domingo, 28 de mayo de 2017

Hernando y Hernando

Las loas de Rafael Hernando a Antonio Hernando cuando este presentó su dimisión como portavoz parlamentario del PSOE sorprendieron a más de uno. El halago del siempre cáustico portavoz del PP a su colega dimitido, se debió probablemente a la voluntad de hurgar en las heridas abiertas, tal vez a la complicidad que comporta el desempeñar las mismas funciones políticas, pero también al reconocimiento a un compañero de filas en un proyecto, el del oficialismo, que es la esencia del bipartidismo, y que, durante demasiado tiempo, ha servido como principal inhibidor de una verdadera transformación social y política del país.

El aparente reencuentro entre Pedro Sánchez y Hernando, puesto en escena el pasado jueves, responde al compromiso de sumar del ganador de las primarias del PSOE y se beneficia de la capacidad de adaptación al cambio del ex portavoz, que tan evidente se hizo en el periplo de la gestora. El ‘oficialismo’ comporta precisamente el sacrificar cualquier veleidad ideológica, o coherencia personal a la causa mayor, ya sea el ‘bien del partido’, o los ‘intereses de España’. El apelar a la responsabilidad deviene así, demasiadas veces, en irresponsabilidad, y si no, baste con repasar la intervención de Antonio Hernando en la investidura a Rajoy.

Tras el convulso Comité Federal del 1 de octubre y el golpe de mano dado por los críticos a Sánchez, al portavoz del PSOE le tocó la infausta tarea de argumentar el paso del ‘No es no’, al ‘Nos abstenemos por España’. Lo hizo apelando a la responsabilidad, en este caso, la voluntad de poner fin al bloqueo político y de facilitar el gobierno del país. Sin embargo, si se atiende a su análisis de la responsabilidad del PP en la debacle social y en la extensión de la corrupción en el país, más habría valido mantener alejado a Rajoy del poder, porque así al menos se habrían impedido las aparentes interferencias en el trabajo de jueces y fiscales.

En su intervención Hernando no dudó en repartir mandobles a diestro y siniestro. Así la responsabilidad de facilitar el gobierno del PP la quiso trasladar a Podemos, en una línea argumental muy socorrida, pero usada hasta la extenuación por Susana Díaz y los barones del partido. La tesis de que el gobierno ‘reformista y de progreso’ de PSOE y Ciudadanos fue torpedeado por una supuesta pinza Iglesias-Rajoy, no resiste una lectura del acuerdo suscrito por Sánchez y Rivera, que no era reformista ni de progreso, especialmente en lo relativo al modelo fiscal y a la precariedad laboral a la que apelaba enardecido el portavoz en su discurso.

El otro Hernando, el inefable Rafael, una fábrica de tropelías verbales que no se arredra ante la dignidad de los familiares de las víctimas del franquismo, ni tampoco ante las evidencias del cambio climático, o el respeto institucional que le corresponde a jueces como Santiago Pedraz, sonreía y se pavoneaba en la investidura de Rajoy. Con tal de apoyar la posición contrahecha de la gestora, redundaba en el populismo de Podemos y citaba sin caérsele la cara de vergüenza a Miguel de Unamuno, apelando al sueño de una España joven, que si nos atenemos a la realidad, el PP ha condenado al ostracismo y a la incertidumbre estructural.

No cabe duda de que existen grandes diferencias entre Hernando y Hernando, empezando por la trayectoria política. Sin embargo tampoco se nos puede escapar la sintonía que comparten en el proyecto del ‘oficialismo’, ese ‘rigor mortis’ de la política, que sacrifica cualquier conato de pulso o transformación social o política, al lastre de la resignación. Los dos se deben a sus faraones y son tremendamente eficientes echando balones fuera cuando se trata de justificar el estatus quo. Sin embargo en el caso de Antonio Hernando, éste no hablaba, en octubre, por voz de los militantes, ni tampoco de Pedro Sánchez, que le escuchaba mudo desde el escaño.

La recomposición del PSOE pasa por situar con precisión este momento. Ha sido la promesa de Sánchez, que habrá de mostrarse coherente en al menos tres aspectos. La introducción del concepto de ‘plurinacionalidad’ supone un paso importante, pero queda además el finiquito al gobierno Rajoy, que no puede ser diferido, y un cambio constructivo en la política de alianzas en la izquierda. Cada vez que Rafael Hernando habla de totalitarismo, algo se remueve en la tumba de Hanna Arendt, en el Bard College de Nueva York. ‘El movimiento se demuestra andando’ dice Hernández, y Fernández añade: ‘Yo diría más, La demostración se anda moviendo’.

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