domingo, 9 de diciembre de 2012
El laberinto de Wert
Gerald Brenan describió en 1943 los antecedentes sociales,
políticos y económicos de la guerra civil española. En ‘El laberinto español’
desentrañó los elementos que hicieron de la república un proyecto atenazado por
fuertes intereses, ya fuera en el ámbito religioso, territorial o social. Al
referirse a la educación, uno de los espacios de conflicto entre dos modelos
confrontados de país, describía la pugna entre autoridades civiles y
eclesiásticas por el monopolio de la educación, remitiéndose a finales del
siglo XIX. “La táctica de la iglesia, consistía en obligar a las escuelas del
Estado a cerrar por falta de fondos. Como el sostenimiento de estas escuelas
estaba a cargo de los municipios, con su influencia sobre los caciques y la
administración local, el clero lograba evitar la inclusión de la escuela en el
presupuesto. De entonces proviene el dicho tener
más hambre que un maestro de escuela”. Si pensamos que en lo que llevamos
de crisis el presupuesto público en educación se ha reducido en 7.500 millones
de Euros, aún sin querer exagerar el papel de la iglesia, los paralelismos
parecen evidentes.
Hoy con el gobierno del PP el estado español tiene toda la
traza de volver a erigirse en un laberinto para su ciudadanía. Las recientes
declaraciones del ministro de Educación, José Ignacio Wert, al identificarse
con un toro bravo que se crece con el castigo, incorporan a la metáfora del
laberinto de Brenan la figura de un Minotauro hispánico. Nadie dice que a este
hombre de naturaleza histriónica y jactanciosa le pida el cuerpo merendarse
anualmente a 7 doncellas y 7 jóvenes, pero sí es cierto que con la reforma que
anuncia el proyecto de Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE)
la juventud sala malparada. La ley, preparada en estrecha consulta con la
Iglesia Católica, recoge algunas de sus reivindicaciones históricas. La
supresión de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, la programación de
la asignatura de religión como alternativa a la de valores sociales, cívicos o
éticos y la garantía de la financiación pública para escuelas que separan por
sexos, muestran hasta qué punto esta res brava se vuelve manso cabestro cuando
la muleta que enfrenta no es roja sino púrpura.
Además de recuperarle espacios a la confesionalidad, la
LOMCE también avanza en otros dos ámbitos, la privatización y el centralismo,
que rompen cualquier consenso anterior. Los agentes privados se incorporan a
las funciones reguladoras del sistema y se refuerza el poder de la administración
central del Estado para definir currículos y criterios pedagógicos pudiendo
intervenir así en temas tan sensibles como el de la lengua vehicular. En
definitiva, la propuesta de ley cambia el estatus de ‘derecho’ que tiene la
educación, por la de ‘servicio’, y desvirtúa el objetivo que le es
consubstancial, eso es, el del desarrollo individual y social, en favor del más
decimonónico del adoctrinamiento. Que en un momento como el actual de pérdida de
cohesión económica y social se le adjudique la definición del modelo educativo
a un hombre que ha convertido la provocación y la bravata en sus principales
señas de identidad, supone una lamentable barrabasada. La importancia
estratégica que tiene la educación en el cambio de modelo productivo y en la
construcción del consenso en un país en crisis, convierte la propuesta que
encarna Wert en un desatino falto de criterio y de responsabilidad.
Parece evidente que Wert, que aporta como principal valor al
Ministerio de Educación su experiencia en la investigación de audiencias y en
el estudio de opiniones, ha concebido su puesta de largo como res brava, como
una payasada premeditada. No persigue otro objetivo que levantar una cortina de
humo alrededor de una cuestión que, como se ha visto, suscita con fuerza la
movilización ciudadana. Que haya hecho
coincidir en su propuesta la confesionalidad, la privatización y el centralismo
se corresponde con un planteamiento ideológico pero al mismo tiempo intenta
abrir tres frentes simultáneamente con tal de diversificar los debates. Por eso
frente al Minotauro y a la profundidad creciente del laberinto se impone tirar
del hilo de Ariadna, eso es, del sentido común, para hacer frente sin
divisiones al conjunto de la propuesta. Para quien requiera de una inspiración
adicional en estos momentos tan laberínticos, conviene recordar la actualidad
de aquello que se proponía en el artículo 49 de la constitución de la República:
“La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica
y se inspirará en ideales de solidaridad humana”.
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Excelente artículo, como siempre!
ResponderEliminarA él añadiría, que una españa grande y -libre de científicos y demócratas-, solo le queda la ciencia del estudio del equilibrio de masas entre un camarero ortera llamado Gasset, y su bandeja.