Discurso pronunciado en la jornada alemana de movilización por la redistribución justa, el 29 de septiembre en Frankfurt ante el edificio del BCE.
Estimados compañeros y compañeras os traigo el saludo de las CCOO de Catalunya. Quiero agradecer la oportunidad de poder disfrutar con vosotros esta jornada de acción y aprovecharla para compartir con vosotros algunas reflexiones. Hace bien poco un diario de Frankfurt presentaba a nuestro presidente Rajoy como el ‘español leal’. Porque a pesar de la incomprensión de la población se preocupa constantemente por bajar los salarios, por flexibilizar el mercado laboral, por facilitar el despido. Nosotros entendemos por lealtad una cosa diferente. Porque ¿cómo se puede considerar leal el hacer fácil el despido con un 25% de paro? ¿Lealtad hacia quién? ¿Hacia la población? ¿Con casi 6 millones de parados? ¿Con 1.700.000 familias que viven sin ningún ingreso? ¿Con 500 familias que cada día son desahuciadas de sus hogares?
La lealtad de un político, también de un sindicalista, consiste en defender los intereses de aquellos y aquellas a los que representa. A esto se le llama democracia. Al respeto a las promesas electorales se le llama honestidad política. Por desgracia ambos conceptos no son muy actuales en España. El estado de excepción persistente que nos imponen los mercados financieros hacen de la democracia algo que nos es tomado día a día. Antes al descender la competitividad era habitual devaluar la propia moneda. De esa manera, de un día a otro todos, ricos y pobres, eran algo más pobres. Ahora la cosa ha cambiado. Sin moneda que devaluar se devalúan de manera selectiva derechos laborales, prestaciones sociales, salarios. Un sueño para las elites económicas ¡Una pesadilla para la ciudadanía!
El motivo que se esgrime es que los españoles han vivido por encima de sus posibilidades. No tan sólo especuladores o banqueros, sino todos: Funcionarios, jubilados, dependientes, jóvenes, asalariados, parados. Se da la impresión de que los españoles han vivido a costa de otros y para reforzarlo se recurre a los más rancios prejuicios. Se habla de fiesta, de sol, pasión y siesta. Los españoles tienen la culpa de la deuda bancaria ¡Todos! Y así la deuda privada se convierte en culpa nacional, deuda pública.
En nombre de la penitencia social, eso es, de la austeridad, se introducen sin miramientos reformas en el mercado laboral. Se aumenta la edad de jubilación, se imponen rebajas salariales. Se introducen paquetes de ahorro, se aumenta el IVA. Las gafas y los pañales de un día a otro ya no se gravan con el 8, sino con el 21%.
Es cierto que la miopía financiera es responsable de la dimensión de la crisis. Pero no por eso tenemos la culpa ¡Todos aquellos que necesitamos gafas!
El objetivo que se arguye es el del ahorro. Pero con la austeridad la deuda pública se ha duplicado en los últimos 4 años. El objetivo es crear, mediante la flexibilización puestos de trabajo. Pero el paro ha subido desde 2008 del 8,6 al 25%. El objetivo es asegurarse la confianza de los mercados. Pero la prima de riesgo ha aumentado desde que se introdujo la austeridad, en mayo de 2010, de 160 a 600 puntos ¡Hay algo que falla! O se yerra constantemente el objetivo principal, y entonces es incompetencia, o se persigue un objetivo muy diferente ¡y entonces es estafa!
Porque si realmente se tratara de sanear el presupuesto estatal, también se preocuparían por los ingresos fiscales. Pero en vez de eso se aprueba una amnistía fiscal que premia a los defraudadores por sus argucias. Si el fraude fiscal en España estuviera tan sólo en la media europea, el presupuesto público dispondría de 35.000 millones adicionales al año. Pero eso al parecer no preocupa al español leal. Tampoco a los europeos leales en el BCE o en el Consejo Europeo. Se concentran en aquello que entienden es esencial ¡Y eso son los bancos!
A estos ahora se les quiere meter ahora 65.000 millones por la vena financiera. Esa cantidad se corresponde con el paquete de ahorro aprobado en junio, que deprime con fuerza la sanidad, la educación, la investigación, las políticas sociales. A los asalariados, a los parados y a los jubilados se les carga con el coste del rescate bancario. Porque no se trata de hacer más competitiva la economía española. El objetivo es animar la competición social a la baja en Europa. Se trata de crear en España las condiciones deseadas por las empresas y por el capital: una mano de obra barata, pobres derechos laborales, cotizaciones bajas y, si no queda otro remedio, impuestos a las empresas ¡Pero mínimos! Eso es lo que se entiende por competitividad en Europa. La competencia social, desleal y a la baja.
Sin embargo por este camino se juega con fuego. Las políticas que se imponen a los españoles empeoran cada vez más la situación social y económica. Tal y como hemos visto esta semana se acumula la rabia y la frustración y se hace patente el conflicto social. Porque la austeridad viene acompañada por un inmenso déficit democrático. A los ciudadanos se les confronta con una política de hechos consumados y que no se corresponde en nada con el programa electoral. Se gobierna con la exclusión del parlamento. La sensación de injusticia crece día a día entre la población que entiende que la crisis no es más que una excusa para el expolio social.
España lo que necesita actualmente no es austeridad sino responsabilidad. Eso significa: una respuesta justa al origen de la crisis. Que aquellos que han ido más allá de cualquier límite en su codicia paguen por ello o sean llevados a los juzgados. Pero en vez de eso se recurre a excusas y prejuicios. Como maniobra de distracción para que no sean demasiado evidentes el desmantelamiento social y la genuflexión ante la economía financiera. Que se quede por el camino el proyecto europeo al parecer no tiene importancia. Es el precio que hay que pagar para que se mantengan en todo su esplendor los balances bancarios, aun cuando eso destruya la cohesión y la paz social.
Se nos dice que los alemanes lo han hecho bien. Y hay algo de cierto. En parte, al menos. Porque también en Alemania uno de cada siete niños depende de la ayuda social, porque una quinta parte de los trabajadores y trabajadoras alemanes son pobres. Tenemos la certeza de que Alemania puede ofrecerle a Europa algo más que la precarización del mercado laboral. Estamos convencidos. La alta productividad, el sistema de formación, la inversión en I+D… Precisamente por esa alta productividad los trabajadores alemanes deberían ver aumentados sus salarios, se debería poner bajo presión el trabajo precario. Eso es justo con los trabajadores alemanes ¡Pero también lo es con los trabajadores españoles!
En la situación actual no se trata de generosidad. De lo que se trata es de ser justos. Una cosa es que la República Federal muestre de manera constructiva el camino de salida de la crisis. Pero es muy diferente que el capital financiero utilice la oportunidad para afianzar su hegemonía en Europa. Porque en un primer paso creará una Europa de dos categorías, y después acabará armonizando ambas a la baja. Por eso hemos de trabajar juntos y poner fin a la desregulación neoliberal. Poner un límite al apetito insaciable y sin escrúpulos de la elite financiera ¡Desligar de una vez las finanzas de los estados de los mercados de capital y de la especulación sin límites!
Es comprensible que los bancos pongan presión. Que sigan queriendo comprar dinero al 1% para luego revendérselo a los estados al 6 o al 7%. Es comprensible porque eso crea adicción. Pero es insostenible. Por esa vía la riqueza pública, la riqueza social que tan arduamente hemos construido, es privatizada. Europa necesita otra cosa. Con urgencia. Un nuevo contrato social que ponga el crecimiento y el empleo en primer lugar. Ingresos más fuertes a través de una coordinación justa y eficaz a escala europea de las políticas fiscales. Una lucha común contra el fraude, el dumping, la evasión y los paraísos fiscales. Tan sólo así podremos estar a la altura de los retos que enfrentan las personas, el medio ambiente y la economía real. Voy a terminar.
Si no me equivoco, hace poco el ministro de finanzas bávaro dijo: “Somos solidarios, pero no somos tontos. Con todo el respeto he de decir que no lo acabo de entender. A quién se refiere el señor ministro con ‘Nosotros’ ¿Apela al mismo tiempo al millonario y al que precisa de la ayuda social? ¿Acaso los dos son igual de solidarios? En la situación actual en la que la brecha entre ricos y pobres crece tan rápidamente habríamos de poner mucho cuidado al utilizar el plural. Por eso hoy os propongo que cambiemos el redactado: ¡Somos solidarios, por eso no somos tontos! Porque hemos creado un sistema social mediante el cual la cohesión y la justicia social garantizan el bienestar, el progreso y el crecimiento sostenible para nuestras sociedades. Por eso hemos de luchar juntos en Europa. Codo a codo. Para conseguir que de una vez se empiece a redistribuir con justicia ¡En Alemania, en España y en Europa! Muchas gracias.
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