martes, 11 de abril de 2017

Che Pibex!

Queremos expresar nuestro más sincero pésame por la gran pérdida que supone para la familia del socialismo la desaparición de Carme Chacón. La muerte de una compañera joven, con un compromiso vivo en la defensa de lo público y de notoria intuición y capacidad políticas, es una triste noticia para el conjunto de las y los ciudadanos de este país, y especialmente para aquellos/as que creemos en la centralidad que tiene la política para el bien más preciado que compartimos todas y todos, y que no es otro que el de la democracia como espacio común y articulado de transformación social.

La centralidad en términos democráticos de la política frente a la economía, debería ser hoy también el debate de fondo en la renovación del Partido Socialista en aras del congreso que celebrará en junio de este año. Al margen de las pruebas de fuerza y de la supuesta liza entre bases y aparato con la que se ha querido identificar, en el concurso a las primarias, las candidaturas de Pedro Sánchez y de la actual Presidenta de Andalucía, sin duda la mejor noticia para la democracia en este país sería que del congreso emergiera una dirección unitaria con un compromiso amplio y generoso con respecto a la confluencia en la izquierda.

Para ello valdría la pena realizar un breve repaso al posicionamiento del PSOE a lo largo de los últimos años con respecto al poder económico y, muy especialmente, en relación a las grandes empresas. La publicación de ‘IBEX 35. Una historia herética del poder en España’ brinda para ello una interesante oportunidad. El libro publicado por Rubén Juste, denso pero estimulante, ofrece un análisis pormenorizado de la historia de los grandes grupos en España, dando algunas claves bien documentadas, que van mucho más allá de la especulación tendenciosa, o de los tópicos con los que algunos han querido caracterizar el trabajo de este joven sociólogo.

Una de las tesis centrales es la del poder político sirviendo los intereses del poder económico, como habría sucedido con la reforma laboral del 9 de septiembre de 2010, que facilitó los procesos de restructuración de unas multinacionales que, en mayo de 2010, acumulaban, en palabras de Miguel Ángel Ordóñez, una deuda de 236.505 millones, o de más de medio billón, según el cálculo de otros economistas. Pero si bien parece evidente que no es la población, sino que son las grandes empresas las que tienen una tendencia natural a ‘vivir por encima de sus posibilidades, Juste identifica un cambio en profundidad en la personalidad del IBEX 35.

Desde 1991 tres actores habrían dominado el conjunto del índice, el Estado (1991-1996), los bancos (1996-2000) y cajas de ahorro (1996-2011) y los fondos de inversión (2012-…). En la actualidad de las 35 empresas del IBEX tan sólo quedarían 16 con participaciones de control en manos de capital autóctono, dividiéndose el universo bursátil en tres galaxias dominantes, la de las empresas vinculadas al SEPI, a la Caixa y a la americana Blackrock. Estas tres serían las que, tras los pobres resultados del 26J, habrían forzado mediáticamente la dimisión, en octubre de 2016, de Pedro Sánchez, con tal de facilitar la investidura de Mariano Rajoy.

Susana Díaz buscó desde el principio una buena sintonía con las empresas del IBEX 35 y de ello dan fe los convenios firmados entre enero y abril de 2014 con los presidentes de BBVA, Santander, Caixabank, Telefónica y Endesa, por ahora con magros resultados en lo relativo a su intención original; combatir el desempleo. Hasta qué punto esta ‘cercanía’ pragmática está hoy, a pesar de servir como factor aglutinante en el interno, fuera de órbita, lo corroboran dos cuestiones relevantes. Por un lado que las grandes empresas son ya, en su mayoría, actores exógenos sin ningún vínculo social con el país. Por el otro, que, a pesar de que su valor bursátil equivalga al 50% de la riqueza del país, estas tan sólo aportan el 7,5% de los ingresos fiscales y crean poco menos del 10% del empleo.

Si hay una cuestión que sería deseable que centrara el debate en el PSOE en los prolegómenos de su congreso, es el balance de la crisis, que puede ser considerada como una operación de redistribución vertical, desde abajo hacia arriba, inscrita en una ofensiva ideológica en toda regla y en un giro en el dominio hegemónico de la comunicación social. Se trata en definitiva de tomar distancia de quien considera que “Hay que educar a la población (en Europa) para que vote al líder correcto que tome las medidas concretas” (así el Presidente de Blackrock), y de recuperar el compromiso firme con una vocación social y democrática que no puede aceptar otra soberanía que no sea la popular.

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