martes, 23 de marzo de 2021

Sin izquierda en el PSOE

Pedro Sánchez se está quedando sin izquierda en el PSOE. Y no porque se le haya ido Pablo Iglesias de la coalición, sino por la impresión que trasladan con cada vez mayor intensidad sus ministros y ministras. Las recientes declaraciones de Nadia Calviño sobre la Reforma Laboral no tan sólo contradicen en sustancia el programa electoral, en el que se prometía derogar (ese es el verbo) los aspectos más lesivos de la reforma laboral, sino que posponen de manera explícita la reversión de la descentralización de la negociación colectiva o la lucha contra la subcontratación. El ministro Abalos, tan socorrido en su retórica como su compañera, tal vez prefiera promover que imponer o intervenir, pero no convence ni a la AIREF de que los bonificaciones fiscales vayan más allá de que paguemos entre todos los beneficios de grandes tenedores y fondos de inversión (Goldman…). Con 3 millones de familias desprotegidas y unos precios de alquiler que pesan como una losa en las economías domésticas, que deje lo de que la vivienda es un bien de mercado, para subrayarlo en la próxima campaña electoral.

No han pasado ni cinco años, pero ya parecen remotos aquellos tiempos imbuidos de épica, en los que Sánchez, defenestrado por la nomenclatura del PSOE el 1 de octubre de 2016, hizo las maletas para “escuchar a aquellos que no han sido escuchados, los militantes y los votantes de izquierdas de nuestro país”. A más de un militante se le estará quedando el corazón como la mojama ante el giro liberal y corporativo de algunos ministros socialistas. Y no por esperado menos doloroso. La inercia empieza con el maletín, con el coche oficial, con el roce al principio, la complicidad después, con grandes empresas y patrimonios. Hay quien se resiste, pero no es fácil ser ministro ni tampoco presidente, y cuando un gobierno de izquierda tiene un problema de coherencia, el problema lo tenemos todos. Porque si hay algo que no debemos olvidar es que la derecha es una hidra que bebe de tres fuentes: del victimismo, de la polarización y de la precariedad e injusticia social. Un giro a la derecha del PSOE potencia los tres ejes y lo hace en el plano social, en el territorial y también en el político.

Y luego está Europa, que en el fondo comparte el análisis histórico hegemónico de la derecha española que siempre ha cargado la culpa en la izquierda, republicana, democrática, con tal de no asumir su propia responsabilidad en la corrupción, el retraso y el autoritarismo endémicos de nuestro país. Europa calló en la guerra civil, calló con Franco, y, Flick y Flock mediante, se volvió locuaz cuando alcanzamos la democracia. Deberíamos haber aprendido. Porque no se trata de recuperar los agravios del pasado, pero tampoco de cometer de nuevo los mismos errores. Frente a la querencia de los repeinados y de los que se alejan pasillo del congreso abajo tras una nube de Floyd y un remolino de caspa, la solución no está en el eterno viaje a ninguna parte del oportunismo político ni en esa estación terminal de los acuerdos amplios y grandes coaliciones que tanto agradan en Frankfurt y Bruselas. El referente histórico es en este caso el ‘regeneracionismo’ que desde luego no debería inspirar la recuperación o la transformación del tejido económico y social ni tampoco de la cultura política de nuestro país.

En relación a la próxima generación (Next Generation) los estudios económicos nos indican cómo la singularidad española comporta riesgos muy evidentes de cara a la transferencia de fondos y a las grandes inversiones. En determinados periodos la inversión pública no ha tenido ningún efecto sobre el crecimiento económico y aún menos sobre la cohesión social. Es lo que tiene invertir en aeropuertos de cera, en Aves manirrotas o promover una cooperación público-privada, que lo único que tiene de público es el dinero que acaba en la cuenta de resultados de las grandes empresas. Cuando el reto es cambiar el tejido productivo, ampliar el estado del bienestar y promover una economía más inclusiva, la única receta que funciona en lo económico es la democracia, y el único bálsamo que puede mitigar la incipiente sarna política es el social.

La salida está así en más democracia política, más democracia social y más democracia económica, y para eso no tan sólo hace falta una nueva generación de fondos europeos, sino también una nueva generación política. Pensábamos que la coalición de progreso abría ese horizonte, pero parece ser que empieza a pesar demasiado la inercia, y que más de uno y no sólo de C’s, se echaría a gusto en brazos de la derecha. Sánchez tiene aún la oportunidad de sorprendernos una vez más (como lo ha hecho Pablo Iglesias) y cambiar de tercio. Aligerar el gobierno de quienes no persiguen sino el lucro, la vanidad o la ambición y poner en su lugar políticos con vocación de servicio. Una misión histórica. La cuadratura del círculo. Si tiene dudas que consulte con las bases socialistas. Tal vez sea hora.

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