lunes, 12 de noviembre de 2012

Un día de lucha


Hay que decirlo bien claro. Esta huelga general es necesaria, crucial, inaplazable. Sobran las razones para que nos lancemos a la calle. La precariedad que comporta el paro de casi 6 millones de ciudadanos y ciudadanas. La injusticia con la que nos desayunamos cada día y que exime de toda culpa a los responsables de la crisis mientras se ceba de manera infame en los más vulnerables. El sinsentido de ver cómo se nos aplican unas recetas económicas erradas que no hacen sino aumentar la precariedad, la desigualdad y la marginación. Es hora de que hagamos balance y plantemos cara. Hemos perdido en dos años lo que se conquistó con arduo esfuerzo a lo largo de décadas. Nuestra sanidad y nuestra educación se esquilman con saña. El sistema público, que nos pertenece a todos, es desmantelado y privatizado día a día. Se deja morir el empleo de calidad, la industria, la formación profesional, la investigación. Se invita a marchar a la generación mejor preparada de nuestra historia y se nos roba un futuro que nos pertenece. Frente a esta estafa programada es hora de decir basta y de oponer una resistencia civil y pacífica que ponga freno a tanto despropósito, engaño y malversación.

La huelga del 14N es una huelga especial. Se organiza en un contexto europeo en el que por primera vez confluyen los trabajadores y trabajadores de una gran parte de Europa. Es el germen de una huelga europea que pone presión sobre aquellos que toman las decisiones. No tan sólo sobre nuestros gobiernos, sino también sobre Bruselas y Berlín. La clase trabajadora hace frente así, de manera unitaria, a una misma amenaza e injusticia. A la imposición de un programa económico y financiero innecesario e ineficaz que destruye nuestro modelo social. A la introducción de un plan orquestado por la oligarquía financiera que lastra nuestras economías y condena toda posibilidad de recuperación. A la traslación al conjunto de la ciudadanía del coste de una debacle financiera surgida de la codicia y de la especulación. Urge mandar una señal clara y unitaria. Si no conseguimos alzar juntos nuestra voz  veremos cómo se completa en los próximos tiempos una intervención en toda regla que subvierte nuestra democracia, deteriora gravemente nuestra convivencia social y vacía de contenido un proyecto europeo que nos ha dado 60 años de cohesión y de paz.

En este momento no podemos olvidar que también aquello que hoy nos quieren robar, fue ganado mediante la huelga y la movilización. También entonces en fábricas y empresas, en plazas y calles hizo falta valor y tenacidad. Para extender la protesta. Para sumar a aquellos más reticentes a la lucha por el bien común. Para convertir un día señalado en la expresión unánime y colectiva de la resistencia a que nos roben nuestra dignidad y nuestra voz. Hoy toca volver a llenar las calles. Por coherencia, por solidaridad, por convicción. Porque la destrucción del empleo es una lacra que nos empobrece colectivamente. Porque le debemos la salud, la educación, la pensión a nuestros pequeños y grandes. Porque la capacidad, el esfuerzo y la dedicación tienen un valor. Nos sobran los motivos para hacer de la huelga general del próximo miércoles una jornada de protesta masiva, unitaria, pacífica.  Pero tal vez el más importante sea que tan sólo parando las fábricas, oficinas, comercios y servicios públicos, podremos poner punto y final a esta injusticia y a esta denigrante insensatez.

Europa, el gobierno del estado y el de la Generalitat precisan de una señal clara y contundente. Por eso el miércoles ha de ser un gran día. Una jornada de movilización general en la que defendamos nuestro empleo, nuestro estado de derecho y nuestras libertades civiles y ciudadanas. Un día de huelga laboral pero también de huelga de consumo y de movilización social. Tenemos que reducir al mínimo el consumo energético, informar a aquellos comercios que abren de que sus ventas dependen de nuestros salarios. Unirnos a aquellos que informen en el lugar de trabajo o en el vecindario e invitar a los que vacilan o tienen miedo a expresarse y a hablar. Porque es un día para construir y para celebrar la unidad de aquellos que viven de su trabajo. Un día de respuestas a las preguntas y cuestiones que nos plantea a diario el lacerante espectáculo de la injusticia y de la precariedad. Un día de lucha pacífica, digna, honesta. Para defendernos de aquellos que quieren ahogar nuestros derechos, nuestras conquistas y nuestra justicia social.

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