domingo, 3 de marzo de 2013
Engaño sistémico
A principios de los años noventa tuvo lugar un fenómeno
peculiar. Las portadas de los diarios empezaron a parecerse cada vez más,
destacando no tan sólo las mismas noticias, sino llegando a utilizar incluso
las mismas fotografías. Contra todo pronóstico la necesidad de distinguirse por
el tratamiento periodístico y gráfico dio paso a la consolidación de una
hegemonía en la selección de los temas y de su presentación. Los medios
decidieron que el producto no era la información, sino esa proyección, agenda o
ventana que hemos dado en llamar ‘actualidad’. Sabemos que la ’actualidad’ no
reproduce la realidad. Si lo hace, es tan solo de manera parcial e incompleta.
Si acaso impone día a día una construcción específica de la realidad que no
persigue otro fin que acotar, orientar y estimular el horizonte intelectual,
social y cultural de la ciudadanía. Gracias a esta bóveda postiza y a las
amenazas, argumentos y falsas certezas que se proyectan en sus paredes de
cristal, hoy es posible manipular más y mejor que nunca antes, al conjunto de
la sociedad.
Tan sólo con esta explicación de fondo es posible entender
lo que está ocurriendo hoy. Si se encontrara un interlocutor absolutamente
objetivo, eso es, que pudiera juzgar desde el otro lado de la campana que nos
rodea, se sorprendería de que, ante la dimensión de la tragedia que se cierne
sobre nosotros, sea tan insignificante la reacción colectiva. Con la excusa de
defender el interés común, de generar confianza y calidad de vida, se está
aumentando el desempleo, malvendiendo el patrimonio, aumentando la deuda
pública, y hundiendo la riqueza forjada entre todos a lo largo de décadas. Sin
embargo la respuesta es mínima. Al parecer se ha conseguido instalar, en menos
de cinco años, tanta desconfianza, incertidumbre, miedo y desafección entre la
ciudadanía, que no hay resistencia ante la mayor estafa que se conoce desde los
albores de la modernidad. En el escenario de la crisis, y gracias a la
propagación de la culpa colectiva y del riesgo sistémico como elementos de
coacción y de inhibición colectiva, asistimos a una transferencia de rentas y
de patrimonio de una dimensión desconocida hasta ahora.
El mecanismo es sencillo. Con la sequía del crédito la deuda
acumulada por algunas entidades irlandesas, españolas, griegas, después de la
burbuja inmobiliaria amenaza la viabilidad de algunos bancos del norte y centro
de Europa. Estos utilizan su hegemonía en el Banco Central Europeo para
convertir la política monetaria europea en un elemento de chantaje para forzar
la devolución de los créditos. Pero como los bancos periféricos no pueden pagar,
se fuerza la socialización de la deuda, transfiriendo el pasivo a la deuda
pública. Los ciudadanos españoles, irlandeses, portugueses se convierten en
garantes de la deuda privada de sus bancos, para salvar los bancos privados
alemanes, franceses y holandeses. Así evitan que sea la ciudadanía de estos
países la que tenga que cubrir la bancarrota provocada por la irresponsable
política crediticia de sus propias entidades privadas. Para hacerlo todo digerible
se introduce un discurso moralizante, de ‘culpa’ y ‘virtud’ en lo nacional, e ideológico
en lo económico. Se encumbra la austeridad como política para la que no hay
alternativa, cuando no cumple otra función que la garantía de pagos, y es
absolutamente contraproducente desde el punto de vista científico.
Cuando las eminencias de la economía mundial destacan la
‘torpeza’ (James Galbraith) y la ‘estupidez’ (Paul de Grawe) de la Comisión
Europea, o ponen de relieve hasta qué punto ésta, al negar la evidencia
empírica del absoluto fracaso de sus políticas, se engaña a si misma (Dani
Rodrik), omiten un aspecto importante. Evidentemente, la ramplonería de
personajes grises como los comisarios Olli Rehn o Joaquín Almunia, no les
permite discernir con claridad entre realidad y deseo, pero en el guión de esta
tragedia cumplen a la perfección con el papel que les ha sido asignado. Alimentan
los tópicos, sacan brillo a los mitos y encarnan con cerril talento la función
de abnegados servidores de una causa perdida. Hacen aquello para lo que han
sido formados entre lobby y máster: convertir su mediocridad en una garantía de
normalidad frente a una situación absolutamente anómala y cuya irreverencia
clama al cielo. Como dijo recientemente el ex candidato ‘socialista’ y actual
vicepresidente de la Comisión Europea en un documental del canal Arte: “No
vamos a ser los únicos que dicen la verdad”… ¿Eso no lo dice todo?
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