domingo, 24 de octubre de 2021
Sumar y avanzar
Cuando Yolanda Díaz entró en el anfiteatro y escuchó que la recibían al grito de ‘Presidenta’, probablemente intuyó que no se lo pondrían fácil, y no por no contar con la entrega del auditorio, que nunca antes había mostrado mayor devoción por una Ministra de Trabajo. La líder gallega sabe de la oportunidad y responsabilidad que enfrenta el gobierno de progreso en la situación actual, y de la tremenda regresión que supondría que, por vanidad o arrogancia, alguien rompiera la baraja y le pasara el testigo a un gobierno de concentración de PP y Vox. Si la extrema derecha entró en las corte generales, si ya se perdió un año de gobierno, fue precisamente por eso. Porque hay quien se siente más cómodo en el papel de muñeco de ventrílocuo, que en superar recelos y veleidades y tirar de los hilos que permitan hacer avanzar el país, superando la precariedad endémica y la enorme desigualdad. Por eso, como recordó el Secretario General de CCOO, toca prudencia y tranquilidad. Concentrarse en la acción de gobierno. En la concreción política. Es hora de pasar de las palabras a los hechos, comenzando, en la circunstancia actual, por derogar una reforma laboral que se le resiste a una parte del gobierno, y especialmente a la ministra de economía, Nadia Calviño.
Con voz templada, siempre serena, Yolanda Díaz trasladó su compromiso mediante una imagen que contextualiza la urgencia en superar la devaluación que supuso la aprobación del Real Decreto 3/2012. “Vamos a derogar un articulado que inoculó dosis letales de precariedad y de temporalidad en nuestro cuerpo social, abriendo paso a la transformación y modernización definitiva de nuestro mercado de trabajo”. Por eso, así Unai Sordo en su discurso de clausura, las premisas que conviene realizar son “prudencia, tino y acción”. Es momento de dejarse de pugnas de relatos que no hacen sino generar frustración y desconfianza en las trabajadoras y trabajadores de este país, que suficiente tienen con hacer frente a la incertidumbre que genera un trabajo y un salario precarios, o unos servicios públicos que, por los recortes, han socavado derechos fundamentales como la sanidad o la educación. Ha acabado el tiempo de la retórica. La izquierda, toda, ha de asumir que las personas que se ven forzadas, día a día, a pelearse con las cosas del comer, no quieren políticas que dicen una cosa y después hacen otra, que no son más que una letanía de buenas intenciones y falsas promesas que, al final del día, no hacen sino alimentar el populismo, el agravio, y el distanciamiento con los valores democráticos.
La Ministra de Trabajo defendió en su discurso, que la cuestión central en la izquierda, es, en estos momentos, sumar para avanzar. No es hora de veleidades personales, ni de relatos partidistas, ni de frivolidades. “No hablo de partidos ni de frentes. Hablo de una construcción coral, una conversación responsable, tejida con los hilos de la escucha y de la empatía, de los derechos sociales, de los cuidados”. En esta suma radica no el oportunismo, sino la oportunidad: De establecer un contrato social amplio, integrador, inclusivo, que dé recorrido al diálogo social y a la convergencia en las políticas de la izquierda, a la prudencia que ha permitido superar, una y otra vez, los ángulos muertos y las aristas que se han interpuesto en el camino del gobierno de progreso. Este amenaza, por primera vez en décadas, la hegemonía de la derecha y su inercia histórica. Las resistencias son por tanto enormes. El contexto favorable en el marco europeo y en el plano macroeconómico apela, como nunca antes, a la responsabilidad. Porque como recordaba el recién elegido secretario general, “esto no va de tener razón, esto va de tener poder”. Y el único poder que puede conquistar la izquierda es el de la credibilidad. Desde el pragmatismo y la coherencia.
Cuando hay diecinueve millones y medio de personas afiliadas a la Seguridad Social, la calidad del trabajo deviene una cuestión de justicia y de compromiso con la inmensa mayoría de la ciudadanía, pero es, además, una garantía irrenunciable para dar mayor eficacia, desarrollo y cobertura a nuestro estado del bienestar. Por eso no es de recibo que un responsable político trate de devolver la negociación de la reforma laboral a la casilla de salida, sin otro propósito que posponer aquello que está a tocar, de dinamitar todos los puentes en un ejercicio de retirada táctica, que tiene muy poco que ver con la responsabilidad histórica a la que hace frente en este momento la política de progreso, y demasiado con la inconsciencia y la volubilidad. Decía Unai Sordo que “las sociedades despiadadas se construyen con individuos aislados, cuyos temores no se socializan”. En la misma medida, la insensatez política se construye desde visiones que se rigen antes por el capricho y el interés, que por el sentido común y la responsabilidad. Sumar para avanzar. Esa ha sido siempre la fórmula del éxito de toda política transformadora que haya conseguido articular el progreso democrático y social. Ser fiel a valores como la solidaridad o el valor del trabajo es la única garantía de una izquierda que se hace fuerte cuando no renuncia a sus esencias y suma y sigue en la lucha por la justicia social.
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