miércoles, 16 de julio de 2014

Contra natura

La política resulta especialmente portentosa cuando consigue reunir ante un mismo objetivo fotográfico a enemigos supuestamente irreconciliables en lo que al común de los mortales suele parecer un acto ‘contra natura’. A nivel histórico tal vez el ejemplo más sugerente sea el de la instantánea que eternizó a Viatxeslav Mólotov y Joachim von Ribbentrop tras repartirse, en agosto de 1940, Polonia, Finlandia y parte de los Países Bálticos. Pero también la política en minúsculas da para pequeñas y grandes traiciones y para sorprendentes fotogramas. El pacto del Majestic en 1996 es un buen ejemplo, pero también lo es la confluencia de los líderes de la derecha y de la izquierda catalana en diciembre del año pasado, al presentarse la consulta, o, unos días antes, la de los líderes de PSC, PP i Ciutadans, con motivo del día de la Constitución. Estas notables ocasiones en las que se superan distancias para hacer patente una coincidencia momentánea y de tipo ‘estratégico’, suele comportar un notable escozor para los puristas de uno y otro bando, y muestra hasta qué punto es dúctil la coherencia ideológica cuando de lo que se trata es de consolidar una mayoría necesaria, o de repartirse papeles o caudales.

El pasado jueves sin duda se dio una situación de esta naturaleza al votar el Parlament sobre el derecho a la autodeterminación de los pueblos palestino, kurdo y saharaui. La negativa de CiU a apoyar esa opción y su confluencia ‘contra natura’ con el partido de Alicia Camacho es tanto más sorprendente, truculento y escabroso, cuando el gobierno de Artur Mas defiende a nivel internacional el derecho a decidir del pueblo catalán y tacha de autoritario al gobierno de Mariano Rajoy cuando este pretende prohibir esta iniciativa por anticonstitucional. Donde más duele sin embargo el oportunismo de CiU en este caso es por su contexto político, el de una brutal masacre humanitaria de dimensiones tan poco civilizadas como la de la renovada ofensiva del gobierno Netanyahu contra la población civil en Gaza. Si bien eran de sobras conocidas las preferencias del presidente catalán, que ya en su viaje de noviembre de 2013 a Israel rozó el ridículo al intentar buscar algún paralelismo entre el pueblo de Iahvé y el propio, no deja de exasperar que aquel que pretende representar una amplia mayoría a favor del derecho a decidir, se lo niegue por tiralevitas al pueblo palestino, al saharaui, o al kurdo.

Este posicionamiento interesado sitúa el proyecto de CiU en una tesitura especialmente compleja porque, junto a la bajeza moral y la falta de coherencia en relación a los propios valores democráticos, se coloca a la altura siempre relativa de un gobierno español que, a diferencia del catalán, se puede sentir a sus anchas cuando de lo que se trata es de defender y avalar la razón de ‘Estado’ en la ofensiva militar israelí. A pesar de que es un mismo interés corporativo, especialmente en el ámbito de la seguridad, de la tecnología y de la investigación, el que rige las relaciones entre Barcelona, Madrid y Tel Aviv, el presidente catalán habría de sopesar también cuáles son las diferencias. Y parece evidente que en relación a la naturaleza política del proyecto catalán esta es, muy a pesar de Mas, mucho más próxima a la lucha por la autodeterminación de los palestinos, de los kurdos o de los saharauis, que no a la lucha imperial del gobierno israelí por ampliar sus fronteras y expoliar y monopolizar los recursos.

El Tribunal Russell dictaminó hace poco más de un año hasta qué punto se ha vulnerado los fundamentos del derecho internacional al impedirse de manera permanente el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación, levantar el muro de la vergüenza, ocupar territorios mediante asentamientos ilegales, imposibilitar el retorno de los refugiados, atacar y someter al castigo colectivo a civiles en Gaza o violar mediante la tortura, la censura, la persecución o el encarcelamiento derechos que, para un estado que quiera ganarse el respeto internacional, debieran ser inalienables y sagrados. El apoyo al gobierno Netanyahu y el alineamiento de CiU con el Partido Popular no sirven tampoco a la ciudadanía israelí, que se ve abocada así a una huida hacia delante que la margina cada vez más y la sitúa en las antípodas de aquello que se merece y le corresponde por su propia y compleja historia. En cuestiones como estas se juega el gobierno catalán el que, a nivel internacional, se interprete la reivindicación de un estatus político diferenciado para Catalunya, no como la voluntad legítima de un pueblo por definirse democráticamente, sino como la reclamación de un estado soberbio y subyugado.

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