domingo, 21 de junio de 2015

Ejército de yeso

Lo de los acrónimos se las trae. Si el epígrafe ‘BRICS’, que reúne a los países emergentes (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) significa ladrillo, y por tanto remite a economías ‘en construcción’, cabe preguntarse por qué razón los estados, en un tiempo ‘emergentes’ de la UE, acabaron por merecer el menos estilizado ‘PIGS’ (Portugal, Irlanda, Grecia, España), eso es, ‘cerdos’. Este acrónimo podría haber sido escogido para designar la vocación ‘constructora’ de los cerditos del cuento o, tal vez, para honrar la vocación por la chacina y el buen jamón de los países del sur. Pero al ver su evolución semántica reciente, parece evidente que la metáfora perseguía un efecto mucho más elemental. Para vergüenza de quien lo escogiera, al PIGS le siguió el GIPSI, que incorporaba a Italia e investía a las siglas, ahora ‘gitano’ en inglés, con un deje marcadamente racista. Y del GIPSI han nacido diferentes variantes, una de ellas, tal vez la más interesante, la que se utiliza en Alemania: GIPS. Este acrónimo, del que ha vuelto a saltar Italia (¿o Irlanda?), significa ‘yeso’, y gana así en pulcritud y sutileza. Porque el yeso es lo que se aplica en las extremidades rotas para que se suelden, pero también es la materia con la que está hecho aquello que, aparentando ser consistente, es en realidad muy frágil.

Se podría argüir que son estas ocurrencias o anécdotas elaboradas por periodistas perspicaces o por aburridos eurócratas. No tienen tampoco mayor importancia que la de condensar en una idea, en una imagen simple, el mensaje de fondo, la papilla hegemónica que sirve una parte de la prensa, especialmente la sensacionalista. Así el buque insignia del amarillismo alemán, el Bild Zeitung, se crecía esta semana hasta el punto de escribirle directamente el discurso a la canciller Merkel. En él la invitaba a decirle a los griegos que ya era hora de que dejaran el Euro. Alemanía habría hecho todo lo posible, dilapidando millones y millones en el noble intento de salvarles. A cambio Grecia ni habría privatizado ni habría atacado tampoco el fraude fiscal, sino que habría persistido, a costa de otros países, en mantener unos estándares sociales del todo intolerables. Se olvidaban los redactores (valga el eufemismo) de este diario, que con la pérdida de un 25% del PIB, el 26% de la población desempleada (más de un millón de ellos ya de larga duración), dos millones de personas sin sanidad, una reducción de los salarios por encima del 30% y un 45% de los jubilados en riesgo de pobreza, la imagen es muy poco idílica, y se corresponde, en realidad, con un país que padece ya de un crudo subdesarrollo.

Llegaba el Bild al extremo de pretender hablar no sólo por boca de Merkel, sino por la de los propios griegos, al pedir que se les diera al fin una oportunidad quitándoles de encima la pesada losa del Euro. Por si el amarillismo se quedara corto, las declaraciones del presidente de la socialdemocracia alemana Sigmar Gabriel, intentaban llevar las cosas al punto: “No dejaremos que los trabajadores alemanes y sus familias paguen por las promesas electorales desorbitadas de un gobierno en parte comunista”. La brecha que se ha abierto actualmente entre el SPD, que parece competir con la extrema derecha por el discurso más populista, y el sindicalismo alemán, que ha apoyado a Grecia con gran coherencia, es sorprendente. Parece que la confederación del DGB, con Reiner Hoffman a la cabeza, es conscientes de que una salida de Grecia del Euro, el tan temido Grexit, supone no tan sólo una profunda injusticia con la población griega (más del 70% de los griegos quiere permanecer en el Euro, opción que es también mayoritaria entre los votantes del partido de Tsipras), sino también un riesgo añadido, en términos de inestabilidad, para nuestra zona monetaria. Además, viva la paradoja, el discurso de Gabriel y Bild no es más que una réplica del de la plataforma comunista de Syriza.

Varoufakis ha repetido innumerables veces que el error de entrar en el Euro no se soluciona saliendo. La perspectiva del dracma en un país con una dependencia energética del 82% y sin sectores exportadores es el de beneficiar la especulación de aquellos griegos que llevan años evadiendo y defraudando y de algunas grandes multinacionales de servicios y turísticas, que se prometen pingües beneficios en la compra de patrimonio si Grecia deja el euro. Quién pagaría la cuenta sería como siempre la clase trabajadora. El mandato que recibió el gobierno de Tsipras el pasado 25 de enero, fue claro. El impago que se anuncia para el próximo 30 en ningún caso puede socavar la legitimidad democrática y exige una actitud constructiva por parte de la Comisión Europea, del BCE y del FMI. Conviene recordar que estos tres órganos no están expuestos a control alguno y representan intereses opacos. El affaire Tapie por el que la Corte de justicia francesa interrogó a la jefa, Mme. Lagarde, durante 15 horas el pasado agosto, la sitúa en la estela de otros ‘virtuosos’ directores del FMI como Strauss-Kahn y Rodrigo Rato. Son, como ella misma dijo, los del otro bando. Los que se inventan simulacros judiciales y rescates imposibles para beneficiar a los ‘suyos’. Contra ellos hay que movilizarse esta semana. Aunque sea con un ejército de yeso. Porque defender Grecia es, en esencia, defender nuestros más profundos valores democráticos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario