombre el del fundador del socialismo español, le haya puesto a su partido el cántico de la campaña que llevó a la presidencia a Barack Obama, y se presente como la marca blanca del 15M es una buena noticia. Eso significa que sabe posicionarse y que va a por todas. Que a más de uno su discurso mordaz, incisivo y a veces tóxico le haya supuesto un revulsivo, tampoco está de más. El progreso social y político precisa del acicate constante, y no existe mejor espuela para la izquierda que la de la radicalidad democrática. Si Pablo Iglesias comparte con su homónimo decimonónico la vocación por experimentar la política desde la comunicación social, aquel como tipógrafo y editor, este como periodista y tertuliano, con el líder demócrata tiene en común la intuición en el debate y la oratoria, pero también la certeza y la habilidad para diversificar el mensaje ocupando el máximo de redes, canales y registros. A nadie se le escapa que el singular éxito en el desembarco político del nuevo partido se debe a una minuciosa estrategia comunicativa tanto como a un cierto oportunismo. Pero son muchos los que desconocen el valor estratégico que tiene para ‘Podemos’ ese don de la ‘oportunidad’.

El preborrador de la ponencia política ‘La crisis del régimen de 1978, Podemos y la posibilidad del cambio político en España’ plantea un análisis sobre el contexto político actual articulado entorno a tres premisas, la primera de las cuales es el agotamiento del ‘mecanicismo de las hipótesis movimientistas’, eso es de la potencia transformadora del 15M, si no hay conversión política. La segunda premisa es la de la debacle electoral del bipartidismo en el marco de las recientes elecciones al Parlamento Europeo, y especialmente la del PSOE. Finalmente, el análisis plantea el riesgo de que la ventana de oportunidad que abre esta situación con tal de extender la ruptura política dentro del ‘régimen’, pueda cerrarse antes de tiempo. Así el texto defiende la necesidad de anticiparse al efecto que puedan ejercer el miedo y la precariedad en la sociedad, y de construir ‘una mayoría política de cambio en un sentido popular en España’. Hay que darse prisa para aprovechar la ‘aguda deslegitimación del entramado político e institucional’ que vive el país, pero también para prevenir otro factor de desgaste.

Dice la ponencia que la inmejorable posición de ‘Podemos’ para cosechar el desprestigio del establishment podría ser “hasta cierto punto difícil de mantener en el tiempo cuando nuestra política no sea sólo de construcción de voluntad de cambio sino que se enrede en la gestión, sus necesarias transacciones y compromisos…”. Es este el punto en el que diríase que el análisis estratégico del partido de Pablo Iglesias chirría un poco. Si es cierto que el 15M no puede, como Peter Pan, madurar políticamente en el Partido de ‘Nunca jamás’, también lo es que ‘Podemos’ habrá de afrontar tarde o temprano la necesidad de ‘enredarse’ no tan sólo en la ofensiva de la comunicación social, sino también en la que se desarrolla en el trabajo político a pie de escaño. Posponer ese momento a la consecución de una improbable mayoría absoluta o de una mayoría crítica, es rehuir en parte la responsabilidad y menoscabar la ‘oportunidad’ que comporta el éxito de la izquierda transformadora en este momento único.

La esperanza que ha surgido en la izquierda con el hundimiento del bipartidismo en el estado español precisa de una confluencia generosa. No se ha de consumir en los personalismos de los unos ni frenarse por el estatus quo de los otros. Si la campaña del ‘Yes, we can’ situaba antes del ‘Podemos’ un ‘sí’ afirmativo, una alternativa sólida de izquierdas al régimen de la hipocresía y de la corrupción, obliga a colocar junto al ‘Podemos’ un ‘si’ condicional. Porque: Podemos si somos capaces de concertar 10 o 15 medidas imprescindibles para la regeneración democrática y la justicia social en nuestro país que aglutine a su alrededor una frente amplio de progreso. Podemos si la confluencia se extiende al mundo laboral y hace del trabajo el eje central de la redistribución de la riqueza y de la solidaridad de clase. Podemos si recuperamos la dignidad de la democracia representativa, pero al mismo tiempo la ampliamos a nuevos espacios de decisión y de participación ciudadana. Esta es la oportunidad que comparte el voto de progreso, democrático y de izquierdas de este país… ¡Ay, si pudiéramos!

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