sábado, 25 de mayo de 2024

En los albores de una nueva legislatura europea

Publicado en 'Argumentos'

La reciente presentación y anuncio, en dos días consecutivos, de los informes realizados por Enrico Letta y Mario Draghi sobre Mercado Único y Competencia, no es ajeno al momento europeo. Las elecciones de junio definirán un nuevo mandato en el que toma forma la candidatura del ex Presidente del BCE al liderazgo de la Comisión que actualmente detenta Ursula von der Leyen. Al mismo tiempo el Parlamento Europeo ha aprobado las nuevas reglas fiscales para la gobernanza económica europea, en un escenario en el que desaparece, a medio plazo (2026), el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia que, junto al extinto SURE, ha constituido la primera experiencia de un instrumento fiscal financiado por deuda conjunta y por tanto mutualizando los riesgos. Como lo resume con acierto Antón Costas, el proyecto europeo se debate hoy entre la voluntad de algunos/as de volver a situarlo bajo la égida de la madrastra de la castidad fiscal, y la de aquellas y aquellos que apelan a las bondades del hada madrina que ha inspirado el despliegue de recursos con el que hicimos frente a los estragos de la pandemia de la Covid-19.

Como destacan ambos informes, de manera complementaria a estos hitos, está el momento global, que a su vez condiciona el momento europeo. Enrico Letta lo define como un mundo de gigantes en el que Europa vive una creciente vulnerabilidad por la desaparición o transformación, en el plano geopolítico, de las reglas de juego. Mario Draghi entra en detalle cuando recuerda que si EEUU utiliza la política industrial a gran escala para atraer capacidad de producción y China genera excesos de capacidad que debilitan la industria global, ambas potencias coinciden en liderar un proteccionismo que trata de excluir a los competidores y de aprovechar su poder geopolítico para controlar y asegurar las cadenas de suministro. Dar respuesta a esta situación pasaría por reorientar el proyecto europeo y aprovechar su mercado interior (440 millones de personas, 220 millones de trabajadores/as, 23 millones de empresas), como base de la competitividad de la UE. Así lo recogía la comunicación de la Comisión sobre 'Competitividad a largo plazo' de marzo de 2023 y así se plasma en los dos informes.

Si bien a diferencia del informe de Enrico Letta, el de Mario Draghi está por publicarse, y no se verá hasta pasadas las elecciones europeas, su reciente presentación en Bruselas permite vislumbrar algunas de sus líneas maestras. Estas coinciden con el de Letta en centrar el potencial inversor en la activación del ahorro europeo en el marco de un mercado europeo de capitales. Junto a este hito el ex Presidente del BCE lanza otros dos: la necesidad de beneficiarse de la economía de escala con empresas más grandes y el asegurar el suministro de recursos e insumos esenciales en el marco de una apuesta económica que sugiere Draghi, habría de centrarse en 10 macrosectores especialmente expuestos. La orientación tiene así un tono marcadamente industrial y confía la financiación al impulso de una inversión privada a la que no sería ajena tampoco la Unión Bancaria que la Comisión Europea quisiera ver completada cuanto antes.

Al debate abierto por los dos políticos italianos se ha sumado recientemente el Ministro de Economía Carlos Cuerpo, desde 'Grand Continent'. Su posición recoge dos cuestiones que no son menores: la necesidad de velar por las reglas de la competencia dentro de la propia Unión y la de garantizar un mecanismo de financiación que aproveche la experiencia del Next Generation EU. Coincide este planteamiento con el del Instituto Elcano. Para este, la reciente revisión de las reglas fiscales europeas se ha centrado exclusivamente en garantizar la sostenibilidad de las finanzas de los Estados, sin dar respuesta a la necesidad de una capacidad fiscal central en Europa, cuando "la necesidad de fondos y deuda conjunta para financiar bienes públicos europeos no es una idea, sino un requisito imprescindible para el funcionamiento operativo de cualquier área monetaria". Al margen de la potencial inversión privada, la inversión pública europea cuenta tan sólo con los fondos NGEU, en vía de extinción, con unos fondos estructurales insuficientes y con una inversión de los Estados, encorsetada por las nuevas reglas fiscales.

No es ajena a esta posición la del Comité Económico y Social Europeo, que aboga en un reciente dictamen por definir nuevos instrumentos financieros que permitan la financiación de bienes comunes estratégicos, ni tampoco el informe de gobernanza del Consejo Económico y Social estatal. En este se destaca cómo la reforma de la gobernanza económica ha obviado la necesidad de crear instituciones presupuestarias supranacionales en base a recursos propios y a la emisión de deuda pública conjunta. Con las nuevas reglas fiscales y un gasto público europeo inferior al 2% del PIB, difícilmente la inversión privada va a dar respuesta a la necesidad de una orientación estratégica y al carácter estructural de las políticas que reclama una competitividad europea reforzada. Para el CES el gran reto al que tendrá que hacer frente el nuevo ejecutivo que emerja del 9J, será la "movilización de financiación mutualizada para escalar la inversión en bienes públicos europeos con el fin de reforzar la competitividad de la UE y preservar el modelo social europeo".

Dar una nueva vuelta de tuerca a la 'Europa del mercado' sin abundar en la profundización de una política fiscal común que dote al proyecto de recursos suficientes, tiene pocos visos de éxito. Poner el acento en la unión monetaria o bancaria puede ser una parte, pero no puede distraer de otras cuestiones que afectan a la economía real. Por ejemplo la competencia fiscal a la baja, con auténticas guaridas fiscales en Europa, o la protección que algunos estados brindan a los buques insignia de su tejido industrial y que desequilibran las capacidades continentales. Introducir en este ámbito una reglas de juego claras con recursos compartidos y mutualizados, y en base al progreso en la unión política y fiscal, deviene la mejor garantía para reforzar la posición competitiva de Europa a nivel global. Recuerda Marina Mazzucato en 'Misión Economía' que la competitividad se basa en los recursos internos y sobre todo en la capacidad de aprendizaje. No repetir los errores del pasado, y dar continuidad a los recientes aciertos, sería la mejor garantía de éxito para un nuevo mandato europeo.

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