domingo, 27 de enero de 2013
Pleno empleo
Decía Dani Rodrik que “el problema no es que los economistas
sean sumos sacerdotes del fundamentalismo del libre mercado, sino que sufren
los mismos sesgos que la gente corriente”. Siguiendo el razonamiento, el
problema es que a pesar de estar expuestos a las mismas veleidades, errores y
falsas certezas que el ciudadano de a pie, muchos de ellos prefieran pensarse
más allá del bien y del mal. Tal vez por eso les guste tanto reunirse entre
ellos, en ampulosos think tanks, clubs y fundaciones, o buscar la cercanía de
la élite, ya sea política, mediática o empresarial. Para eso nada mejor que un
lugar bien exclusivo, frío y alejado, como Davos. Es algo así como cuando los
niños se esconden debajo de una manta. Así se crean la falsa ilusión de estar
apartados del mundo, se hacen confidencias, y viven una intensa complicidad. En
el caso de Davos el manto es de nieve, las confidencias son económicas y la
complicidad es clientelar. Que el foro mundial se celebre en la ciudad más
elevada de Europa es sintomático. Ahí, en lo más alto, es donde ponían su
castillo los señores feudales. Para sentirse a resguardo de las masas, bien por
encima de todo lo demás.
Davos tiene fama de ser un lugar hermético, inaccesible,
como el templo de alguna secta secreta. Es el lugar más elevado y tal vez
también el menos democrático de Europa. Por eso su ceremonia anual despierta
cierta intranquilidad. Y es que ‘reunión de pastores, oveja muerta’ y la oveja
que se sacrifica anualmente en Davos, es, mal que nos pese, nuestra economía, y
con especial saña su corazón, el empleo. Hubo un tiempo, a finales de los años
treinta, principios de los años cuarenta, en la que los economistas discutían
sobre cuestiones de interés general. Por ejemplo sobre si era posible el pleno
empleo. También entonces había economistas que se salían por la tangente. En
palabras del magnífico Michal Kalecki “Entre los oponentes a esta doctrina (la
del pleno empleo) se encontraban, y aún se encuentran, prominentes sedicentes
‘expertos económicos’ estrechamente conectados con la banca y la industria”. 70
años después seguimos en las mismas. También en relación a la contradicción
entre teoría económica y realidad, especialmente si pensamos en la austeridad: “La
ignorancia obstinada suele ser una manifestación de motivos políticos
subyacentes”, que decía el sabio polaco.
A falta de un debate económico sobre lo que realmente
importa a la ciudadanía, y especialmente a los 6.000.000 de parados que son
marginados día a día en el estado español, tal vez convenga recuperar algunos
razonamientos que se hace Kalecki en ‘Aspectos políticos del pleno empleo’.
Para este contemporáneo de Keynes la inversión pública (escuelas, hospitales…)
y el subsidio del consumo masivo (asignaciones familiares, subsidio de
artículos de primera necesidad…) financiado mediante préstamos, puede aumentar
la demanda de bienes y servicios hasta lograr el pleno empleo. Sin embargo la
clase empresarial está en contra de esta política estatal a pesar de que
también les beneficiaría a ellos. Para ello hay tres razones: Si el gobierno
crea empleo, se rompe el tópico de que es la confianza de la patronal la que lo
genera, lo que supone un poderoso control indirecto sobre la política
gubernamental. En segundo lugar existen: el temor a que la inversión estatal
compita con el sector privado y un rechazo moral e ideológico al subsidio.
Finalmente alcanzar el objetivo del pleno empleo comporta una posición
reforzada del trabajo y de su capacidad negociadora.
Parece evidente porqué hoy el discurso hegemónico prescinde
del debate del pleno empleo para centrarse en la solvencia, el ajuste y la
competitividad. La doctrina del ‘financiamiento sano’ que hoy impera a pesar del
rechazo de la inmensa mayoría de los ciudadanos, no pretende otra cosa que
asegurar que el nivel del empleo dependa del ‘estado de confianza’ de los empresarios.
El subterfugio parece evidente. La involución que define esta crisis, es la del
capital que intenta no ya subyugar, sino erradicar el valor del trabajo como
elemento de vertebración social. Una temeridad, zafia y azarosa. Qué otra
obligación mutua puede cohesionar la sociedad. Qué otra dimensión colectiva
puede estimular y reconocer el valor de la dedicación, del talento, de la
honestidad, de la solidaridad o de la creatividad. Mal que les pese a los
amigos del alpinismo económico de ‘Davos’ el trabajo o será el fundamento del
progreso o no habrá progreso, ni económico ni social. Michal Kalecki, lo dice
con meridiana claridad: “Si el
capitalismo puede ajustarse al empleo pleno habrá incorporado una reforma fundamental. De lo
contrario demostrará que es un sistema obsoleto que debe ser abandonado”. Para
ponerse a pensar.
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