miércoles, 12 de septiembre de 2012

Huelga gitana

A pesar de los resquemores por las recientes decisiones del BCE la prensa alemana ha celebrado la buena sintonía entre Merkel y Rajoy. La visita de la canciller alemana a Madrid ha permitido superar las suspicacias que habían despertado los devaneos del presidente español con Monti y Hollande y ha devuelto al hijo pródigo al redil. El Frankfurter Rundschau destaca con el titular ‘Rajoy, el español leal’ la buena disposición del presidente español para estar a la altura de las expectativas depositadas en él. Que esa lealtad no sea al parecer extensiva a la ciudadanía española que, mal que nos pese, es la que lo ha votado, no supone mayor problema. Para el gobierno alemán, al menos. Mariano atiende como es debido a Merkel & Cia, y se entrega solícito a sus dictados, aunque eso suponga tener que armarse de paciencia para corregir, cual abnegado pater familias, los vicios y lacras de su díscola prole. Y es que “Rajoy recuerda siempre de nuevo a sus paisanos lo importante que es ahorrar, bajar los sueldos y flexibilizar el mercado de trabajo facilitando, por ejemplo, el despido”.

La complicidad Merkel-Rajoy es al parecer completa. Se subraya que Rajoy habla como Merkel, aunque, eso sí, lo haga en castellano. Un articulista de la Sueddeutsche Zeitung destaca el asombroso parecido del lenguaje corporal de ambos mandatarios y se lanza a elucubrar incluso sobre el origen de la simbiosis de estas almas gemelas. La clave estaría en el clima y la geografía en los que se forjaron personalidad y temperamento del presidente y de la canciller. El frío nordeste alemán por un lado, la brumosa y húmeda costa gallega, “tan alejada del ambiente festivo del sur”, por el otro, serían los artífices de una comunión espiritual y personal que supone una indudable ventaja a la hora de tener que hacer converger las políticas. Que en este ejercicio sea el uno el que converja en el otro no merece mayores comentarios. Lo que importa es que Merkel y Rajoy son uña y carne de un mismo dedo solemne y austero, aunque Mariano, accidentes del destino, haya venido a nacer en el estado español.

Si ya estábamos acostumbrados a los excesos de una parte de la prensa financiera anglosajona, con sus cerdos voladores y demás prejuicios zarrapastrosos, resulta desolador comprobar que incluso la prensa seria alemana caiga en los mismos estereotipos. Demuestra que la artillería ideológica que se ha desplegado desde el Bundesbank o desde el propio gobierno alemán, encuentra un eco fiel no tan sólo en el amarillismo, sino también en los medios de comunicación considerados solventes. La periferia es despilfarradora y propensa al vicio, como destacaba recientemente el jefe del Bundesbank, cuando dijo que la compra de bonos por parte del BCE podía resultar adictiva como una droga. Como si no fuera la banca alemana la que se expone a la adicción que comporta el crédito gratuito del que dispone gracias a la debacle periférica. Pero cada cosa en su sitio. Para preservar a la periferia de la tentación, es por eso necesario estimular su espíritu de entrega con una devaluación social sin precedentes que la devuelva a la precariedad  y pobreza que le corresponde por lógica histórica.

La ofensiva ideológica que el capital financiero difunde en el ‘eje del norte’ a través de su potente aparato mediático persigue un fin meridianamente claro. Se trata de evitar a toda costa que en la crisis actual se distinga el conflicto social que subyace a la redistribución de la riqueza pública que se ha emprendido sin concesiones. Con tal de trasladar a la lógica nacional las tensiones que se derivan del brutal ajuste de un modelo social que se destruye día a día, se desempolvan los más rancios prejuicios religiosos y nacionales para disimular la ofensiva del mundo financiero. La ‘culpa’ de la situación se traslada así a la población periférica atribuyéndole todo tipo de desviaciones y vicios socioculturales inherentes a su naturaleza. Aunque sea al precio de programar una bomba de relojería social que hace en extremo inviable el proyecto europeo, se hegemoniza una lectura moralizante y populista de la crisis que permite devaluar selectivamente derechos y conquistas sociales bajo la apariencia de pasar factura a ‘excesos nacionales’.

Cuando se hacía evidente la incorrección política del término PIGS que aglutina a portugueses, irlandeses, griegos y españoles, a alguien se le ocurrió utilizar el acrónimo GIPSI, en inglés ‘gitano’, que además de incorporar a Italia al selecto club de los periféricos enumera por estricto orden los países según la prima de riesgo a la que están expuestos. Sin embargo a Rajoy se le excusa del honor de ser patriarca gitano para convertirlo en un alemán extraño. No nos ha de sorprender. La ruina actual no es tan sólo la de los bancos malos, sino también la de los gobiernos y gobernantes malos. Por eso, ante la falta de convergencia política entre GIPSIs, la esperanza radica hoy en la confluencia de los trabajadores y trabajadoras de la periferia en una movilización ‘gitana’ que haga frente a la injusticia, al racismo y a la deriva autoritaria que acompañan la gobernanza europea. No es hora de maniqueísmos, ni de cumbres sobre el antieuropeísmo que maquillen la ofensiva contra la Europa social con teorizaciones sociológicas, sino de mostrar juntos el rechazo democrático a gobernantes financieros y títeres periféricos.

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