martes, 1 de junio de 2021
Un breve momento
El pasado lunes tomó posesión del cargo de President de la Generalitat Pere Aragonés, Un acto sencillo, escenificado en el Pati dels Tarongers, ponía fin a siete meses de incertidumbre y daba el tiro de salida a un gobierno que habrá de dar respuesta a los retos que enfrenta la sociedad catalana. Los estragos de la pandemia, la polarización en el plano político, la desigualdad, profundizada por la crisis o los déficits que arrastra nuestro modelo productivo, son los más inmediatos. A lo largo de esta semana se han lanzado algunos mensajes importantes desde el gobierno central. La voluntad manifestada de facilitar una salida al enroque judicial mediante el indulto de los presos políticos, la prórroga de los ERTE, los avances en la negociación de las pensiones o la presentación de la alianza por la FP, pueden significarse como buenos augurios si el 132º Preisdent de la Genralitat, primero de ERC en democracia, dedica todos sus esfuerzos a liderar las políticas que realmente reclama el país.
El equipo de gobierno que le acompañará habrá de superar las desavenencias del pasado reciente, integrando en su plan de trabajo perspectivas socioeconómicas que son muy diversas, y que van desde la ortodoxia neoliberal, al anticapitalismo militante de quienes han apoyado la investidura y serán claves para garantizar la necesaria estabilidad. Cuando parece harto improbable un escenario de acuerdos parlamentarios con mayorías alternativas, el encaje de la propuesta social y económica habrá de buscar su reflejo exclusivamente en la mayoría nacional. El primer trance que puede poner en evidencia las diferencias será previsiblemente la negociación de los presupuestos. Los actuales, hechos a la medida de un contexto anterior a la pandemia, difícilmente podrán satisfacer las necesidades en el marco de unas políticas de estímulo con inversiones, que habrán de facilitar una mejora en la redistribución de la renta mediante el incremento de la productividad, la calidad del empleo y la cobertura de la protección social.
No será sencillo y la tentación puede ser la de la fragmentación de las políticas. Unas dirigidas al tejido productivo, eso es, a satisfacer las expectativas de las empresas, especialmente las grandes, las otras a paliar la situación de emergencia social. La elección de un hombre hecho a la medida del IBEX para dirigir el Departamento de Economía sitúa con claridad los intereses de JxCat, que, a pesar de los aspavientos al intentar controlar o crear una patronal supuestamente ‘apolítica’, se debe a quien se debe, y previsiblemente vive con mayor dolor el hecho de estar alineada con la Candidatura d’Unitat Popular (CUP). Esta exigirá des del principio señales claras y no se habría de dar por satisfecha con las migajas que caigan de la mesa, porque si la solución es el corporativismo y la opacidad por un lado, y la filantropía por el otro, el precio a pagar será la inconsistencia de un proyecto político ya suficientemente amorfo, que difícilmente satisfará las legítimas expectativas de la población.
Por la parte de ERC, su doble alma, Companys en un lado, Josep Irla en el otro, no plantea mayor problema, cuando los dos se amoldan cómodamente en la socialdemocracia entendida con generosidad. El principal reto será el de enfrenar a los dos socios y garantizar que dentro de la lógica de una entente nacionalista que chirría en el ámbito sociopolítico y económico, la sangre no llegue al río de manera prematura. Pero aún si la diosa Fortuna sonríe al equipo de Aragonés, y mantiene atemperadas las pasiones en Waterloo, en la calle Marina, e incluso en la calle Caspe, difícilmente podrá garantizar la tan necesaria coherencia cuando el reto es el de redefinir el modelo productivo y avanzar con determinación en la cobertura y calidad del sistema de protección social.
El vínculo más estrecho entre economía y sociedad es el trabajo, y es aquí donde el gobierno catalán se habría de apoyar con fuerza con tal de garantizar que el proyecto no se rompa por las aristas y mantenga la necesaria cohesión social. Se trata por eso de dar un fuerte empujón a la concertación y de recuperar su credibilidad, demasiadas veces cuestionada por no ir más allá del papel mojado. La integridad y confianza pasa así por los recursos, por la gestión y distribución de los fondos europeos y por unos presupuestos negociados. Si la sombra del clientelismo asoma demasiado pronto, el proyecto podría arruinarse antes de haber empezado a trabajar. En ese caso, y así el verso de Espriu citado por Aragonés en su toma de posesión, el breve momento para guiar el milenario paso de las generaciones habría sido, además de breve, fugaz.
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