miércoles, 7 de mayo de 2014
Blancanieves y las 17 utopías
Cuando el 6 de mayo se cumpla un mes del desalojo de la corrala Utopía, la lucha de Vanessa, Manoli, Aguasanta, Irma o Toñi se habrá silenciado. Después de estar a punto de romper la coalición de gobierno en Andalucía, la tensión en torno a las 17 familias desalojadas en el distrito sevillano de la Macarena, ha dado paso al ostracismo mediático. Y es que la indigna política de la vivienda que se practica en el país del pelotazo se reserva para los titulares del día. Para la dosis de épica que necesitan los medios de comunicación como reclamo para mantener vivo el pulso de una actualidad que, al parecer, resulta demasiado reiterativa y aburrida. Y la información no va mucho más allá del titular. Hace dos semanas la sección sindical de CCOO en la Radiotelevisión Andaluza denunciaba la manipulación de la cadena pública por su ‘criminalización del activismo social por la vivienda digna’ y la ‘ocultación en el tratamiento informativo de los informes de los servicios sociales, del Defensor del Pueblo o del Tribunal Europeo de Derechos Humanos’. Pero no importa. Si bien ya no alimenta la actualidad ni el sensacionalismo, la lucha de las mujeres de la Corrala sigue viva. Lo decían ellas antes de marchar: ‘La Utopía no son sus muros sino sus gentes’. Eso es precisamente lo que hace real la Utopía: Un lugar que ‘no existe’ y que sin embargo es ‘un buen lugar’. Un lugar que ‘no existe’ pero que está vivo en el coraje cívico y la conciencia de aquellos que mantienen viva la lucha.
Y hace falta valor para defender hasta las últimas consecuencias algo que es tan ingrávido y escurridizo como un derecho, ya sea a un empleo o a una vivienda digna. Ese anhelo le resulta extraño y algo incómodo al político ‘realista’ que se mueve en un mundo hecho de trazos inamovibles. Aquel que aún situándose supuestamente en la izquierda se circunscribe por sentido práctico, pragmatismo o veleidad científica, a una realidad ante la que, a pesar de ser tremendamente injusta, se inclina, por considerarla ‘inalterable’. Escribe Oscar Negt en su último libro ‘Tan sólo las utopías son realistas’ (2013) que el verdadero escándalo radica en el gran número de intelectuales de izquierdas que, desde 1989, han participado en el giro oportunista que ha sacrificado la hegemonía del pensamiento progresista al dictado de un realismo desprovisto de toda magia. Los que reclaman ahora la potestad de gestionar esta realidad en nombre de un cierto compromiso de mejora, serán los que mañana callarán cuando un nuevo poder, ya sea en forma de mercado o de dictado financiero, la acote para hacerla aún un poco peor. Luego hay quien se extraña que el interés por la política ‘realista’, desaparezca a marcha forzadas. Y es que resulta agotador y fatigoso que el que se presenta como ‘reformista’, al final se acabe reconociendo siempre como ‘reformado’. Es de aquí de donde resulta la fealdad y el inmenso descrédito de la política de hoy en día.
Algo de eso hay en la lucha por la corrala Utopía. Algo de eso ha marcado el pulso entre los dos partidos de la coalición de gobierno en Andalucía. No hay duda de que el esfuerzo para convivir con el ‘otro’ es tan difícil para los unos como para los otros. Para los primeros porque el discurso de radicalidad cuaja con facilidad y a pesar de que no se exige más que el respeto a los derechos reconocidos en la Constitución, resulta molesto, especialmente para la derecha, que alguien se atribuya la potestad de querer imponer la política a la realidad. Los segundos porque cuesta aceptar que exista una realidad que pueda imponerse a la política, y por tanto atente contra el espíritu libre del proyecto colectivo; ya sea el de la corrala o el de la utopía. Decía Ludwig Marcuse que ‘Lo triste de nuestro tiempo no es lo que no se consigue, sino lo que no se intenta. Porque el auténtico idealismo radica en el intento.’ El ser fáctico, el político ‘realista’ no entiende que al plantear el mundo como una contingencia inamovible, lo condena a ser cada vez más estrecho e inhóspito.
Cuando desde el imperio de los datos, las renuncias y la estadística el realista se sienta ante el espejito y le pregunta quién es el más bello del lugar, el cristal contesta con absoluta certeza. Porque la belleza está en el proyecto. Allí es donde reside la juventud, la frescura y la fuerza. Tanta que no hay cazador que no renuncie, ni bosque que no se ofrezca. La utopía en su constante fuga, al final se refugia siempre junto a aquellos que trabajan y que sueñan. Los que descienden a una mina que es tan profunda como nuestra conciencia, para arrancarle justicia, determinación y esperanza. La utopía no está en sus muros sino en las personas que la trabajan día a día, aunque sean personas supuestamente pequeñas. Y si vienen un día el derrotismo y el desafecto, blandiendo su manzana envenenada, baste con no morderla. Porque tampoco seamos ilusos. No está el patio como para desfallecer y esperar que venga a salvarnos la nobleza.
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