domingo, 20 de octubre de 2013

La tabla del 47

Dada su excelsa vocación crítica, es probable que el ministro Montoro se avenga a reconocer que nuestra economía, interpretada en términos cinematográficos, es un producto de pésima calidad. Y algo tendrá que ver en ello su impronta, como guionista y hombre de confianza de Rodrigo Rato, cuando, ya en 1996, asumió responsabilidades como secretario de Estado de economía. Nombrado ministro de Hacienda durante el segundo mandato Aznar, algo sabría del creciente endeudamiento de familias y empresas, y de la pérdida de tejido económico y de competitividad, cuando, en plena euforia fiscal, no se invertía en formación, en innovación, ni tampoco en desarrollo industrial. Claro que en ese momento, lo que reclamaban barones y potentados eran infraestructuras, que son al parecer más golosas y dejan más margen para la así llamada ‘gestión’. También es cierto que en este infame peliculón, participó todo un equipo de guionistas. El bodrio comenzado por los unos, lo terminaron los otros, sin rechistar. Y es que tampoco los social-liberales pusieron mayores reparos a seguir urdiendo la trama de esta crónica de un naufragio anunciado, que ha costado casi 5 millones de puestos de trabajo, y medio billón de euros, a los ciudadanos y ciudadanas de este país.

Hoy la zozobra se ha convertido en cotidianeidad. Los nombres de las empresas, ya sea Catalunya Caixa, Tragsa, Panrico o Fagor, y las caras de sus trabajadores, que luchan y reclaman a sus puertas un trato digno, se confunden en el mapa de la actualidad. Los 1914 despedidos de los donuts, Los 37.545 desahucios (más de 200 diarios) ejecutados a lo largo del primer semestre de 2013, son, como los 359 muertos de Lampedusa, no más que números que en su concreción, no sacuden una realidad que es tan injustificable como brutal. Hay 3 millones de personas que viven en la pobreza severa, sí. Y frente a ese 6,4% de la población que ha de sobrevivir con 307 euros mensuales, hay 402.000 millonarios que viven con más de un millón. Pero antes que para subrayar el contraste, los números se utilizan para neutralizar el dolor y la sinrazón. La especulación macroeconómica y el maquillaje estadístico se han convertido en los efectos especiales de una superproducción capitaneada por los adalides de la supuesta recuperación: banqueros, recortadores, economistas. Una película que anuncia un nuevo mundo: Un horizonte dorado que le pondrá a la crisis un maravilloso y feliz final ¡Dando paso, justo a tiempo, al siguiente proceso electoral!

En esto hay que reconocerle a Cristóbal Montoro que es todo un campeón. Lo de tildar la supuesta recuperación española como ‘fenómeno inédito’ y anunciar que ‘España volverá a asombrar al mundo’ denota mayores dotes adivinatorias incluso, que las mostradas por Fátima Báñez, hace ya un año, en su inolvidable vaticinio sobre los brotes verdes. Secundando al ministro de Hacienda, y sin sorprender a nadie cuando acaba de fichar a Rodrigo Rato, Emilio Botín prolongaba la canción del verano, tildando el momento de ‘fantástico’. Y no por las cervezas, sino porque no para de llegar dinero para ‘todos’, y eso son: la bolsa, la deuda y los bancos. Si no fuera porque uno sabe de la turbulenta historia que tiene con el cine el Partido Popular, casi estaría tentado de echarle una lágrima al final de la proyección. La cuestión es que, en el caso de la crisis, la realidad supera cualquier ficción. Así cuando el ministro dice que los salarios no bajan, o la ministra hace lo propio con las pensiones, a la ciudadanía en vez de iluminársele la cara, se la acaba inundando un evidente sonrojo. Especialmente cuando se criminaliza de la peor manera a los desempleados y desempleadas, como si fuera en su naturaleza y condición, el no disponer de trabajo ni de suficientes recursos.

Cuentan que el infame Nicola Ceaucescu, falsificaba hasta los partes metereológicos con tal de que la población aceptara no encender la calefacción. También aquí habrá unos pocos que tal vez por falta de solidaridad, se sientan seducidos por las grandes producciones del partido popular. Por eso es recomendable ejercitarse en el arte del cálculo, e interiorizar la tabla del 47, que es el número de millones de personas que habita este país. Es importante no tan sólo para saber que el fraude fiscal anual de 40.000 millones, le cuesta a cada ciudadano/a unos 852€ (200€ más que el salario mínimo interprofesional), sino para apreciar que lo que la Comisión Europea considera ayudas de estado a la banca, ha costado 2.127€ por persona. De hecho la deuda pública ha aumentado desde 2007 en 560.000 millones, de los que casi 200.000 corresponden al primer año y medio de gobierno del partido popular. Eso supone unos 12.000€ por persona, 48.000€ en el caso de una familia de 4 miembros, al margen de que haya sido desahuciada o tenga a todos sus miembros en el paro, lo que le sucede a una de cada diez. Ese está siendo el coste real de unas políticas erradas e injustas. Un coste que se suma al que ya se ha pagado en términos de empleo, prestaciones y calidad democrática. Un coste que, sin duda alguna, algún día alguien se querrá cobrar.

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