lunes, 24 de junio de 2019

La segunda oportunidad

Hace algo más de 30 años la televisión pública cautivaba a los televidentes con una secuencia cinematográfica que ha quedado en la memoria de buena parte de la generación del baby boom. Se trata de la cabecera de un programa de seguridad vial dirigido por Paco Costas, que mostraba un elegante Daimler XJ, recorriendo a toda velocidad una carretera comarcal, hasta estamparse, a 140 kilómetros por hora, contra una roca de veinte toneladas depositada en el asfalto. La colisión, repetida hasta 6 veces desde diferentes ángulos, alguna de ellas a cámara lenta, daba paso a la moviola, que hacía retroceder la secuencia y, como por arte de magia, reconstruía el vehículo. Al mismo tiempo se escuchaba la voz en off que instruía al espectador en los siguientes términos: “El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. De todas formas, qué bueno sería contar en ocasiones con una segunda oportunidad”.

La imagen de la limusina destrozada se instaló en el imaginario colectivo, y su lenta y precisa reconstrucción, se convirtió en metáfora de una segunda oportunidad que reside, en primer lugar, en la prevención. Nuestro modelo económico dispone su segunda oportunidad en la redistribución de la renta que opera nuestro modelo fiscal y de protección social, cuando trata de corregir aquello que no ha conseguido disputarle el trabajo al capital. También es segunda oportunidad la que damos a las mercancías y a nuestro propio medio de vida, cuando consideramos la lógica de la economía circular y enfrentamos obsolescencia y degradación desde la perspectiva de la sostenibilidad. La vocación por corregir el desajuste socio-económico, por detener el colapso ambiental, es característico de una mayoría de progreso, que tiene en la prevención, la corrección y la enmienda su principal horizonte político.

Y es que aunque en el tejido productivo y financiero se distinga, tal vez, la voluntad de avanzar en la senda de la responsabilidad corporativa, este voluntarismo se orienta, casi siempre, en estrategias de márquetin de corto recorrido. Es en el ámbito del pensamiento y del debate político, donde la segunda oportunidad se vertebra en torno a reflexiones y propuestas detalladas, que tratan de corregir errores y de prevenir, mediante el análisis, la emergencia de una nueva fatalidad. El propio proyecto de la Unión Europea, tras estamparse a una velocidad altamente financiarizada contra el muro de la crisis global, se ha querido dar una segunda oportunidad mediante iniciativas que tratan de saldar los excesos cometidos en nombre de la austeridad, pero que no llegan a tocar los fundamentos de la construcción europea, ni tienen tampoco posibilidades reales de frenar, de raíz, las amenazas que comporta la desigualdad.

Lo explica Joseph Stiglitz en una publicación reciente de FEPS: ‘Reescribir las reglas de la economía europea’, en cuya redacción han participado, entre otros, Jeronim Capaldo, de la Unviersidad de Tufts. El informe pretende mostrar cómo los cambios y reformas estructurales forzadas por la Unión Monetaria, han debilitado la economía europea y han destruido la cohesión social. Su mensaje de fondo es que no se ha errado en la buena o mala aplicación de las reglas europeas, sino que el error reside en las propias reglas y en su encaje institucional. Como muestra Stiglitz, existe evidencia empírica de la toxicidad de los planteamientos que apadrinó la Comisión Europea y el Eurogrupo, imbuidos por la fe ciega en los mercados. Ni estos mostraron ser eficientes, ni los bancos velaron por el interés general, ni la austeridad supo contener deuda y déficit de unos países que continuaron empobreciéndose.

Como recuerda otro autor, Wolfgang Merkel, director del departamento de democracia y democratización del Centro de Investigación de Ciencias Sociales de Berlín, en un reciente artículo, junto a la desigualdad, el capitalismo financiero ha pasado factura a Europa haciendo vulnerables a los estados, con respecto a multinacionales, bancos y fondos de inversión, y diluyendo en la marea de la globalización, la identidad del proyecto común. El primer capítulo de la serie ‘la segunda oportunidad’ emitida por TVE, entre 1977 y 1978, tenía por título ‘Culpable, el hombre’. En términos sociopolíticos, la responsabilidad central de la pérdida de riqueza y de cohesión, corresponde a una élite reducida que supo convertir el colapso del sistema financiero en un argumento de autoridad para esquilmar a los estados y precarizar y empobrecer a las clases medias y trabajadoras.

Parece evidente que a estas alturas no queda otro remedio que cambiar las reglas, en la misma medida en la que no queda otra que cambiar el coche. Pero tal vez sea aún más importante, que si nos queremos dar realmente una segunda oportunidad, en esta ocasión ¡No pongamos al volante al mismo chófer!

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