lunes, 22 de octubre de 2012

Europa a tientas


Todo el mundo debería tener derecho a 15 minutos de gloria. Lo decía Andy Warhol, a pesar de la superpoblación mundial. Gino Covacci alcanzó sus 15 minutos la semana pasada en Florida. En su paseo matinal por la playa de Pompano este americano de bigote entrecano e inevitable gorra de visera se topó, al buscar en la orilla conchas y piedras hermosas, con un ojo gigantesco. Un ojo azul, desproporcionado, muy fresco. Llama la atención que su ojo avizor, de experimentado cazador de tesoros, se encontrara frontalmente con otro ojo, aunque este varado en la arena. Si se observaron o no queda para la leyenda. Lo que no deja de inquietar es que en ese momento, de fulgurante pero fugaz atención mundial, Gino no anduviera solo. A su lado paseaba ese día por Pompano Beach un amigo griego. Desconocemos el nombre (serán otros sus 15 minutos de gloria), pero su origen heleno nos desconcierta. Y es que este mundo, tiempo ha, dejó de ser un mundo fabuloso para convertirse en un mundo de fábula. Poblado por todo tipo de animales, algunos monstruosos. Falso, moralizante e irreal.

El ojo en cuestión mereció de inmediato la atención de la Comisión para la Conservación de la Pesca y la Vida salvaje del estado de Florida. El análisis genético estableció la pertenencia del glóbulo ocular a un pez espada, otros dirían que un pez tijera, pero es de temer que tuviera un origen bien distinto. De hecho la coincidencia temporal del hallazgo con el agrio debate sobre la supervisión bancaria europea y la férrea postura alemana en la pasada cumbre europea, hacen sospechar que, en un golpe de efecto tremendo, se despiezara el animal, léase el proyecto acordado en junio de la unión bancaria europea, para lanzar al mar sus vísceras. No habrían faltado los motivos. Un ojo es siempre una cosa molesta, especialmente cuando hay algo que ocultar. En el caso de los bancos alemanes y en lo relativo al índice de toxicidad de sus cuentas, la cosa es notoria, aunque no pública. Se sabe que prestaron y especularon por encima de sus posibilidades. Que gran parte de la parafernalia actual, incluido el lamentable discurso amarillista que sitúa las culpas en trasnochados esquemas socioculturales, no es más que huida hacia delante.

El saneamiento o, mejor dicho, la pesada digestión del pasivo bancario alemán, hace necesario un empeño especial. Una determinación furibunda, incondicional. Cuesta imaginar que en Alemania, como en el estado español, se pudiera convertir la deuda de la banca privada en deuda pública. Si en España nuestro presidente en un ejercicio de enternecedor funambulismo retórico decía en plena vorágine preelectoral que “si tengo que pedir el rescate, lo haré, pero no actuaré presionado”, cómo no va a sacudirse la canciller Merkel de las hombreras la caspa del legado financiero alemán para esconderlo bajo la alfombra. Con más razón cuando, con las elecciones de 2013, está en juego su ascenso a los anales del culto presidencial. Que por en medio haya que seccionar un ojo cualquiera no es pues de relevancia. Que por el camino se queden horizonte y perspectiva de un proyecto, el europeo, que sutura cicatrices históricas en un continente asolado por todo tipo de tropelías, carnicerías y ajustes de cuentas no tan sólo presupuestarios, da igual. Es preferible, al parecer, que Europa vaya a tientas.

Y hace ya tiempo que manda la miopía política. En Europa y en Alemania. Los resultados del instituto estadístico federal, publicados recientemente, demuestran que uno de cada seis alemanes, eso es, 13 millones de personas, viven en riesgo de pobreza. El modelo expansivo en el que el criterio de la balanza comercial es impuesto sobre la cohesión social, es producto de una gran ceguera. La contención y precarización salarial que alimentan teóricamente la competitividad internacional, relegan a la marginalidad a un número creciente de personas. Pero además en un mundo finito, redondo, en el que la exportación cósmica por desgracia aún no es una alternativa, parece evidente que no todos pueden exportar más de lo que importan. Por tanto el modelo alemán ni es exportable a escala mundial, ni tampoco sostenible a la larga. La alternativa de alimentar con crédito a los países con tal de que puedan importar, comporta deformaciones degradantes como las que experimentamos hoy en Europa. La excusa de que la globalización nos condena a este tipo de competitividad, es rendir el ámbito político, social y medioambiental a las condiciones que imponen los intereses financieros a escala global. Por eso Europa se hunde como proyecto político. Porque tras acostarse con la banca y matar su modelo social, el Edipo europeo, inevitablemente, se arranca los ojos.

1 comentario:

  1. "El ojo del pez espada podría ser la metáfora del tercer ojo. Se le conoce así porque ve más allá de lo tangible, de lo físico. Este Ojo puede ver lo invisible. Cuando este Sexto Chakra está activado te sientes tranquilo, en paz y concordancia con lo que te rodea, y eres capaz de vislumbrar lo que se avecina. Así tu espíritu evoluciona, crece y el poder que sientes dentro de ti refuerza tu temple ante los obstáculos. Muestra el camino a seguir, y están iluminadas las preguntas que quieres responder." Resumiendo: ha estado a la deriva el sentido común hasta aparecer en una playa como el mismísimo mensaje en una botella.

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