lunes, 4 de noviembre de 2013

En el país de Oooooh!

Puede resultar sorprendente, pero cinco años después de comenzar la crisis, tras la destrucción de 3,8 millones de puestos de trabajo y la condena del país a una deuda pública insostenible, ninguno de los dos partidos que se alternaron en el poder a lo largo de los últimos 30 años se quiere hacer cargo. El ‘y tu más’ que ha convertido el parlamento en una cancha de retórica barata, les exime al parecer de toda responsabilidad. Lejos de abrir un debate sobre el modelo de crecimiento de los últimos 15 años, no se pretende otra cosa que esperar a que amaine la tempestad para así poder volver a empezar. Eso sí, las culpas y las pérdidas se quien repartir entre todos. No tan sólo entre los partidos que han ejercido el gobierno, sino ampliando el envite al conjunto de la sociedad. Con el ‘hemos vivido por encima de nuestras posibilidades’, se realiza un generoso brindis al sol, y se entona un ‘mea culpa’ colectivo que quiere generalizar a toda la ciudadanía la factura de la malversación, el fraude y la corrupción. Cuando no, se sitúa los orígenes de la debacle social y económica en un cataclismo de dimensiones bíblicas, en el que se desataron fuerzas naturales de inconcebible brutalidad. Es lo que hay tras el ‘con la que está cayendo’, que identifica lo sucedido con algo impersonal e inevitable, como un granizo, un aguacero o un ciclón. Así se prepara el terreno para que cuando despeje y abramos la puerta del refugio, aceptemos que la tormenta se haya llevado nuestro patrimonio público y familiar, la mayor parte de nuestros derechos y una buena porción de nuestra dignidad. Lo fundamental, nos dirán, es que estemos vivos y que podamos volver a empezar. Así el mundo que se presenta ante nuestros ojos brilla dicen, con los colores del arcoíris y contagia, se supone, una irresistible magia que hace suspirar.

En el país de Oooooh! contamos con la guía política y espiritual de una joven de mirada sincera e ilusionada que está hecha toda ella de sentido común e integridad. Siguiendo las exquisitas huellas que dejan sus zapatos de rubí en una alfombra de verdes brotes, nos adentraremos en una aventura maravillosa poblada de personajes fascinantes. Está la bruja del norte, austera y envidiosa, que hay que escuchar aunque sea un poco bruta. Pero también están esos nuevos y simpáticos amigos que nos van a acompañar. Está el espantapájaros, algo feo pero bueno hasta la médula y que para ser completamente feliz tan sólo necesitaría de una cosita tan insignificante como un cerebro. Es buen conocedor de Ooooooooh! y como no tiene cerebro, tampoco le importa demasiado que el 37% de los parados sea ya de larga duración. Tiene suficiente con contemplar cómo crecen las flores junto a esos bancos que tanto les gustan a sus amigos de Fitch y de Wall Street. También está el hombre de hojalata al que para ser completo, nada más que le falta un corazón. En su reluciente armadura se reflejan toda suerte de estadísticas y números, aunque claro, no puede sentir que detrás de cada número aguarda la realidad de un ser humano cuyo dolor e incertidumbre es único, intransferible y personal. Cómo le va a importar entonces que el país se venda a precio de saldo o que día a día se pierda un poco más de tejido industrial. Finalmente acompaña a la hermosa Dorita un león que es muy bueno aunque algo pelmazo. Le encantaría rugir y rebosar coraje, pero también él tiene un pequeño problema, y es que para ser un felino salvaje, es tremendamente indeciso y cobarde. De hecho a la bruja del norte siempre le ha parecido un caniche, y cuando se acuerda, le echa unas migas debajo de la mesa. Pero él está convencido de que cuando recupere su fiereza leonina ya le demostrará a todo el mundo ¡Quién es el amo del lugar!

Estos son los compañeros de viaje que nos conducen por este mundo fantástico que vive a lomos de un arcoíris en tecnicolor y en cuya capital aguarda un mago que puede devolvernos a nuestra realidad. Por el camino el espantapájaros encontrará el cerebro, el hombre de hojalata se hará con un corazón y el león asustadizo devendrá intrépido y valeroso. Por eso la pregunta que nos deberíamos hacer es ¿Para qué habríamos de volver entonces a un mundo en blanco y negro en el que hasta Pocoyo se ha de enfrentar a un concurso de acreedores? Se está mucho mejor aquí, en Ooooooh! Con superávit en la balanza de pagos, un aumento del 79% en el beneficio de la gran banca y grandes rebajas fiscales en las más hermosas comunidades autónomas ¿Para qué volver atrás? En la película Judy Garland ha de golpearse con fuerza los tacones y repetirse varias veces ‘No hay lugar como el hogar’ para emprende el camino de regreso. Sabe que lo que la espera son las postrimerías de la gran depresión, con un paro del 20% y una economía colapsada que no resurgirá hasta que se inicie la 2ª guerra mundial. Tampoco en el caso de nuestra heroína particular es fácil adivinar por qué habría de querer volver atrás. O bien tiene la sospecha de que el país de Oooooooh! en el fondo no es real, y que el arcoíris que lo sostiene de un momento a otro puede quebrar, o tal vez se ha dado cuenta de que el tecnicolor está muy bien pero que no hay negocio como el huracán… Aunque claro, también podría ser que echara de menos el blanco y negro…

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