lunes, 8 de febrero de 2021

Un gobierno de invierno

La economía catalana está congelada. La caída de su PIB, de un 11,4% en 2020, confirma los peores pronósticos. Nos hemos instalado en una economía de invierno y el frío que hace nos deja yertos. Pero el invierno es también la estación de la imaginación y de los fantasmas. La nieve que nos confina y nos reúne alrededor del hogar, despierta las fantasías y nos ayuda a superar miedos e inhibiciones incluso en la economía. Cómo es de fecunda nuestra mente bajo el lienzo de escarcha, nos lo demuestra el reciente informe ‘Next Generation Catalonia’. La presentación de 27 proyectos emblemáticos que, al amparo de Europa, han de consagrar una primavera que se nos resiste, rebosa imaginación por los cuatro costados. Así el aeropuerto de Lleida-Alguaire, fiasco público-privado que cumple diez años, se convertirá en un puerto espacial, la proteína alternativa se convertirá en la haba mágica que nos llevará a tocar el cielo, y la autopista cuántica entre Barcelona y Madrid, situará ¡Ya era hora! Las relaciones con el estado al nivel que corresponde.

El invierno es la estación dela imaginación y de la frugalidad, especialmente para aquellos que no tienen quien los ampare. Tal vez la economía cuántica catalana se hará esperar, pero ya es, des de hace mucho, la economía de unos cuantos, o, mejor dicho, de unos pocos Las prisas con las que se presentan proyectos e inversiones en plena campaña electoral, demuestra que no hay idea gratuita en el embate demoscópico, y que, ante la incertidumbre de los resultados, mejor dejarlo todo bien atado. Así la propuesta se acompaña de una ley de simplificación administrativa que, en sintonía con la estatal, facilita que se externalice la inversión mediante convenios, consorcios, empresas de economía mixta, etc. Porque no hablamos de ‘próxima generación’ de personas, eso es, la juventud condenada a la precariedad y la dependencia, sino de la próxima generación de empresas. Aquellas con las que fraternizan algunos ‘escogidos’ mientras se estira en el césped escudriñando las estrellas; para los unos un universo sin límites para los otros un remolino acristalado que abre paso a las estancias celestiales.

El invierno es también la estación oscura. Así el plan presentado por el govern para conjurar un cambio estructural de nuestro modelo productivo no establece la proporción en la que el capital público ha de activar el privado, ni explica ninguna vía de retorno de la inversión pública, ya sea mediante rédito, o incremento de un capital público degradado y menguante a lo largo de los últimos años. Pero, aún peor, no pone ningún objetivo en relación a la creación de empleo de calidad, aun siendo ésta la principal preocupación para un número creciente de personas y la mejor manera de redistribuir la riqueza y de recuperar rentas y demanda. Si se analiza el plan por las especialidades, parece un plan pensado para el 30% que tiene una formación universitaria, y deja al margen el 35% de catalanes/as que no tienen más que la educación obligatoria. El segundo proyecto emblemático, nos dice que pretende “atraer talento y situar Catalunya como hub para empresas de ámbito global” lo que permitirá impulsar la cultura y el talento catalán en el mundo”. Atraer talento para mostrar talento. Como visión de país todo un despropósito.

Al parecer el talento doméstico pasa desapercibido, tal vez porque no se manifiesta como ‘capital humano’, sino como ciudadanía. Alguien podría pensar que los pobres no pueden tener talento, cuando ni tan solo tienen la capacidad de acabar los estudios y nos sitúan ¡Oh, vergüenza! A la cola de Europa en lo relativo a la tasa de Abandono Escolar Prematuro (19%). Así, aun tratándose de un plan que comporta cambios estructurales profundos, y por tanto necesidades evidentes de cualificación y recualificación de las personas trabajadoras, la partida de Formación Profesional se lleva tan sólo un 0,5% del total previsto, en la línea habitual de ahorrar y gastar muy por debajo de la mediana europea. Pero como el estado anuncia un plan con 1.900 millones para el impulso estratégico de la FP, habiendo parné en el horizonte, tal vez lo revisemos todo y situemos un plan transversal para acompañar des de la FP los proyectos emblemáticos, y tal vez incluso des de las políticas de empleos. Más vale eso que nada, cuando a finales de enero teníamos a 1,3 millones de personas demandantes.

El gobierno de invierno, el gobierno de la Catalunya cuántica, es así el que esconde el conflicto social detrás de un esperpento, y sueña un país futurista pero sin futuro, porqué obvia la gravedad del presente. Definitivamente, situados entre la tortilla francesa y la española, nos trasladan que somos un país de tortillas perfectas, pero poco dados a cocinarlas, porque nuestra tortilla, la catalana, es una tortilla soñada. Un gobierno de invierno es el que crea hubs tecnológicos financieros cuando no es capaz de crear una banca pública que sostenga la pequeña y mediana empresa, uno que cede sus sedes a actores financieros, para refugiarse, junto a la económica real, en la periferia Un gobierno de invierno es el que piensa que, por poner muchas palabras en inglés nos haremos más internacionales, pero en su obsesión por orientar la economía por el lado de la oferta, y no de la demanda, es un gobierno que no ha entendido el signo de los tiempos, ni los consensos actuales. En definitiva, un gobierno de otra época, muy lejos de lo que necesita un país que quiera salir de la glaciación social y económica para conjurar una primavera que ya hace demasiado que se anuncia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario